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100 días de Rubalcaba

El 4 de febrero de 2012 Alfredo Pérez Rubalcaba era elegido secretario general, en el 38 Congreso del PSOE, por el 51,6% de los votos frente a Carme Chacón. Han sucedido muchas cosas desde entonces, que en el PSOE achacan al buen hacer del partido y al liderazgo del propio Rubalcaba: buenos resultados en Andalucía y Asturias, aumento de la intención de voto y bajada pronunciada del apoyo al gobierno del PP, desgaste de Mariano Rajoy, incluso las elecciones francesas -con la presidencia de François Hollande– otorgaron un aura de victoria moral para los socialistas españoles.

También, y por primera vez desde que es secretario general, Rubalcaba ha conseguido que los ciudadanos le puntúen mejor que al presidente del Gobierno, con una nota de 4,11 frente al 3,84 del jefe del Ejecutivo, escalando hasta la segunda posición en la valoración de líderes, por detrás de Rosa Díez (UPyD). El ánimo actual en la calle Ferraz es -además de la lógica preocupación por la grave situación económica- de satisfacción moderada por el trabajo realizado; incluso de una cierta sorpresa por la rápida recuperación de las constantes vitales del partido tras el descalabro electoral del 20N.

En estos primeros cien días, Alfredo Pérez Rubalcaba ha intensificado una agenda con visibilidad internacional, intentando recuperar al PSOE como alternativa española a las políticas de austeridad que tienen lugar en toda Europa. Ha visitado Bruselas, París y Lisboa, además de mantener reuniones con Hollande, Martín Schultz o Mario Soares. En las próximas semanas viajará de nuevo a Bruselas para asisitir a una cumbre de líderes socialdemócratas y también a Berlín. En España, ha visitado 14 de las 17 comunidades autónomas. Ha impulsado en el Congreso y Senado más de 6.000 iniciativas políticas (como la del pasado 12 de mayo, donde pasó de la crítica a la propuesta -igual que con su desconocida reforma laboral alternativa-, pidiendo tres grandes pactos para que Rajoy no siga “destrozando España”).

Rubalcaba ha hecho parcialmente los deberes, pero no es suficiente. Esta crisis financiera y económica (de modelo), es también una crisis de la política (de legitimidad) y de los partidos políticos (de formato). Sin comprender y actuar sobre estos tres retos es difícil construir una alternativa real. Rubalcaba, que es un sobreviviente nato en la política, tiene una peculiar concepción del tempo político, y puede tener la tentación de esperar a la alternancia. Los resultados electorales recientes alimentarán esta tentación.

Puede pensar que su aliado el tiempo, los errores del adversario, el viento a favor de otros contextos políticos y el coste político y electoral que esta crisis devastadora tendrá sobre sus adversarios le volverán a situar en condiciones competitivas. Pero su recuperación electoral es más por demérito del PP y de Rajoy que por méritos propios. Sólo dos de cada diez ciudadanos que votaron al PSOE creen que está haciendo una buena oposición. El 52,6% cree que sólo es regular y el 21,8 la tacha de mala o muy mala. Según el CIS, casi la mitad de los votantes socialistas asegura que Rubalcaba le inspira, personalmente, poca o ninguna confianza.

Lo cierto es que desde el 20N los populares han reducido su estimación de votos cuatro puntos mientras que el PSOE solo ha subido nueve décimas. Según esta encuesta, los socialistas no lograrían atraer el voto desencantado con el gobierno. También se ha escuchado ya alguna crítica al exceso de optimismo, como la de Eduardo Madina, secretario general del Grupo Socialista en el Congreso.

Rubalcaba ha marcado con habilidad a Rajoy, ocupando una presencia mediática y política ante los silencios, huidas, y errores de éste, y ha apostado también por la videología, con algunos vídeos más o menos afortunados.

Alfredo que ya era un tuitero antes que Twitter, aunque sudó en esta #TwitterEntrevista,  ha vuelto a demostrar su capacidad para expresarse brevemente, con el conocido y eficaz “corte”. A sus habituales metáforas futbolísticas o químicas (él lo es), hay que añadir su gusto por las figuras retóricas como: el quiasmo (“si no vives como piensas, acabarás pensando como vives”); la paronomasia (“el podar y el poder”, que usó cuando acusó a Rajoy de talador); o las previsibles anáforas, tan insoportables como eficaces (“en lo que no nos puede ganar nadie es en ganas de ganar”)… Pero la política que se necesita ya no es sólo de titulares.

Alfredo ha abandonado su viejo (y popular) teléfono Nokia y se ha lanzado al iPhone. Para los que han conocido (sufrido o gozado) sus lacónicos sms, este paso podría tener significados. Hay algo de metafórico (y espero que también de cultura política) en este tránsito tecnológico. Rubalcaba deberá pensar si el camino para construir una alternativa es esperar y apuntalar al PSOE, para volver a ser su mejor y más eficaz versión. O si, al contrario, lo que se necesita es una refundación ideológica, organizativa y política desde la humildad. ¿Será capaz de liderar los cambios? Esta crisis obliga a todo el mundo a transformaciones. Cambios en la manera de gobernar y cambios, también, en la manera de ejercer a oposición. Cambios en la política. La modernidad no es una marca, es una cultura, una filosofía, una actitud.

Esta crisis es una ruptura de legitimidades entre la política y la ciudadanía, como vemos –parcialmente- en el estado de ánimo que se identifica con el #15M. Rubalcaba ha sacado una nota aceptable en estos cien días. Pero que no se conforme. Su examen no es en la vieja política (que conoce bien), sino en la nueva. Y, ahí, todavía se le espera. Tiene algo de tiempo aún -ese que tanto le gusta-, pero no le sobra.

Publicado en: El País (18.05.2012) (blog (‘Micropolítica‘)
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