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Lección de humildad

Mitt Romney por fin encontró su voz, después de varios meses de errores y torpezas. En el debate del miércoles, parecía que los candidatos hubieran intercambiado los roles. Obama fue quien luchó por defender su terreno, frunciendo el ceño, cabizbajo y mostrándose poco enérgico la mayoría de las veces, mientras que Romney logró darle un vuelco a la campaña. La carrera se reabre. Estas son las claves:

1. Las expectativas perjudicaron al Presidente. El candidato telegénico, seductor y favorito jugó a no perder, y acabó derrotado. El exceso de confianza y una permanente actitud condescendiente arruinaron lo que parecía un puro trámite. Con las encuestas a favor en los estados decisivos, se confió y acabó pagando un alto precio. Obama ha recibido una lección de humildad. Los dos próximos debates van a ser mucho más exigentes para el presidente y deberá trabajar a fondo. Se impone una renovación de argumentos, estilos y enfoques.

2. La preparación. La de Romney fue meticulosa, concienzuda y con ataques que Obama no pudo o no supo refutar. Durante el debate, el candidato republicano aseveró, hasta ocho veces, que Obama recortaría 716.000 millones de dólares del programa Medicare. Los argumentos de Obama fueron siempre  previsibles y nunca parecían orientados a responder a su adversario. Empecinado en ignorarle, dejó de escuchar y atender bien sus ataques y no supo cambiar de ritmo ni de intensidad. La vanidad con la que se jactó de que el programa Medicare era conocido por sus adversarios como Obamacare fue ridículo y alimentó la tesis de personalismo excesivo del Presidente.

3. Estrategias. Romney buscó retratarse como el protector de la clase media, no de los ricos. Insistió varias veces en que no aumentaría los impuestos a las familias de clase media y que no reduciría los que pagan los más ricos. El candidato mencionó la amenaza de China en muchas ocasiones como argumento central de su plan de recuperación económica. El colofón con la mención a España fue sorprendente, pero revelador del poco prestigio internacional que tiene hoy nuestra marca-país.

4. Telegenia. Obama se abstuvo, casi siempre, de mirar a su contrincante a la cara; habló a la cámara y al moderador. Romney, al Presidente, con una comunicación no verbal convincente, natural y muy expresiva. El desprecio de Obama por su oponente fue el reflejo de su actitud prepotente y engreída. Quien no atiende a su interlocutor no podrá escuchar a los ciudadanos, pensarán los electores. Quiso ignorarle y pareció él, finalmente, el ignorante.

5. El storytelling de Obama. El Presidente abrió el debate con una importante mención a su 20 aniversario de boda; seguramente, un intento por recuperar su lado más humilde, cercano y personal: su familia. Asimismo, la mención a su abuela, quien murió tres días antes de su elección, como defensa central de su reforma a la seguridad social, pareció forzada y excesiva. Obama abusó de sus conocidos recursos. No sorprendió. No hubo magia.

Obama ha perdido el momentum electoral. Ese punto decisivo de creación de clima y ambiente. Aún es el favorito, pero unas elecciones no son un plebiscito. Necesitará argumentos. Los que utilizó ya no sirven.

Publicado en: El Periódico de Catalunya (5.10.2012) (blog Born in the USA)

Fotografía: Anne Nygård para Unsplash

Enlaces de interés:
Analizing Presidential Candidate’s Body Language
Guía para el primer debate presidencial
Análisis en Twitter del debate (Blog ‘Born in the USA’. El Periódico, 04.10.2012)
Infografía ‘Primer debate por la Presidencia de Estados Unidos’ (@NoticiasMVS)
Diez consejos para ganar un debate en televisión – Daniel Ureña (ABC)
Seis razones por qué Mitt Romney ganó el debate – The Washington Post

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