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El procomún y la respuesta a la crisis

Los patrones estandarizados utilizados para salir de la crisis ya no funcionan. Las diferencias sociales no dejan de acentuarse. Las cifras demuestran que las soluciones implantadas hasta el momento por la mayoría de gobiernos y grandes corporaciones, responden a pautas tradicionales y no conllevan a resultados positivos para la mayoría. Globalmente no crecemos económicamente y, si lo hacemos, no es de forma equilibrada.

El paso de las reformas a las alternativas se hace inevitable. Alternativas que cuestionan, también, los modelos de cálculo y análisis con los que hemos sido incapaces de prever la crisis, pero que tampoco nos permiten establecer otros procesos distintos, ni tan solo en el terreno de los escenarios. Este mundo inevitable, y por lo tanto irreformable, debe dar paso a una concepción menos determinista. El procomún se abre paso como una de las corrientes de pensamiento (y práctica personal) que podría iluminar sendas diferentes de los caminos trazados hasta ahora.

La filósofa Martha C. Nussbaum, en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales 2012, define muy bien las limitaciones de nuestros patrones (procedimientos, métricas, soluciones):

«Lo que he hecho a lo largo de los años es desarrollar (en colaboración con economistas) lo que se conoce como el enfoque del desarrollo humano, o el enfoque de las capacidades. Se trata de un enfoque que sostiene que el crecimiento económico, medido por el PIB per cápita, no es suficiente para evaluar la calidad de vida nacional ya que realmente no capta qué es lo que la gente está luchando por conseguir. El enfoque del PIB hace caso omiso a la distribución, por lo que puede dar una alta calificación a naciones que guardan alarmantes desigualdades de oportunidades. E ignora además el hecho de que una vida humana próspera tiene muchas partes que varían unas de otras independientemente, e independientemente, también, del crecimiento económico regional o nacional. Una nación puede tener un alto crecimiento sin libertad política o religiosa; pero la gente desea tener una voz sobre su vida política y moral. Una nación también puede crecer bien sin una distribución adecuada de las oportunidades de educación, de asistencia sanitaria o de la preservación básica de la integridad corporal como muestra con tanta claridad mi próspero país, con sus luchas sobre la educación y la asistencia sanitaria y su historial lamentable de violencia de género. Lo que nosotros hemos estado defendiendo, entonces, es que la medida correcta de desarrollo se focaliza en las personas, es sensible a la distribución, y es plural; refleja el hecho de que la gente no lucha por la renta nacional, lucha por una vida con sentido para ellos mismos».

La cultura del procomún busca variables a los patrones utilizados por el sistema capitalista. Reincorpora viejas ideas con nuevas formas que, en parte, recuperan el sentido común. El objetivo es impulsar un nuevo modelo económico, social y cultural. El padre intelectual del movimiento, Christian Felber, publicó en junio de 2012 La economía del bien común. Actualmente (desde noviembre de 2012) ya se puede adquirir la tercera edición del libro. El interés general por buscar nuevas rutas hacia la salida de la crisis parece que ha cuajado. Como el propio autor del libro indica en el prólogo de la nueva edición: «hay alternativas». Y hay que adentrarse en ellas para construir otros caminos. Es posible que la solución sea que tengamos que aprender a decrecer o, al menos, a crecer de forma distinta.

Otros centros de pensamiento crítico, como los Economistas Aterrados, afirman que «si se quiere escapar de la catástrofe social a la que aboca la ideología neoliberal, es necesario plantear un debate que permita formular otros escenarios». La regulación del sistema financiero, la reforma fiscal que garantice que contribuyan más aquellos que mayores beneficios obtienen del funcionamiento de la economía, la renovación y mejora de los servicios públicos, la defensa de un empleo de calidad, la reforma de los tratados europeos para poner fin a la competencia fiscal y social, la suficiente inversión pública que haga posible la transición hacia una sociedad más sostenible en el plano ecológico, son cuestiones importantes sobre las que estos formulan sus propuestas.

Pero la cultura del procomún, como pilar del pensamiento alternativo, tiene tres ventajas que la hacen atractiva: a) se puede aplicar en la vida cotidiana y personal; b) genera pensamiento y práctica como procesos inseparables; c) su dinámica es de abajo-arriba, experimental y práctica, posible y confiada. Ventajas que hacen del procomún, a la vez, una opinión política y social distinta y una opción personal y comunitaria.

