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El publirreportaje del Rey

La primera entrevista televisada del rey desde hace doce años ha durado, solamente, 23 minutos. Ha sido, casi, un publirreportaje. Sensación a la que han contribuido, innecesariamente, las imágenes insertadas. La negociación para acortar el tiempo y las preguntas, así como la autolimitación por parte del laureado Jesús Hermida y de TVE en abordar los temas más actuales y candentes, han jibarizado la entrevista hasta convertirla en casi una caricatura del género.

Hermida ha hablado más que el rey (asunto que no es difícil de imaginar), pero la edición posterior ha maquillado un poco el efecto distorsionador. Aunque nada ha podido hacerse para evitar la percepción condescendiente y sumisa del veterano periodista. La gesticulación, la cadencia, el exceso de vocalización y la sonrisa boba del compañero de generación han rematado la faena. Ambos han convertido un asunto serio en una escena casi infantil. El señor —tratamiento con el que abusivamente se ha dirigido al rey— puede estar contento, aunque quizás no hayan conseguido sus objetivos.

La Zarzuela afirma que vio una «oportunidad» en la entrevista, en el marco de su ofensiva comunicativa para garantizar un lifting institucional del rey. Pero creo que la han perdido. No buscaban titulares, afirman los responsables de la comunicación de la Casa del Rey, pero el titular de la noche es que el rey mantiene sus privilegios: ninguna pregunta incómoda, ningún tema inadecuado, ningún tratamiento democratizador. La Monarquía sigue teniendo trato preferencial, como en la futura Ley de la Transparencia que prevé excluir a la Institución de su control, es decir del control de los ciudadanos. Y así, con privilegios, pierde apoyos.

La realización televisiva, así como los planos, la ubicación y la disposición de los interlocutores ha sido clásica y previsible. Pero con algún desliz involuntario, supongo… Durante varios minutos, se puede observar, perfectamente, una gran bola del mundo tras el rey. Los escenógrafos han situado España en el plano de la cámara y, con ella, parte de África (continente que ha hundido la reputación de Juan Carlos I). Un pequeño juego del destino: tras la imagen del monarca, el recuerdo de Botsuana.

Hay algo de burla en la oferta de esta esperada entrevista. Simplemente, no lo ha sido. Sin titulares, sin confidencias, sin secretos, sin emociones… el intento de entrevista ha dejado más al descubierto que nunca sus ideas y sus fijaciones. Las históricas y las personales. También sus limitaciones.

El rey ha recordado a su padre y su principal consejo: ser rey de todos los españoles. Parece que lo ha olvidado o lo interpreta a su manera. La reiterada crítica implícita al desafío catalán, calificado como «intransigencias que llevan a políticas rupturistas que no convienen», le aleja de la equidistancia (y la prudencia) y le sitúa, claramente, en la defensa del statu quo. La monarquía se desliza, cada vez más, hacia la identificación compacta y homogénea con un determinado modelo de España. El Príncep de Girona lo va a tener muy difícil. Mucho.

Publicado en: El País (5.01.2013) (blog Micropolítica)
Fotografía: Pawel Kadysz para Unsplash

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11 COMENTARIOS

  1. Fue un tostón en toda regla. Ningún interés. Un intento por mostrar un rey cercano, que se emocionaba hablando de su padre, pero al que parece resbalarle el resto de los mortales….

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