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Esperando a Rajoy

Hemos esperado seis meses para la entrevista al presidente Rajoy y el resultado ha sido decepcionante, previsible y sin titulares. La primera pregunta ha sido corta, directa y clara… y Rajoy ha tardado más en iniciar la respuesta que la periodista María Casado en formular la pregunta: «¿Habrá rescate?». El titubeo balbuceante y el silencio atronador del presidente en esta primera pregunta ha sido, quizás, el titular de la noche. O no dice lo que sabe, o no lo sabe. Preocupante.

Rajoy ha ido preparado a la entrevista con un repertorio de respuestas, latiguillos, datos y ejemplos (cada vez más desgastados) ya conocidos o utilizados en otras ocasiones. Y dispuesto a reiterarlos, fueran cuales fueran las preguntas. Esta sensación de dejà vu ha pesado como una losa en la entrevista. El formato empleado (cinco periodistas, más la presentadora) ha tenido la virtud de la pluralidad informativa, pero le ha hecho perder intensidad periodística a pesar de la garantizada experiencia y calidad de los entrevistadores.

La afirmación de que «muchas veces no lo estamos sabiendo comunicar bien» es una ligera autocrítica que se ha visto confirmada hoy, también, por la baja capacidad persuasiva del presidente, a pesar de su correosa actitud no verbal. Rajoy ha insistido en la línea de la irreversibilidad del camino iniciado, de la imposibilidad de cambiarlo y de la inevitabilidad de las medidas. Las tres «íes» de Rajoy. Al presidente, aunque diga que comprende el malestar, le irrita (cada vez más) que la opinión pública no «comprenda» que no hay otro camino. La frustración parece adueñarse, a veces, de su ánimo. Está a punto de formular un «no me entienden».

Esta sensación de incomprensión puede arrastrar al presidente a la melancolía («me hubiera gustado que esta entrevista hubiera servido para…» ha dicho al final), y a una extraña sensación de soledad que confirme lo que parece que tiene muy interiorizado: la comunicación, su presencia pública, ni le ayuda ni le conviene.

Rajoy no cree en las capacidades para generar cambios y soluciones de la comunicación política. La magnitud de la tarea a la que se enfrenta reclama la máxima concentración y dedicación y, quizás, piensa que la comunicación le distrae y le entretiene. Pero es justo lo contrario. «Esa extraña manera de comunicar», como así afirman los centros de poder europeos al describir la estrategia de Rajoy, es parte del problema. Rajoy necesita que le entiendan (a él) pero debería esforzarse en que comprendamos y compartamos sus propuestas más que sus intenciones, cautivas y obligadas, por otra parte.

Hemos esperado seis meses para tener una entrevista en la televisión pública. El retraso es inexplicable o genera dudas razonables sobre las auténticas motivaciones de la tardanza.

Demasiado tiempo esperando para estos escasos 50 minutos previsibles.

Publicado en: El País (10.09.2012) (blog Micropolítica)

Fotografía: Ed Rojas para Unsplash

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