A través de las opciones que propone la cultura del procomún, este artículo pretende analizar y proponer enfoques que pueden resultar útiles a organizaciones, pero también a individuos, para visualizar nuevas respuestas a la crisis. La base del relato es la cultura del procomún pero también las dinámicas que genera la organización social en red. De hecho, durante el relato, intentaré demostrar que las dinámicas de la Sociedad Red responden más a las lógicas de la economía del bien común que a las que mayoritariamente rigen a las corporaciones en la actualidad.

El procomún se vincula a una nueva concepción de «lo publico». En este sentido, los gobiernos tienen la posibilidad de reconectar con una ciudadanía más proactiva y aproximarse a otra concepción de la representación y gestión pública.

1. De crecer a resistir
El objetivo de la economía durante años se ha basado en el crecimiento. El ladrillo[1] ejemplifica los despropósitos de un modelo económico marcado por este objetivo. Las organizaciones (empresas privadas pero también administraciones públicas y gobiernos) se han convertido en entes verticales, desconfiados, competitivos, individuales,… y buscando la mayor de las alturas. La arquitectura, en gran parte, ha ilustrado este modelo económico donde lo más importante era y es ser grande. Monumentalidad, grandes bloques e individuales, estructuras pesadas e impermeables y compitiendo por el espacio.

El instrumento para conseguir el objetivo (crecer) ha sido la competitividad. Pero el crecimiento parece que ya ha llegado a su punto máximo y es necesario estimular nuevos valores. Los movimientos de transición[2], con un arraigo significativo en algunos países, —especialmente Gran Bretaña—, encarnan una nueva forma de aproximarse al crecimiento basada en la cooperación. Esta red, con un fuerte componente ecológico (fundamentado en la teoría del peak oil, el consumo de petróleo ha llegado a su punto máximo), incentiva una gran cantidad de proyectos entre las comunidades. La base de los proyectos es muy diversa: desde compartir la generación de energía, las propias cosechas, conocimiento o, incluso, fabricar casas. El objetivo ya no es el crecimiento, sino la resiliencia. Superar el proceso de crisis para salir reforzados gracias a generar otro modelo de vida. El tránsito se formula en un sentido positivo ya que fortalece los lazos entre la comunidad y, también, con mejor equilibrio con los recursos naturales.
La crisis económica, sistémica, ha acelerado y potenciado estos modelos alternativos al capitalismo. La esencia de estos no es el crecimiento vertical y competitivo sino la confianza y la capacidad de generar redes como ejemplifican los movimientos de transición que hemos destacado.

2. De la motivación personal al beneficio de la comunidad
Según el pionero en enfoque de sistemas Russell L. Ackoff[3] «el crecimiento no es sinónimo de desarrollo». El desarrollo se consigue a través de la motivación personal. Para conseguir que el individuo este motivado funcionan mejor los sistemas que se basan en la cooperación más que en la competitividad. Según Felber, es necesario estimular la motivación personal a través de la recuperación de los valores que aproximen a la persona a la cooperación más que a la competitividad que estimula el mercado capitalista. El resultado del capitalismo, según el autor, es la concentración y abuso de poder, la polarización y miedos sociales, el deterioro de los valores, la destrucción ecológica, la supresión de la democracia…aspectos que alejan a la persona de los valores de igualdad, justicia, libertad, etc.

Si la motivación del individuo, en términos de cooperación, estimula a trabajar para mejorar el bienestar de la comunidad, la aproximación al trabajo y a los proyectos será diametralmente opuesta a la que promulga el capitalismo. El rendimiento de un proyecto no se evaluará exclusivamente por los beneficios económicos que este aporte, sino a partir del retorno que produce a la propia comunidad impulsora.

«La economía del bien común ni suprime los balances financieros ni prohíbe que las empresas persigan beneficios. La diferencia con el capitalismo radica en que el beneficio financiero ya no es la finalidad del afán empresarial sino un medio para el propósito verdadero: prestar la aportación más grande posible al bienestar». Felber (2012).

