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Los actos políticos del futuro

La liturgia política languidece. Este es otro de los síntomas que, inequívocamente, refleja el agotamiento (cultural y estético) de la oferta política tradicional. La escenografía política habitual de los actos públicos transforma a los participantes en figurantes y la jerarquización de los espacios (en el escenario y en el auditorio) consolida las nomenclaturas del poder. La mayoría de los actos políticos son incapaces de crear una atmósfera memorable y de fuerte contenido emocional que permita una implicación personal de quien asiste. Sin diseño y planificación de la experiencia emocional presencial, estos actos están pensados para el corte mediático y el impacto asociado a la noticia o a su reverberación viral en redes sociales. Se pierde con ello una gran oportunidad: vivir las ideas.

Pasar de la audiencia (mediática y digital) y la asistencia (presencial) a un concepto de protagonismo más coral y de comunicación creativa es un reto inaplazable. Se necesitan escenarios y escenógrafos… sí, pero se necesita —sobre todo— un público que sea algo más que decorado e indicador del aplausómetro. Crear las condiciones para que esto sea posible es parte de los nuevos desafíos que debe abordar lo político para recuperar las sensaciones de lo público. Estas podrían ser algunas pistas.

1. La música.
Las canciones políticas han sido sustituidas por sintonías electorales. Sin letras, música y cantantes, sin coro político no hay clima político. Todas las revoluciones han tenido sus músicas y sus canciones. Sin ellas no hay comunión, ni comunidad. El agotamiento acústico de algunas de estas sintonías es parte del cansancio de marca que padecen las grandes formaciones políticas. Lo mismo sucede con las imágenes, la señalización y las pantallas. La previsibilidad (y obsolescencia) de la mayoría de las propuestas acaban imponiéndose al mero cambio de look gráfico renovado. Lo que está agotado es la estandarización.

2. El nombre. El combate se reproduce y recrudece en las denominaciones de marca. El término y concepto «partido» retrocede en términos de atractivo frente a la diversa variedad de otros nuevos nombres: plataforma, alternativa, unión (y unidad, unidos, unida/o), compromiso, foro… Pareciera que todas las ofertas políticas emergentes recelan de la marca «partido» (aunque lo sean), conscientes de que la demanda social empieza a cuestionar la exclusiva ecuación «política = partido», y buscan, en sus nombres, estéticas y escenificaciones de nuevas liturgias. Lo mismo pasa con «jornada», «acto» y «mitin»… que reculan frente a taller, encuentro, festival, quedada, TED’s, maratón… y pronto llegarán el hangout y el hackathon políticos como soluciones de presencia y participación que estimulan lo activo frente a lo pasivo, alejándose de lo meramente espectador.

3. El espacio. La búsqueda de espacios nuevos, de fuerte contenido cultural, que reflejen mejor la nueva pulsión de cambio social, es parte de las opciones: fábricas, naves, garajes, lab’s, mataderos, cafés, plazas públicas… Todos ellos pueden ofrecer alternativas simbólicas a los auditorios, salas y palacios. El diseño del espacio es comunicación pura. Escoger (y optar) por otros espacios (que no priman el concepto de escenario y auditorio) es básico si se quiere romper inercias y esquemas prefijados de lo que va a suceder, cómo y por quién va a ser protagonizado. La elección del espacio es crucial para alterar la concepción litúrgica (oficiantes oficiales para público oficialista) que reserva el protagonismo (y el tiro de cámara) al liderazgo orgánico.

4. La distribución. ¿Qué disposición, del espacio y sus recursos, según el tipo de acto y para qué actividad de las personas que asistirán? Esto es lo decisivo. Evidentemente, las expectativas de asistencia condicionan espacio y distribución, pero casi siempre es posible ofrecer otras soluciones cuando lo que se persigue es el compromiso y la motivación. Y cuando se desea trasladar la percepción de que cada persona es importante, que su presencia no es anecdótica o secundaria, y que su participación (en formatos y posibilidades diferentes) es básica para el éxito del encuentro y su vivencia emocional. Las soluciones basadas en la tecnología móvil son opciones cómodas, baratas y prácticas que consiguen, en parte, estos objetivos.

Hay un debate creciente, entre algunas fuerzas políticas, sobre cómo organizar la actividad política en el espacio público para conseguir una renovada vinculación por compromiso y participación, no simplemente por la mera asistencia. El itinerario antes-durante-después, así como la personalización de la conversación entre promotores y participantes, creando auténticos entornos de cooperación, pueden ser pistas decisivas para repensar la praxis política.

Existen, también, propuestas estimulantes que exploran estos caminos, como el sitio Actipedia que es una base de datos generada por los usuarios de activismo creativo. Un lugar para leer, comentar y compartir experiencias y ejemplos de cómo los activistas y artistas están usando tácticas y estrategias creativas para ofrecer visiones de una sociedad mejor.

En definitiva, hay que diseñar eventos inspiradores, que motiven a hacer más, participar más, crear (y creer) más. El objetivo es pasar de asistente a activista, de espectador a actor, de observador a ciudadano comprometido. Creando, además, fuertes vínculos para el trabajo político en comunidad. El tránsito «nuevos actos para nuevos públicos y redes» es crucial, si se quiere nueva política y otros modelos de partido.

Publicado en: El País (10.06.2013)(blog Micropolítica)

Fotografía: Graydon Driver para Unsplash

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