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La vía de la verdad

Parménides (filósofo griego que nació en el año 530 a.C. en Elea) escribió una sola obra, un poema filosófico: la vía de la verdad es la parte neurálgica de su reflexión. La obra es fundamental, y muchos filósofos y filólogos consideran que el autor es —realmente— el fundador de la metafísica (rama de la filosofía que se encarga de estudiar la naturaleza, estructura, componentes y principios fundamentales de la realidad). Platón y Aristóteles guardan una deuda incalculable con la vía de la verdad de Parménides.

Según Parménides, el verdadero camino del conocimiento se basa en deducciones desde el puro razonamiento, sin tener que recurrir para nada a la información que nos dan los sentidos (¡Ah, las percepciones!), ya que piensa que estas nos proporcionan, a menudo, apariencias engañosas. «Lo que es, es», afirma el filósofo. La verdad, existe. Y lo que existe, es también verdadero.

Hoy, Mariano Rajoy se ha enfrentado a su particular vía de la verdad. Un combate entre la realidad y la percepción. «Es falso», ha afirmado rotundo el presidente. Solo dos palabras ha utilizado para defenderse y defender la actuación de su partido, su contabilidad y la honorabilidad de sus miembros.

Pero en democracia, sin pruebas, no hay creencia ni confianza. Y su compromiso para ofrecerlas (empezando por sus declaraciones de renta) va en la dirección correcta.  Si las «insidias»(como las ha calificado) son falsas, alguien miente (con intereses espurios, desconocidos o injustificables). Y Rajoy afirma que no es él.

Sin duda, Rajoy ha pronunciado el mejor discurso de su carrera política. Palabras que, además, deberán ser acreditadas con hechos irrefutables durante las próximas semanas. El desafío es mayúsculo. La palabra del presidente, contra buena parte de la palabra de la ciudadanía. Sus pruebas, contra las publicadas (hasta ahora). Los hechos, frente a la Justicia: en forma de querellas, denuncias e investigaciones.

Rajoy ha hecho una apuesta total: todo o nada. Ha intentado romper en mil pedazos una pesada losa, que se podía convertir en su lápida política, y con los fragmentos va a defenderse. Por su honor, por su partido y por España. Ni más, ni menos.

Lo más lacerante de esta situación, y lo que agudiza la creciente crisis de confianza personal en el Presidente, es que Rajoy ha sido el líder de la austeridad presupuestaria para combatir el déficit público. Y para ello no le ha temblado la mano. Pero, como escribió Toni Judt, en El refugio de la memoria, «la austeridad no era solo una circunstancia económica: aspiraba a fomentar una ética pública». El presidente debe preguntarse si, bajo su mandato (en el partido y en el Gobierno), crece también la ética pública. Es parte del estado de irritación en el que se encuentra la sociedad. No puede negarlo.

Dice Rajoy, en una apasionada y democrática defensa de la presunción de inocencia, que cree en la Justicia: la única Institución competente para juzgar, condenar y sentenciar. Los hechos (la verdad) en los Tribunales. En la calle, la percepción (y la creencia). Veremos el resultado. Rajoy ha escogido campo: el combate político y la judicialización. No hay tregua… ni pacto, tras el reproche que ha hecho al líder de la oposición y a todos los demás «fariseos». Y sin preguntas.

Publicado en: El País (2.02.2013)(blog Micropolítica)
Fotografía: Jon Tyson para Unsplash

Enlaces de interés:
Mariano Rajoy da la cara (ElEspectador.com El Mundo, 1.02.2013)
Metadatos en la declaración de renta de D. Mariano Rajoy (Un informático en el lado del mal, 10.02.2013)

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