Partiendo de esta concepción las posibilidades para las empresas son muchas pero la visión y la estrategia a la hora de impulsar proyectos tienen que ser distinta a las convencionales. La motivación de la comunidad, en términos de retorno, es más importante que el afán de beneficios. A través de la propia financiación del proyecto ya podemos comenzar a involucrar a una comunidad en un proyecto común.
El éxito de la aproximación a las personas que formen parte de la comunidad impulsora será posible si se consigue su confianza. En este sentido, la cultura del procomún estimula valores tan nobles como la transparencia y la toma de decisiones democrática. Durante todo el proceso el rendimiento de cuentas hacia los miembros participantes será clave para mantener esta confianza y estimular nuevas vías de desarrollo para el bien común (léase nuevos productos, servicios, etc.).

3. El nuevo capital basado en la confianza y las emociones
El capital basado en el dinero tiene límites pero podemos explorar y utilizar nuevas formas de capital que tienen un componente emocional importante y se basan en la confianza.

Para ejemplificar el valor del capital más allá del dinero nos centraremos en un caso que ya cuenta con una larga tradición: el intercambio de casas. En el año 1953 se fundo Intervac con unos principios claros: enriquecer culturalmente a los participantes, respetar el medio ambiente y el ahorro económico. La compañía fue impulsada por un grupo de profesores con mucho tiempo para viajar y con la voluntad de no gastar demasiado dinero en ello. La experiencia de estos primeros intercambios les hizo descubrir la grandeza de cultivar amistades internacionales. Actualmente, Intervac cuenta con más de 30.000 socios repartidos por todo el mundo.

En Intervac el éxito de la oferta es posible a través de la recomendación. Es decir, a través de la confianza que los usuarios generan entre ellos se amplia la comunidad. El espíritu de cooperación facilita que cada uno de los miembros ponga a disposición su vivienda y, que en contra partida, señale sus preferencias de intercambio. Una vez realizado este cada uno de los participantes tiene la posibilidad de evaluar su experiencia. Cuando se hace publica la valoración, se obtienen galardones en forma de medallas de bronce, plata, oro o platino, en función del número de intercambios realizados y de las referencias conseguidas; es así como los distintos miembros aumentan su reputación (y su grado de confianza) en la red. Gracias a la recomendación, miles de personas de todo el mundo viajan a bajo coste y con unos valores añadidos que tampoco son menospreciables.

El negocio es posible porque la compañía aprovecha el potencial de sus usuarios y el éxito conseguido a lo largo de los años, en millones de experiencias de intercambio, para ganar mayor credibilidad. Los usuarios pagan una pequeña cantidad de dinero anual para formar parte de la comunidad. A cambio, disponen de los contratos que la plataforma facilitadora proporciona y la base de datos de todos sus miembros.

4. La financiación colectiva como puerta de entrada al procomún
De todas formas, para impulsar proyectos es fundamental —a veces— disponer de dinero. El préstamo ha sido el modelo imperante durante décadas para el empuje de iniciativas. El procomún aporta  y propone opciones al crédito frío y sin compromiso (más allá del meramente contractual). La financiación colectiva, que supera la implicación económica, se ofrece como una alternativa seria y un patrón de comportamiento cultural que puede crecer con nuevos y más ambiciosos proyectos.

Enric Senabre y Olivier Schulbaum, parte del equipo de Goteo (una de las plataformas de microfinanciación con mayor éxito actualmente en España), definían el crowdfunding[4] como el caballo de Troya del procomún[5]. Internet, la tecnología que en mayor medida configura y articula hoy en día redes de personas, se convierte en un elemento esencial para organizar la cultura del procomún. A través de plataformas de crowdsourcing[6] es posible desarrollar propuestas que, por un conjunto de voluntades individuales, se conviertan en realidades colectivas.

El concepto es sencillo. Si la colectividad, agrupada por intereses, impulsa y apoya proyectos que creen importantes, los beneficios también son parte de la comunidad. El crowdfunding actúa como selección natural de proyectos, articulando la inteligencia de las multitudes segmentada por intereses. El beneficio social y económico obtenido gracias a la ejecución de una determinada idea tiene un retorno directo hacia a la comunidad. La financiación colectiva asegura y articula un modus operandi que retroalimenta a la comunidad según sus intereses.

