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Tarjetas de crédito y descrédito de la política

Estaban ocultas en la cuenta de «quebrantos». Concepto que identificaba las pérdidas de dinero por las «visas robadas». La auditoría interna de Bankia descubrió el ardid contable de las tarjetas B bajo ese epígrafe indetectable. Tan opaco como perverso. Quebrantos. Otra metáfora tan grotesca como soez. ¡Vaya nombre paradójico! Los mismos que llevaron Caja Madrid a la quiebra, mientras seguían sangrando —hasta la última gota— a su propia entidad, y que han quebrado —definitivamente— la confianza de la ciudadanía en una manera de hacer política y en sus puertas giratorias.

Las cuatro acepciones del verbo quebrantar conjugan plenamente en este caso: 1. Romper, deteriorar algo. 2. Violar una ley, no cumplir una obligación. 3. Debilitar la salud o la fortaleza de alguien. 4. Profanar un lugar sagrado o entrar en él sin permiso. Lo hicieron todo. Sin rubor. Sin pudor. Sin perdón.

La exhibición obscena, en forma de la lectura de los 81.570 cargos en las tarjetas ‘black’ de Caja Madrid, no deja lugar a dudas: el deterioro ético iba en paralelo a la incompetencia técnica. O, precisamente, por ello, la incapacidad para gestionar eficientemente los recursos ajenos era la consecuencia de un desorden impropio y escandaloso. Porque a nadie se le escapa que el diseño de esta contabilidad oculta era parte de una degradación personal y profesional simultáneas, que les llevó a embriagarse de la peor de las vanidades: la impunidad.

El tiempo y la investigación judicial dibujarán todavía un cuadro más completo de lo ocurrido, que hemos conocido también gracias a la fiscalización ciudadana. Pero aparecen, con nitidez, cuatro consideraciones relevantes: un método, una complicidad, un estilo y un destino.

El método. No era una contraprestación por servicio alguno, sujeta, entonces, a contabilidad transparente, con sus retenciones y declaraciones formales. Eran, pura y simplemente, sangrías económicas asociadas al cargo. No respondían a trabajo, mérito o premio alguno. Era saqueo consentido.

La complicidad. El silencio cómplice, la permisividad y la impunidad se obtuvieron al generar un método capaz de corromper a personas que representaban o estaban vinculadas a todas las fuerzas políticas, a todos los sectores. Y, así, los que debían vigilar acabaron por mirar hacia otro lado mientras el grifo del cajero automático parecía inagotable.

El estilo. La variedad de los gastos, así como el carácter estrictamente personal de la mayoría de ellos, imposibles de asociar o justificar a representación institucional alguna, descubren unas prácticas que escandalizan hasta la náusea. No lo hemos visto todo, todavía. Mientras la Caja se desmoronaba, sus principales directivos no dudaban en gastar sin control y sin decoro. Su estilo de vida, fruto del uso discrecional y casi ilimitado de recursos, era incompatible con la función para la que habían sido designados. Una vez más: las formas son siempre fondo.

El destino. En 2012, el expresidente del Gobierno José María Aznar reveló que Rodrigo Rato rechazó ser su sucesor en dos conversaciones que mantuvieron en el año 2000, aunque afirmó que en el verano de 2003 le dijo que había «cambiado de opinión» y que quería «ser el candidato»; pero ya era tarde. En sus memorias, Aznar admite que Mariano Rajoy era su última opción para sucederle. Pero fue el escogido.

Ahora Mariano Rajoy deberá escoger entre la irritación compartida con la ciudadanía o la consideración que hay que tener entre colegas y viejos amigos. Como la que tuvo Luis De Guindos, quien —al recibir la auditoría de Bankia de manos de su actual presidente, José Ignacio Goirigolzarri, y conocer la implicación directa de la cúpula directiva (con Rodrigo Rato a la cabeza)— instó a Bankia a darles la oportunidad de devolver el dinero antes que el FROB remitiera el caso al Fiscal. Así lo hicieron, obteniendo quizá alguna ventaja judicial preventiva que no tuvieron otros titulares de las mismas tarjetas. Pero parece ser que con objeciones: se trataba de una devolución condicionada a que cuando se revisaran sus gastos y se apreciara que estaban justificados, se les reembolsara el dinero nuevamente.

La sociedad española, y en especial los clientes y trabajadores de Bankia, esperan con impaciencia las explicaciones de Rodrigo Rato para que nos ilustre como las copas, los bolsos, las fiestas y el efectivo son gastos justificables pendientes de reembolsar. En especial a qué dedicó los 1.000 euros que sacó del cajero automático apenas dos días antes del rescate de la entidad que, con dinero de todos, asumió el Estado. El quebranto es total. Total.

Publicado en: El País (11.10.2014)(blog ‘Micropolítica’)
Fotografía: Kaysha para Unsplash

Enlaces asociados:
Veinte consejeros gastaron 400.000 euros con ‘tarjetas B’ cuando Caja Madrid apenas tenía ya actividad (infoLibre.es, 12.10.2014
Desconfianza y corrupción (Josep Ramoneda. El País, 7.10.2014)
El despilfarro con tarjetas opacas en Caja Madrid, explicado en seis gráficos (Antonio Delgado. Yahoo Noticias, 12.10.2014)
Fundieron la visa ‘B’ pese a que tenían en ‘A’ 9.000 al mes (Carlos Segovia. El Mundo, 12.10.2014)
Están invitados  a exigirnos (Pedro Sánchez. El Mundo, 11.10.2014)
– Entrevista para el artículo:  Rato, la antigua esperanza del PP caída en desgracia (de Elodie Couzin AFP, 26.10.2014)(versión en inglés)

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