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El beso de Obama

Publicado en: El Periódico de Catalunya (20.07.2012)(blog ‘Born in the USA‘) (versión pdf)

El pasado 17 de julio Barack Obama y su esposa asistían a una exhibición de baloncesto, en el Verizon Center, cuando aparecieron en la imagen de la pantalla gigante, con las palabras kiss cam. Cuando esto ocurre, se supone que los protagonistas deben besarse. Pero Obama, a pesar de los gritos de júbilo del público, no lo hizo. Tan solo abrazó a Michelle y la besó en la frente. La decepción fue total.

Fue un error, ya que se mostró frío y no hizo lo que la gente corriente que acude a los partidos hace: besar a su pareja en público si le enfoca la cámara. Es una tradición popular. Desde su equipo se apresuraron a decir que no habían visto que le enfocaba la cámara del kiss cam, y que fueron sus hijas las que le preguntaron en el descanso y se lo hicieron notar. Aunque hubo otras reacciones que insinúan que fue Michelle la que no quiso besarle, lo que aún dejaría peor al presidente.

Sea como fuere, sus asesores enmendaron rápido el patinazo. En la segunda parte del partido, “curiosamente”, la cámara volvió a enfocarles y, entonces sí, se cumplió el ritual cuando Obama besó los labios de su esposa. Un error sin importancia, por pudor o cálculo, pero que dice mucho de lo significativas que son las emociones en política, y de la trascendencia que tiene mostrarlas. Sobre todo, para Barack Obama.

Recientemente, el presidente reconocía en unas reveladoras declaraciones, durante una entrevista en CBS News, por sinceras y transparentes, que “hay que salir de esta ciudad, estar más tiempo con la gente americana, escuchando, conversando con ella sobre el lugar al que vamos juntos como país”. Pero estar con la gente es también hacer, con normalidad, lo que hacen tus compatriotas. Estas elecciones van, precisamente, de la clase media, de la gente corriente.

Obama debe recuperar el contrato emocional con sus electores. El Yes, we can fue una marca colectiva, un sujeto plural. Era un «nosotros». Cuatro años después, una parte importante de aquellos electores piensa -y siente- que Obama ha gobernado “sin nosotros”. Y, a veces, “contra nosotros”.

Acabamos pensando lo que sentimos. Y no comprenderlo, no entender hasta qué punto la llave de la puerta de la razón es la llave emocional, es un gravísimo error. En la vida y, por supuesto, en la política. Los políticos gestionan el caudal de las emociones como un vehículo decisivo para generar sentimientos que les permitirán transmitir -de manera que se perciba- un determinado mensaje en las mejores condiciones. Han comprendido, finalmente, que la valoración emocional precede a la racional.

Hay una nueva mirada, más profesional y más estratégica, hacia la importancia de la comunicación no verbal (gestos, movimientos, tono, detalles…) como responsable determinante de la percepción pública. Obama tiene, en este terreno, una cierta ventaja competitiva respecto a Romney, su principal adversario. El más cercano tendrá, con seguridad, más posibilidades de ser el próximo presidente.

En las campañas electorales, los candidatos estrechan manos y besan, mucho. Ese contacto ofrece gran información empática y psicológica. El cuerpo habla. Y la conexión física es parte de la conexión política. Se puede votar -o no- a quien se puede abrazar. Pero difícilmente se puede votar a quien nos repugna o inhibe el contacto físico. Un beso, un abrazo o un saludo no suponen, necesariamente, un voto. Pero sin besos, no hay votos. No es trivial ni banal: es psicología política.

Un gesto fuera de lugar o un comportamiento equívoco pueden minar la confianza de los ciudadanos. Ese fue el error de Obama y la razón por la cual se habla de él. Un líder se debe emocionar, debe transmitir emotividad, ser sensible y humano. Obama lo demostró, pero en una segunda ocasión. Veremos si, también, los electores le dan una segunda oportunidad.

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