El compromiso personal va más allá de la aportación económica: prestar tiempo (realizando traducciones o ayudando en el desarrollo, por ejemplo), facilitar espacios físicos o virtuales, proponer ideas o ayudar a la difusión (amplificando la comunidad) son otras formas de participar en la financiación colectiva de iniciativas individuales (o de grupos reducidos) que se convierten en comunes.
Es posible pues pensar en un recorrido alternativo cuando planteamos la financiación de un determinado proyecto. Si adoptamos este modelo aseguramos un marco conceptual que va más allá de la propia financiación. Desde la óptica empresarial conlleva una nueva forma de responsabilidad social mucho más poderosa que la desarrollada hasta la actualidad, basada en la financiación de proyectos sin ánimo de lucro con parte de los beneficios.

5. Organización en red para generar modelos más sostenibles y eficaces
La explosión de posibilidades que ha aportado la financiación colectiva, que tiene como referente a centenares de plataformas de crowdfunding que podemos encontrar en Internet, ha sido posible gracias a la tecnología. La Red ha facilitado la transmisión de conocimiento distribuido rompiendo las tiranías de espacio y tiempo tradicionales. Compartir ideas, proyectos, iniciativas, es más fácil que nunca. Este hecho no solo transforma la comunicación y organiza a las personas que están desarrollando un determinado proyecto sino que, también, cambia el modelo de diseño y producción de este. A través de esta fórmula podemos barajar alternativas en la metodología de innovación y un cambio radical del concepto de comercialización y consumo. La aproximación a estos se basa en los principios de la economía del bien común. Patrones más sostenibles y donde la cooperación substituye a la competitividad. Detrás de la producción, además, se favorece el uso por sobre de la propiedad.

La cooperación entre miembros ha tenido en el desarrollo de software colaborativo una gran escuela para otros terrenos. La Wikipedia es un ejemplo clásico de cómo el conocimiento distribuido, por parte de millones de usuarios en todo el mundo, puede superar a estructuras tradicionales de recolección de conocimiento (la enciclopedia Británica, por ejemplo). Este mismo año, la empresa editora de la mayor enciclopedia del mundo, después de 244 años de impresiones[7], ha decidido dejar de publicar la edición impresa. A parte del formato (el soporte digital sea ha impuesto por económico y versátil), la capacidad de rapidez en las actualizaciones de la Wikipedia, realizada por los propios internautas voluntarios, ha sido definitiva.

Gracias a las funcionalidades que aporta el desarrollo de software colaborativo y al conocimiento distribuido, podemos generar bienes materiales. Wikispeed[8] es un buen ejemplo para ilustrar esta nueva alternativa al diseño, producción y consumo que ha promulgado el capitalismo. Joe Justice ha liderado un equipo para desarrollar un coche a través de la colaboración y la suma de conocimiento. Para trabajar en el proyecto el grupo ha utilizado herramientas colaborativas y gratuitas que cualquier Internauta puede utilizar: Google Drive o Skype, entre otras. Justicie, cuando presenta el proyecto[9], destaca cómo  gracias al trabajo de un equipo de voluntarios, que en gran parte nunca se han encontrado presencialmente, se ha generado una auténtica comunidad que, ilusionada por un objetivo en común, permite impulsar una propuesta compleja. En este sentido, la capacidad de innovación de la comunidad de voluntarios supera la que puede ofrecer una empresa tradicional que queda inmersa en procesos más rígidos de diseño y producción masificada.
En su lugar, Wikispeed se concibe como un proyecto modular que permite al usuario adaptar el conocimiento formulado por la comunidad para sus propios requerimientos. De esta forma, el propio interesado puede aportar variantes en el propio diseño que, a su vez, serán aprovechadas por otros miembros. En consecuencia, dispondremos sobre el mismo planteamiento de modelos de coche concebidos como utilitarios, comerciales, furgonetas…pero con una base de conocimiento generada en red y abierta. La voluntad del proyecto es conseguir un modo de producción de un vehículo de transporte de forma más eficiente y abierta para el beneficio del común. Y, si un internauta desea comprar uno o varios módulos del vehículo, de forma independiente, también puede hacerlo.
En un sentido similar, pero con un alcance aún mayor, se plantea Global Village Construction[10], Open Source Ecology. La propuesta es crear una aldea autosuficiente que disponga de las comodidades de las que podemos disponer en la actualidad. La fabricación descentralizada y personalizada permitirá hacer posible este reto. La herramienta para llegar a cabo este reto es el Open Source Ecology, una plataforma donde se pueden conseguir los diseños y las instrucciones para fabricar más de 50 maquinarías industriales con el propósito de incentivar un modelo de fabricación y distribución más sostenible y manteniendo los niveles de confort requeridos. Los agricultores tienen en esta plataforma una herramienta de gran utilidad, ya que les permite fabricar, personalizar y reparar sus propias máquinas.

