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La silla vacía

Los debates electorales son el hecho más importante de una campaña electoral. Y, muchas veces, el momento más determinante en la vida de los políticos. También lo es para los electores, por la insustituible información que aportan. Tanto la verbal, como la no verbal. El cuerpo habla, y revela una compleja y rica gama de datos, percepciones y emociones que nos ofrecen elementos decisivos para nuestra elección final. En un debate, los candidatos están solos, despojados de sus equipos y defensas. Son lo que son. Son lo que vemos.

Por todo ello, los debates deberían ser un derecho y un deber. Un derecho para los electores y un deber para los candidatos. Evitar, hurtar o impedir, por activa o por pasiva, este derecho debe ser valorado muy negativamente.

En Estados Unidos, por ejemplo, no se conciben unas primarias o unas elecciones sin debates televisados. Todo lo contrario de lo que ocurre en España. Alan Schroeder, profesor de la Northeastern University de Boston, y uno de los grandes expertos mundiales sobre debates, afirma: «una de las cosas más importantes en la carrera de un político es poder presentarse en un plató con su oponente».  Schroeder, que recientemente estuvo en España invitado por la Academia de la TV, sostiene que todo aspirante a gobernar un país debe tener la habilidad de presentar sus puntos de vista ante la lente de las cámaras. «Un político en un debate es como un trapecista sin red», asegura.

Pero ayer por la noche, nada de esto sucedió, aunque sí hubo un debate, lamentablemente devaluado e impostado. La decisión de Javier Arenas de no asistir a la cita convocada por Canal Sur es arriesgada, más de lo que seguramente cree. El cálculo se ha impuesto sobre la política. Y cuando se juega a no perder, muchas veces se acaba haciéndolo.

La argumentación sobre la falta de neutralidad es una poderosa arma de combate electoral, sirve para seguir desgastando a tus oponentes por vía interpuesta, y alimenta la idea de régimen político que debe ser substituido con la ruptura política no con la alternancia democrática. También le sirve a Arenas la imagen PSOEIU fijada en el plató: de lo que podría ser la alternativa de gobierno a una mayoría no absoluta del PP. Pero nada evitará la percepción de cálculo, cobardía, o provocación, según sea quien lo interprete. Cualquiera de estas valoraciones tiene un poderoso marco negativo.

La imagen metafórica de una silla vacía ha marcado el debate, aunque ésta no estuviera presente. En la historia política contemporánea, encontramos muchas situaciones similares de no comparecencia de uno de los candidatos. Las razones son variadas y dependen mucho del contexto. Pero, en casi todas, el coste es superior al beneficio.

Arenas, confiado en el empuje de la inercia, especula. Cree que la campaña solo va a certificar un cambio político que lleva tiempo gestándose, y que será invulnerable y permanecerá aislado a cualquier eventualidad de la campaña, como la del debate frustrado. Pero el cálculo puede haber equivocado la ecuación a resolver. Sin pretenderlo, habrá alimentado la idea de falta de transparencia, de falta de claridad, a pesar de la gesticulación para aceptar debates en otros formatos. La posición de víctima (por la falta de supuesta neutralidad) es menor quizás, en términos de rentabilidad electoral, que el coste de la sospecha de quién oculta, esconde o… engaña.

El debate deja, también, otros paisajes. UPyD, por ejemplo, ha aprovechado muy bien en Twitter y en las redes sociales su no participación, vendida como «exclusión» y «manipulación». Circunstancia que le resulta perfecta para seguir lastrando el suelo del electorado socialista. Canal Sur, símbolo del poder institucional, acaba siendo acusada de partidaria y autoritaria. Vaya dura factura para la Agencia Pública Empresarial de la Radio y Televisión de Andalucía (RTVA).

Finalmente, el PSOE, centrado en el control de lo analógico y lo audiovisual, no ha comprendido, todavía, que los debates ya no se ganan solo en el plató, sino también en las redes sociales. Y que la opinión pública sucumbe a la percepción que se crea, alimenta y gestiona desde los móviles, no desde el mando del televisor.

Publicado en: El País (13.03.2012) (blog ‘Micropolítica‘)

Enlaces de interés:
Presidentes a la reelección (blog Micropolítica, 12.03.2012)
Gestionar el ánimo (blog Micropolítica, 9.03.2012)

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