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Ocho claves de la confianza política

Los resultados de un reciente sondeo publicado hoy mismo confirman la tendencia: «Los españoles confían mucho más en los movimientos sociales que en los políticos». La semilla del #15M, entre otras, empieza a germinar. Una nueva energía democrática emerge entre las rendijas de la arquitectura institucional y, especialmente, tras sus muros. Muros resquebrajados por la percepción de corrupción sistémica y sus devastadoras consecuencias en términos de confianza pública.

¿De dónde emerge la confianza política en los movimientos sociales? El caso que mejor ilustra esta nueva dinámica de relegitimación política es el de la lucha contra los desahucios: «Según el sondeo, los ciudadanos confían más en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y en las ONG de defensa de los desfavorecidos antes que en los políticos, es decir, en el Gobierno y en los partidos, y también que en los jueces y fiscales».

Este poderoso y sostenido desplazamiento de la confianza política hacia nuevos liderazgos y formatos organizativos en detrimento de los partidos políticos es, a la vez, un síntoma y una evidencia. Síntoma de la profunda crisis de la política formal, y evidencia de que la política, protagonizada por quienes la convierten en opción vital (y no como simple y exclusivo cálculo orgánico o profesional), sigue anidando esperanzas de mejores horizontes colectivos.

Las causas de este desplazamiento podrían ser las siguientes:

1. Compromiso. Los movimientos sociales, como la PAH, han basado el compromiso político en el compromiso personal y cívico de sus activistas. Este itinerario solidaridad-conciencia-política se ha nutrido de la proximidad real que en cada uno de los más de 600 desahucios evitados han significado episodios de profunda sensibilidad social. Este compromiso no es ideológico, es vivencial, y ahí radica una de las claves de su legitimización y su credibilidad en la representación. Solo puede representar quien está cerca,  donde hay que estar, y a la hora a la que hay que estar.

2. Claridad. La contundencia del mensaje es parte de su claridad y magnetismo. Estos movimientos sociales hablan claro, fuerte y directo. Su lenguaje no es conciliador, ni contemporizador. Conscientes de la fortaleza moral de sus argumentos –y ahora legal, tras la sentencia del Tribunal Europeo– no buscan agradar, ni especulan. Hablan claro porque lo hacen de modo sencillo y directo. La narración coral de muchas de sus campañas impacta por la eficacia de los que hablan: los propios afectados. Tienen capacidad para emocionar y concienciar a la vez, con un discurso claro y directo. La política de la claridad frente al lenguaje incomprensible de la política formal.

3. Coraje. Una de las características más transparentes y que más ha contribuido a la percepción de confianza es el coraje político, y la determinación con la que se mueven sus líderes y portavoces, impregnando toda su actividad y organización. Hay fuerza, legitimada. Pero sobre todo hay coraje para defender, en solitario y a veces contra todo y todos, a los más débiles de nuestra sociedad: parados de larga duración, inmigrantes, mujeres, ancianos, jóvenes. Este coraje se sustenta en la fuerza de lo justo, frente a la legalidad que lo niega. Este combate entre lo justo y lo legal abre numerosos escenarios –no todos fáciles ni claros– pero convierte el sentido común en el argumento jurídico más poderoso. Este coraje contra la usura legalizada tiene poderosas raíces en la resistencia civil frente al poder. Su magnetismo es indudable.

4. Radicalidad. En la denuncia y en la comunicación. Una radicalidad que incomoda. La última campaña de ‘escrache’, con sus retos y sus límites, es un ejemplo claro. Esta radicalidad es parte de su autenticidad, frente a la pasividad, que se percibe como complicidad, de muchas fuerzas políticas y de muchos políticos. La gestión prudente e inteligente de esta radicalidad será un elemento clave para la evolución futura de estos movimientos, pero ahora son parte de su aura y su fascinación, que permite identificarse con los débiles frente a los poderosos.

5. Creatividad. Las estrategias de comunicación de los nuevos movimientos sociales se alimentan del ARTivismo, el Street Art, y de toda la gama de formatos creativos que hacen de lo lúdico la antesala de lo lúcido. El sentido del humor, la poesía política urbana y social, la música, la creatividad de las multitudes (en forma de disfraces, mensajes, ambientaciones) y buenas aportaciones de profesionales comprometidos, dotan a estos movimientos de gran plasticidad. Sus luchas sociales son luchas creativas, culturales y estéticas. Los logos convencionales son sustituidos por el cromatismo social de las mareas. Y las consignas oficiales por la eclosión de una poética alternativa muy potente y estimulante. Las redes sociales convierten en viral y coral cada aportación individual.

6. In-out. Dentro-fuera. Estos movimientos son conscientes del enorme potencial que tiene un calculado y cuidado ritmo in-out en la relación con las instituciones democráticas. La lucha por la ILP (con más de 1.400.000 firmas) es un claro ejemplo de comprensión de cómo una gestión dinámica e inteligente de los recursos institucionales ofrece posibilidades para avanzar políticamente, más allá del rigor esclerótico con el que muchas veces los partidos tradicionales utilizan lo formal como parapeto frente a sus propias responsabilidades.

7. On-off. Es clave. A diferencia de otras expresiones de nueva cultura política que entronizan lo digital como el único ecosistema de socialización, estos movimientos han hecho un intenso trabajo on-off: de las asambleas al timeline, de los debates a las redes, de las calles a los platós. Conocen la fuerza de un tuit pero conocen, también y a la perfección, el trabajo de los medios de comunicación tradicionales, con sus lógicas, sus horarios y sus dinámicas. Y han aprovechado todas las ventanas posibles, sin excesos profilácticos, sin miedo a perder autenticidad y coherencia. Y sin recelos a los liderazgos reales y reconocidos.

8. Liderazgo. Y en femenino. No es un tema menor que la política formal mejor valorada de nuestro sistema parlamentario sea una mujer, Rosa Díez. Y no me cabe ninguna duda que Ada Colau sería, si se preguntara y comparara, la voz social más considerada y apreciada. Ambas reflejan, en sí mismas y contradictoriamente, parte de estas nuevas y diferenciadas características que dibujan y configuran los pilares de la nueva confianza política. Las formas son parte de su identidad. Y su identidad es su mensaje. Todo se mueve. Y la calle hierve.

Publicado en: El País (17.03.2013)(blog Micropolítica)
Fotografía: Bernard Hermant para Unsplash

Enlaces de interés:
Llegar a tiempo (Violeta Assiego. El País, 16.03.2013)

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