El espacio dispone de un Wiki donde se pueden descargar todos los elementos necesarios para construir cada máquina. Además, vídeos y fotografías facilitan el proceso de reproducción o adaptación de un diseño concreto. Y un fórum permite realizar consultas durante el proceso de construcción y/o evaluación de un determinado objeto o máquina. Recomiendo una visita a la página web para dimensionar el gran número de posibilidades y recursos que ofrece. Una auténtica Wikipedia de la fabricación abierta, colaborativa, personalizada y en red.

Para que una persona se pueda construir estos artefactos son necesarios, además del conocimiento compartido, unos recursos técnicos que no siempre pueden estar al alcance de un único usuario. Para ello, se han generado espacios, los Fab Labs[11], que permiten compartir las maquinarias necesarias para realizar los distintos ingenios diseñados en red. En estos espacios cualquier persona puede utilizar los diseños colgados en la Red y que permiten una mecanización automática. Es decir, un robot acaba cortando el troquel de la silla —por ejemplo— para ser fabricada, a medida y, si se desea, con un rediseño personal.
El funcionamiento de este modelo de innovación conecta con la lógica de la Sociedad Red. Una herramienta global (Internet) permite desarrollar proyectos muy locales, pero con dimensión global. A partir de aquí aparecen una gran cantidad de oportunidades que, a su vez, obligan a repensar el modelo de producción y comercialización de los productos existentes. Los nuevos productos, como explicaba, serán más personalizados, más creativos y con un impacto medioambiental menor.

Una red de Fab Labs repartidos por el mundo podría generar un nuevo modelo de producción y consumo de productos que actualmente forman parte de una cadena de fabricación capitalista. Podemos pensar, con lógica de mercado y capacidad de abastecimiento, que este nuevo modelo tiene una capacidad de influenciar o variar la tendencia general pequeña, aunque no deberíamos subestimarla. Es una cuestión de tiempo y de socialización que tengamos una gran red de microcomunidades interconectadas para el diseño y la producción de objetos.
«La tecnología no deja de avanzar. Actualmente ya disponemos de las impresoras 3D han evolucionado tanto que se comienzan a realizar pruebas para construir casas impresas a medida».

6. La gobernanza del procomún
Los ciudadanos más autónomos y organizados disponen cada vez de más información y son también más exigentes y vigilantes. La cultura de la participación y de la implicación ciudadana avanza hacia un nuevo paradigma para recuperar y preservar el bien común. Esto obliga a repensar las competencias de la Administración y la función pública y a generar canales para abrir las puertas de gobiernos y administraciones. Al igual que los proyectos de financiación abierta se exige transparencia y rendimiento de cuentas a los responsables políticos.

La sociedad decepcionada, crítica y muy informada, ha generado las herramientas para monitorizar y fiscalizar las actividades políticas. Las tecnologías sociales y la trazabilidad digital de la mayoría de los actos administrativos, así como el ingente volumen de datos, referencias y menciones vinculadas a la acción política, permiten una cartografía constante, una observancia geolocalizada, personalizada y acumulada con una gran variabilidad de informaciones y visualizaciones gráficas. Algunas de ellas ofrecen nuevas perspectivas, nuevas fotografías y nuevas realidades, de una manera extraordinariamente atractiva y potencialmente muy democrática, para ejercer un control cívico del poder político.

La difícil situación económica de cada vez más personas contrasta con el histórico déficit en la productividad del sistema público, como consecuencia de una densidad procedimental y competencial, la arbitrariedad y la opacidad en la gestión de muchos procesos, junto a la resistencia de algunas áreas o cuerpos a perder privilegios.

Mientras, una sociedad cada vez más crítica y conectada se vuelve más exigente hacia la Administración, a la que percibe, en buena parte a partir de prejuicios y tópicos, como lenta, improductiva y, en algunos casos, sobredimensionada.

