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El poder de Wert

El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert Ortega, no está solo, no es un verso suelto, aunque no sabemos a quién obedece. Su ofensiva política contra el catalán —su cruzada— camuflada en la reforma educativa que propone, no es casual, ni improvisada. Ni aislada e individual. Hay una estrategia. Y de fondo.

Hace unos meses, en una entrevista en un diario catalán, afirmaba, de manera premonitoria: «Primero disparo, después apunto». Y remataba, provocador: «Soy consciente de que entre mis muchas virtudes no está la continencia expresiva». Pues sí, es un irresponsable, como él mismo confirmaba, sin rubor, con su sonrisa de smiley. Pero no es un necio, ni un ocurrente. Las cosas del «pobre Wert» (en palabras del Rey en relación a la polémica sobre «españolizar Catalunya») no son las cosas de alguien que merece comprensión benevolente ante sus errores, sino reprobación. Y pública. El Congreso ya lo intentó, sin éxito, dada la mayoría electoral del PP. Pero Mariano Rajoy no puede mirar hacia otro lado: o apoya a su Ministro o le desautoriza. O Wert habla por Rajoy, o contra él… o sin él.

Las claves políticas de la estrategia que utiliza el acoso al catalán como instrumento de dominio político han sido ensayadas en la Comunidad Valenciana y, recientemente, en las Islas Baleares. Su éxito es indiscutible. Su daño, también. No estoy hablando de daños colaterales para algunas fuerzas políticas. Hablo de heridas profundas, abiertas, que están lacerando la convivencia e impidiendo una agenda de reformas estructurales de nuestra arquitectura institucional que haga de la diversidad la oportunidad, no el problema.

Hace unos meses, el Parlament balear aprobó la reforma de la Ley de Función Pública (e, indirectamente, también la de Normalización Lingüística) que derogaba el requisito de acreditar el conocimiento del catalán para trabajar en la Administración balear: un compromiso electoral muy criticado por la oposición y por amplios sectores sociales y culturales.

La estigmatización del catalán (y su visualización como lengua extraña y «extranjera» en los territorios donde se habla) llega a extremos grotescos en los gobiernos del PP, como los de definir —sin mencionarlo— al catalán como la lengua «cooficial distinta al castellano», como hace el gobierno de las Islas Baleares (y que en su día ya hizo el gobierno de Aragón al presentar al catalán como la «lengua aragonesa del área oriental de Aragón»).

Esta ofensiva política sigue un diseño calculado y constante. Hay determinación sistemática. E ingeniería política. Existe la convicción de que es más fácil vencer a un adversario político si destruyes su ecosistema social. Estas son algunas de sus hipotéticas bases en la construcción de un determinado marco mental:

1. Negar el carácter de unidad lingüística del catalán en los territorios en los que se habla. La política contra la filología.

2. Asociar el catalán a lengua extraña (extranjera) en estos mismos territorios.

3. Devaluar su singularidad y su cooficialidad. Relegarla al rango de segunda lengua, o lengua menor y residual.

4. Asociar la protección y promoción del catalán a una supuesta voluntad pancatalanista, de corte autoritario, que limita o ataca la libertad individual e impide el desarrollo del Estado entorpeciendo su armonización y regulación sostenible.

5. Vincular el uso del catalán (y otras lenguas oficiales) como un gasto superfluo e innecesario. Y más, en tiempos de crisis. El debate agrio y agresivo sobre su uso en algunos debates en el Senado es una buena prueba de ello.

6. Identificar el catalán con el nacionalismo (y el secesionismo), deslizando paralelismos de simple y burda manipulación política.

7. Interpretar la promoción y protección del catalán como parte de un proceso de laminación sistemática de las libertades individuales, y como el instrumento de adoctrinamiento sectario. La escuela pública y los medios de comunicación públicos (que muchas veces dan pie a ello) serían las herramientas de este proceso masivo de pensamiento único. En este sentido, combatir al catalán es combatir por la libertad y la democracia.

8. Arrinconar al PSOE en la defensa «cantonal» de la lengua o de la identidad territorial (de Catalunya, por ejemplo), limitando y cuestionando su capacidad de partido con visión de Estado. Identificar la España plural con la España débil (e insostenible).

9. Destruir la imagen del PSOE como partido con visión de Estado, capaz de vertebrarlo (y de gobernarlo). Asociar su defensa de la diversidad, como síntoma de debilidad política y falta de criterio institucional. Los socialistas atrapados en el marco mental del PP.

10. Españolizar España, con el castellano como ariete. La lengua común secuestrada por una ideología de parte. Y las lenguas propias, la amenaza a combatir o limitar.

Lo explicaba, con meridiana claridad, el expresidente José María Aznar en una entrevista publicada este domingo:  la izquierda está «completamente desarticulada», sumida en «el taifismo» y sin «proyecto coherente», y los nacionalismos se han «convertido al secesionismo», de manera que, a su juicio, «lo único que queda con capacidad de vertebración es el Partido Popular».

Mientras, el ministro que antes fue sociólogo va tensando la cuerda y midiendo las reacciones. O provocándolas, con afinada puntería. Esta vez, sí: con acierto y precisión. Justo cuando empezaban a aflorar algunos pequeños síntomas de distensión institucional entre los líderes y los gobiernos de Catalunya y España (que permitieran pensar en un reset político general de la vida política española), Wert —y quien le dirija— se ha encargado de dinamitarlos con la pólvora más potente: la de la convivencia lingüística y la identidad de Catalunya.

¿Quién tiene tanto poder como para hacer algo así?

Publicado en: El País (5.12.2012) (blog Micropolítica)
Fotografía: Will Porada para Unsplash

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76 COMENTARIOS

  1. Sr. Gutierrez creo que olvida Ud. dos puntos importantes en sus comentarios sobre Wert, a saber:
    1) La gran pérdida de de votos del PP respecto a Ciutadans y UPYD en elecciones y encuestas. Por la mayor radicalidad de estas formaciones que empuja al PP en esta dirección para cortar esta sangría de votos.
    2) La probable necesidad de intervenir en Cataluña por el Estado cuando se convoque el referendum secesionista, primero ante los tribunales, pero probablemente después utilizando los artículos de la constitución que lo permiten por decreto. Lo que no puede hacerse si no se crea un ambiente previo de «hasta aquí hemos llegado» en la opinón pública mayoritaria de este país. De paso provocando el hundimiento de un partido pactista como el PSOE.

  2. […] Wert cree que nadie llorará por esta contundente laminación de las materias del espíritu. Pero tengo la impresión que en la sociedad española la reputación de la filosofía, y su proyección en el imaginario colectivo, son mucho más relevantes que su conocimiento, su comprensión, su uso y la percepción de utilidad. La filosofía no tiene capacidad movilizadora para llenar las calles y las plazas en su defensa, todavía. Pero como la música, por ejemplo, tiene una profunda significación de valor en la percepción de los ciudadanos. Y un valor moral incuestionable. Las resistencias serán diversas, como ya anticipó Fahrenheit 451, novela del escritor estadounidense Ray Bradbury. En esta obra maestra, los bomberos tienen la misión de quemar libros ya que, según el Gobierno, leer impide ser felices porque llena de angustia; y, al leer, las personas empiezan a ser diferentes, creativas, libres, cuando deben ser iguales, neutras y resignadas. Gana la resistencia. […]

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