El diccionario lo tiene claro: zombi es una «persona que se supone muerta y que ha sido reanimada por arte de brujería, con el fin de dominar su voluntad», y en su segunda acepción es un «atontado, que se comporta como un autómata». ¿Está zombi nuestra política institucional?
La pregunta es pertinente. Cada semana que pasa supera a la anterior. Y los datos siguen cavando una fosa insondable. «Hundir» es el verbo de referencia. Se hunde el apoyo al Rey, se hunde la preferencia por el bipartidismo, se hunde la confianza en nuestras instituciones y nuestra democracia. Tanto socavón deja un paisaje parecido al lunar o bélico. Nuestro suelo democrático se resquebraja, se cuartea, se desgarra. Sin suelo no hay arquitectura institucional.
Mientras esto sucede, el Presidente del Gobierno nos ha ofrecido una brillante solución: no hacer nada. «No está previsto absolutamente nada de lo que usted ha planteado», contestó esta misma semana a las preguntas de un periodista sobre posibles reformas o iniciativas para hacer frente a la crisis de la Monarquía. Rajoy no prevé ninguna reforma, o no cuenta sus movimientos. La filtración interesada, al día siguiente de estas declaraciones y de la imputación de la infanta Cristina, es un signo de debilidad y, sin lugar a dudas, un bochorno. ¿Ha tenido que llegar la imputación? ¿Quién negocia qué?
Rajoy sigue confiado en su inercia política y temporal que le lleva a no hacer movimientos cuando todo se tambalea. Un pensamiento que nutre su filosofía en la climatología. No hacer nada cuando las circunstancias son adversas. Su confianza en el carácter redentor del tiempo es pétrea. Algo parecido le pasa a Alfredo Pérez Rubalcaba. El Presidente piensa que, con el tiempo, el hundimiento del suelo, de las paredes o del techo de la política institucional no le afectará… Quizá cree que puede levitar. Pero no. La opinión pública empieza a pensar, casi irreversiblemente, que solo su automatismo zombi le mantiene en pie. Pero que ya no hay vida (política).
El Rajoy catódico, el que vemos y escuchamos a través de un plasma (en una insultante versión de una rueda de prensa), alimenta esta visión y percepción de transrealidad con su superposición en pantalla. El monitor no reproduce lo que dice, no traslada su realidad, le sustituye. ¿Se ha dado cuenta? Se comporta como un ser vivo y real, pero parece de ficción. El plasma le deja sin alma. Urge salir del mundo zombi… y volver al de los vivos. Puede y debe.
Filosofía zombi es el reciente y sugerente libro de Jorge Fernández Gonzalo, finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2011. El autor afirma que «por eso en estos tiempos importa el zombi, (…) importa la política como espectáculo televisivo, no como programa electoral. Vivimos una especie de deontología hipermediática que nos desvincula del acontecimiento». Rajoy debe volver a los acontecimientos, a todos. A la realidad. Ignorarla, menospreciarla o evitarla no resuelve nada. Y dedicar la misma energía a la prima de riesgo que a la política en riesgo. El combate contra el rescate económico no será nada al lado del rescate político y democrático. El pozo no puede ser más hondo. ¿O sí?
Estamos en una encrucijada grave. Sin Rey y sin Presidente, no hay soluciones a las tres crisis simultáneas: la económica, la política y la institucional. La política zombi no resuelve nada, alarga la agonía. Caminas, estás en pie… pero inerte y sin sentido. Y así no va. O no vas a ninguna parte. Solo te atrapan las pesadillas.
Enlaces de interés:
– ¿Y si nos gobierna una pantalla de plasma? (Qué haría leo? 22.04.2013)
– De pantalla a pantalla, de ciudadano a presidente (ElMundo.es, 5.05.2013)
Política zombi, política plasma: Publicado en: El País (7.04.2013)(blog ‘Micropolítica’)
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Mi opinión es que nuestro «suelo democrático» hace tiempo que se resquebrajó. Es tal el estado en que se encuentra que solo tenemos una solución: poner uno totalmente nuevo. Solo cuando hayamos cambiado el suelo podremos resolver nuestros problemas: necesitamos muebles nuevos.
Un saludo
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[…] (y videoteca). Rajoy ha hablado poco del caso… y, paradójicamente, ha evidenciado mucho sin decir. Sus silencios han sido elocuentes, a su pesar. En su intervención, el pasado mes de febrero, en […]