Abrir los datos públicos (open data) es un primer paso que permite empezar a responder a las exigencias de la ciudadanía que exige transparencia, y ofrecer, también, la posibilidad de incentivar servicios y productos a partir de estos datos públicos reutilizables. El creciente uso de teléfonos móviles inteligentes por un sector cada vez más amplio de la población asegura un público potencial para estas iniciativas. La mayoría de estos proyectos tienen versiones gratuitas que pueden ser utilizadas libremente por cualquier ciudadano. Podemos afirmar que, en parte, también son partícipes de la cultura del procomún.

Pero los cambios hacia una verdadera eAdministración no son solo tecnológicos, sino que requieren de otra manera de hacer, pensar y servir a los ciudadanos y ciudadanas. Se trata de una nueva cultura de la comunicación, un nuevo modelo organizativo y la liberación del talento creativo dentro y fuera de los perímetros de la función pública. No hablamos solo de tecnología, sino de una tecnología social y relacional que impulsa y estimula una cultura de cambio en la concepción, gestión y prestación del servicio público.

Cuando la «política oficial» ha intentado aproximarse a la cultura del procomún tampoco ha sido asertiva. La cultura del procomún trabaja en red, con roles de poder distribuidos, horizontales, sin protagonismos. Aunque la persona es el eje de su discurso, lo es en tanto que parte del colectivo, no por un afán de protagonismo personal. Son movimientos de base, que replantean los cimientos sociales, económicos, culturales, políticos… No necesitan —ni quieren— directivas del liderazgo desde los espacios de poder tradicionales.

7. Conclusiones
Hemos visto que la oportunidad que ofrece la cultura del procomún, como alternativa a la crisis, tiene varias dimensiones tanto en lo personal como en lo organizativo. Por un lado, la dimensión de la persona es fundamental porque es el eje del cambio de modelo. Y, por otro lado, los valores humanos tienen que impregnar el concepto de la organización.

Compromiso personal. Los nuevos movimientos de empresas sociales y de ciudadanía crítica que, sin esperar a cambios estructurales, practican los cambios vitales se centran en la implicación personal: «Sé tu mismo el cambio (aunque sea pequeño, muy pequeño) que quieres que se haga realidad» afirma Christian Felber. Es una propuesta ideológica, de vida. De ahí su fortaleza y su atractivo: la coherencia.

Compromiso organizativo. Hay que conseguir un marco legal para el desarrollo de valores de orientación empresarial y personal hacia el bien común. Con ello, se incentivaría a sus participantes. Para este fin, es importante que las empresas realicen un balance de su aportación al bien común. La dignidad humana, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica, la justicia social, la participación democrática y la transparencia son cinco ítems que actúan de indicadores para su valoración en tanto que empresa u organización.
Compromiso político. La «cultura del procomún» puede conectar mejor con las sensibilidades y las nuevas mayorías que la «ideología de lo común». No hay Estado, (ni gobierno) que por sí solo pueda ya resolver los desafíos a los que nos enfrentamos.

Por un lado, la pérdida de poder del Estado, asociada a la pérdida de poder de lo público, nos obliga a los ciudadanos a rescatar la política protagonizada exclusivamente por nuestros representantes (y sus instrumentos, los partidos políticos). Necesitamos recuperar parte de la soberanía cedida vía representación.

Por otro lado, es fundamental que los gobiernos generen los marcos adecuados para incorporar la cultura del procomún. En este sentido es destacable la ley JOBS (Jumpstart Our Business Startups[12]) impulsada por el presidente Obama en Estados Unidos para facilitar la microfinanciación colectiva. Las startups, en la búsqueda de financiación hasta ahora, solo podían depender de la autofinanciación (ahorros o créditos bancarios) o de la búsqueda de inversores profesionales que apoyarán su iniciativa. Con la nueva ley, la microfinanciación se convierte en otra vía.

En definitiva, en la medida que la voluntad o las propias necesidades aproximen a más personas a la práctica del procomún, las comunidades para el bien común aumentarán. Las buenas prácticas también serán inspiracionales entre ellas y aproximarán cada vez más perfiles profesionales. Para las corporaciones tradicionales, como se ha descrito, el procomún es una oportunidad para revisar profundamente su propia definición y su papel en la sociedad. También los gobiernos y la función pública tienen un reto importante para ser facilitadores y no obstaculizar una transformación que parece lógica y de sentido común.

