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Gana Feijóo, pierde el PSOE

Alberto Núñez Feijóo ha ganado, con toda probabilidad, las elecciones con un discurso muy personal: de formas gallegas, pero con fondo español. A pesar de que su lema electoral era Galicia primeiro (ha escondido las siglas del PP y ha evitado tanto como ha podido a Mariano Rajoy), ha desarrollado toda su campaña con mensajes en clave sutilmente española. Incluso deconstruyendo, sin pudor ni rubor, la autonomía gallega. Ha llegado a afirmar que «tener que devolver competencias al Estado no me resultaría tan dramático». Para Feijóo recentralizar España es la manera más gallega de defender Galicia. Sorprendente.

Estas elecciones valen doble: son las elecciones gallegas y las primarias del PP. Entre Albertos, andará el juego. Feijóo se erige en el baluarte de los populares. El que resiste. La fórmula posible. Será, desde hoy, la sombra de Rajoy. Será el candidato natural —si Gallardón no lo impide— y con el apoyo (¿sin contrapartidas?) de Esperanza Aguirre, que se ha comprometido públicamente por él.

Feijóo, ahora, tiene dos sombreros: presidente de la Xunta y recambio posible de Rajoy. Su influencia será incuestionable. Y no es descartable su salto al Gobierno en remodelaciones futuras. Feijóo puede comprar un billete de avión para Madrid sin fecha, pero con plaza asegurada.

En esta campaña electoral gallega, las polémicas sobre los aviones han sacudido a Feijóo y a Rajoy. El candidato popular hizo campaña en Latinoamérica, volando entre Argentina y Uruguay los pasados 15 y 16 de septiembre, en el avión Paxariño Novo, aparato propiedad del multimillonario y empresario José Benito López Carballedo, donante del PP. Y en el mitin final, Rajoy utilizó un Falcon oficial para ir al cierre de la campaña gallega, pese a las durísimas críticas que vertió contra Zapatero cuando estaba en la oposición. Dinero privado y público, juntos. Mala combinación, pero nada de todo ello ha influido en los electores.

El PSOE pierde
Los socialistas empezaron a perder su protagonismo político y electoral en las ciudades y en las áreas metropolitanas. Su decadencia es urbana. Las elecciones municipales fueron la expresión más clara de este proceso y declive. Esta es una de las cuestiones centrales para analizar lo que pasa y por dónde pueden venir las pistas de recuperación política.

Las izquierdas que crecen son las más próximas (o las que son percibidas así) a los territorios a los que quiere representar y servir. El PSOE deberá revisar su discurso nominalmente federal y decidir si cruza el rubicón y se articula como un proyecto capaz de sumar alianzas plurales, diversas y fuertemente identificadas con las naciones y las autonomías en las que tiene presencia. El PSOE puede perder las dos banderas: la española (ganada por los populares) y las comunitarias (ganadas por los nacionalistas y los regionalistas, según sea el caso). Sin una percepción clara de lo que defiende, en lo que se cree, y lo se que propone, es muy difícil conseguir respaldo electoral.

Carlos Floriano, portavoz del PP, ha dicho en su primera declaración que hoy «ha sido un gran día para la participación». Y Oscar López, del PSOE, ha dicho lo contrario: «La baja participación es un hecho muy preocupante». Pero los socialistas se equivocarán si atribuyen sus derrotas a la abstención de sus hipotéticos votantes. Cuando los electores se quedan en casa, no es que sean perezosos, es que no encuentran motivos para votar, aunque quisieran. Es el paso previo para cambiar de voto. Esta es la reflexión que hay que abordar: ¿Qué motivos tienen los electores socialistas para votar la oferta socialista? Este tipo de reflexiones, dolorosas, abre nuevas vías de interpretación.

Los socialistas han cambiado menos que la sociedad. Es muy difícil ofrecer un programa progresista cuando no eres percibido como moderno, ni actual, ni contemporáneo. Esta falta de conexión con las transformaciones sociales y los anhelos de otra y nueva política podrían explicar parte de las fracturas más graves que tiene hoy la marca socialista. A la que hay que añadir problemas de liderazgo estatal y autonómico.

El modelo de partido, fuertemente centralizado, y con liderazgos radiales y jerárquicos no contribuye, en absoluto, a una oferta más porosa, capilar y dúctil, capaz de articularse como redes de alternancia y oposición políticas. Este proceso de renovación de la cultura socialista (y su modelo orgánico) es el factor más crítico que deberá abordar en los próximos meses.

Publicado en: El País (21.10.2012) (blog Micropolítica)

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