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Reivindicación uniformada

La calle hierve. Y hay algo de inquietante cuando, además, se llena de manifestantes uniformados: policías, bomberos, guardias, militares. Es como si se subvirtiera el orden establecido llegando al desorden, pero democrático. Servidores públicos que toman las plazas para expresar su rechazo a la política de recortes del Gobierno del presidente Rajoy. Cuando los uniformes ocupan el espacio público, el choque visual es muy impactante. Sobre todo cuando delante de estos hay otros uniformados —aparentemente— en posición enfrentada, aunque no necesariamente confrontada o contraria.

La nueva y creativa plasticidad de las recientes protestas sociales reclama más reflexión y atención. Hemos visto la renovada emergencia de la poesía política, la irrupción de los coros para la denuncia política, el uso inteligente de datos y visualizaciones, o el simple uso del silbato o del grito como nuevas armas democráticas para la respuesta cívica y neopolítica. Nuevos registros visuales y presenciales a los que hay que añadir la ebullición del activismo en la red. Si las calles hierven, las redes queman.

Pero lo nuevo de estos últimos días es el juego que ofrecen las oportunidades de visibilidad y notoriedad del uso combativo del cuerpo y del uniforme laboral en la acción reivindicativa. Y, en particular, las acciones de los bomberos. Cuando no te queda nada, o no tienes otras opciones, el cuerpo —tu propio cuerpo— te brinda distintas posibilidades para el activismo político. El desnudo, entonces, aparece como la fuerza más poderosa mostrando la máxima fragilidad o debilidad. Y la vergüenza y el pudor, se transforman en orgullo y autoestima.

En Mieres, por ejemplo, los bomberos se han desnudado para rechazar los recortes a los funcionarios públicos y denunciar que «los gobiernos solo saben recaudar dinero de los bolsillos de los ciudadanos». La pancarta que les acompañaba no necesita más análisis: «De tantos recortes en pelota hemos quedado».

No es la primera vez que los bomberos exhiben sus cuerpos como forma de protesta. Conocen la irresistible fuerza de las imágenes. El año pasado, 200 aspirantes a bomberos del Ayuntamiento de Madrid se concentraron frente al Palacio de Cibeles para denunciar el «amaño» de las últimas oposiciones. Y en 2006, en A Coruña, protestaron sin uniformes para exigir un convenio laboral.
El desnudo irrumpe, altera, provoca, subvierte. Los nuevos movimientos redescubren su potencial. El transmedia calle-redes-medios actúa como una poderosa red viral. Y el desafío estético es parte del combate ético.

En mayo de este año, un grupo de personas pertenecientes a distintos colectivos ciudadanos se desnudaron ante las oficinas de una céntrica sucursal de Bankia, en Zaragoza, en protesta por su situación y el anuncio de nacionalización por parte del Gobierno. «Desnudos ante la estafa bancaria» fue el lema elegido por los protagonistas. Quedarse sin ropa es despojarse de tus últimas posesiones, las más personales e íntimas. La carga simbólica de la acción, frente a lo que consideran abuso, estafa y usura, tiene una gran energía narrativa y visual.

Este tipo de acciones de ruptura y contraste van a continuar. Crecerán. Es la fuerza de los que no tienen fuerza. Y conecta con otras poderosas prácticas de denuncia política que van desde los movimientos ecologistas, o los defensores de los derechos civiles en cualquier parte del  mundo (pacifistas, animalistas…), a reivindicaciones por la seguridad vial y los derechos de los ciclistas, entre otras muchas. En la reciente Eurocopa de fútbol, por ejemplo, las activistas del grupo feminista Femen en Ucrania fueron la punta de lanza más contundente en la denuncia del régimen autoritario de su país.

El desnudo en la acción política tiene un profundo significado. Conecta con el pacifismo y la lucha por las libertades. Es la imagen que casi nunca los poderes quieren ver. Ofende y provoca. Ahí está su potencial. Esta crisis devastadora (de la política formal y de la economía oficial) va a generar respuestas contundentes. La irrupción, la interrupción y la provocación que boicotea y sabotea lo establecido serán las armas de una nueva generación de activistas políticos y sociales. No lo hemos visto todo, ni mucho menos.

Publicado en: El País (01.08.2012) (blog Micropolítica)
Fotografía: L’Odyssée Belle para Unsplash

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