Publicado en: Documentación Social. Revista de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada. nº165
Los bienes comunes: cultura y práctica de lo común (abril-junio 2012)


[1] GUTIÉRREZ-RUBÍ, A. (03.09.2008) Menos ladrillo y más Internet https://www.gutierrez-rubi.es//2008/09/03/menos-ladrillo-y-mas-internet/
[2] Transition Towns es la red que une a las diversas comunidades que trabajan en torno a  la transición basándose en la teoría del Peak Oil. http://www.transitionnetwork.org/
[3] [3] Ackoff, R. (1972) On Purposeful Systems: An Interdisciplinary Analysis of Individual and Social Behavior as a System of Purposeful Events, con Frederick Edmund Emery, Aldine-Atherton: Chicago.
[4]
Crowdfunding, también denominado financiación colectiva, es un término que determina la manera (a través de la microdonación de varias personas) en que se consigue el dinero para llevar a cabo un proyecto.
[5]
SCHULBAUM, O. & SENABRE, E. (2011) El crowdfunding como caballo de Troya del procomún http://www.cccb.org/lab/es/generes-mutants/el-crowdfunding-com-cavall-de-troia-del-procomu/
[6] Crowdsourcing se define como una convocatoria abierta distribuida, para externalizar tareas que anteriormente se realizaban en el interior de la misma organización.
[7] Tras 244 años de imprimirse, desaparece en papel la Enciclopedia Británica http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/3ad932613eb6d0332ab40e0862cd6dcb
[8] Wikispeed http://www.wikispeed.com/
[9] ESPELT, R. (19.02.2012) Wikispeed, with Joes Justice & Román Nuez http://ict4rd.net/2012/10/19/wikispeed-with-joes-justice-roman-nuez
[10] Global Village Construction http://opensourceecology.org/wiki/Global_Village_Construction_Set
[11] Fab Labs http://es.wikipedia.org/wiki/Fab_lab
[12] Startup es un término que se relaciona con la temporalidad. Dícese de una empresa, relacionada habitualmente con la innovación, que se asocia a un perfil de riesgo/recompensa y oportunidades de crecimiento.

Bibliografía
BONET, S. (2011): Crowdsourcing o el arte de innovar cooperando (en línea).
http://www.santiagobonet.org/2011/04/48-video-de-crowdsourcing-o-el-arte-de.html

ECONOMISTAS ATERRADOS (2012). Cambiar la economía, Madrid: Editorial Libros Catarata (en línea)
http://www.catarata.org/libro/mostrar/id/795
ESTRADA GARCÍA, R. A.; MARTÍNEZ ÁLVAREZ, F. de J. & MONROY ALVARADO, G.S.: Competitividad y/o cooperación (en línea)http://www.centrogeo.org.mx/curriculum/germanmonroy/ppt_en_pdf/competitividad_y_o_cooperac.pdf
FELBER, C. (2012): La economía del bien común, Barcelona: Deusto, Editoral Planeta.
FRAGUAS, A. (2011): «La revolución cultural del procomún». El País, 28/12/2011 (en línea) http://elpais.com/diario/2011/12/28/cultura/1325026801_850215.html
FREIRE, J.: La importancia de la innovación en los modelos organizativos (en línea)
http://laboratoriodetendencias.com/2011/07/la-importancia-de-la-innovacion-en-los-modelos-organizativos/
GUTIÉRREZ-RUBÍ, A.(2012): «Fab Labs, incubando el futuro», Oportunidades compartidas, Julio 2012 (en línea).
https://www.gutierrez-rubi.es/wp-content/uploads/2011/11/OC6.pdf
SUBIRATS, J. (2012): «Espacio público y bien común»,  El País, 1/07/2012 (en línea). http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/06/30/catalunya/1341090870_240243.html
X.NET (2012): Experiencias de crowdfunding en el Estado español y Cataluña: principales características, retos y obstáculos (en línea). http://whois–x.net/img/crowdfunding_cast.pdf

Enlaces de interés:
Entrevista a David Bollier en torno a la economía y las relaciones del procomún (Enric Senabre. Blog Colaboratorio. eldiario.es, 2.05.2013)
El futuro es colaborativo (ElMundo.es, 5.05.2013)
– BENEFICO (@benefi_co) Economía del Bien Común #EBC: Difusión e Implantación. Modelo de Christian Felber. Spain
La Carta de los Comunes. Para el cuidado y disfrute de lo que de todos es (madrilonia.org. Traficantes de Sueños)

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