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Cuando lo considere oportuno

Mariano Rajoy está comprendiendo, a pesar de su querencia y de lo que le aconsejan, los límites políticos del silencio. Hemos pasado de la callada por respuesta a salir por la tangente, en boca de Soraya Sáenz de Santamaría y José Manuel García-Margallo, vicepresidenta del Gobierno y ministro de Exteriores, respectivamente. Ambos, entre el viernes pasado en la rueda de prensa del Consejo de Ministros y ayer en un encuentro con cancilleres europeos, han utilizado la misma forma: cuando lo considere oportuno (Rajoy) dará las explicaciones que hagan falta para «tranquilizar a la opinión pública» (según versión del Ministro). Y en la versión de la Vicepresidenta: «Como presidente del Gobierno rinde cuentas a los ciudadanos de la manera y en el momento que considere oportuno y no al servicio de la estrategia procesal de nadie ni de la estrategia política de otro, y dará las explicaciones que corresponda y las que se deban a los que nos debemos, que son los ciudadanos», aseguró.

Ambas precisiones sobre los destinatarios finales de las posibles explicaciones (opinión pública y ciudadanos) parece que dibujan un escenario distinto y alternativo (¿otro formato?) al de una comparecencia parlamentaria por iniciativa propia o como consecuencia de la moción de censura instrumental anunciada por Alfredo Pérez Rubalcaba. Y a la vez identifican el control del tiempo (cuando lo considere oportuno) y el formato (una incógnita, de momento) a las atribuciones propias de un presidente del Gobierno o al cálculo político. Una atmósfera de reivindicación de autonomía democrática y de independencia política envuelven estas afirmaciones, en medio de un ambiente cargado, también, de conspiraciones, rupturas, chantajes y guerras fratricidas.

Pero una explicación (la ofrecida) no es una justificación (la necesaria). Esto es lo que diferencia la arbitrariedad de la política democrática: que hay que justificar las explicaciones. Que hay que argumentar cuáles son las razones, los hechos y las valoraciones que llevan al Presidente a decidir cuál es el momento oportuno. Sin justificaciones, la política queda a merced del personalismo o del autoritarismo, aunque se barnice de halo democrático.

Rajoy puede creer que no ha llegado el momento, o que no debe, ni tiene la necesidad. Incluso, alejado definitivamente de la realidad, puede pensar que no es importante. De acuerdo, aunque la mayoría de las fuerzas políticas no lo crea así, junto a la inmensa mayoría de la opinión pública y no pocos ni irrelevantes medios de comunicación internacionales. Pero no puede ser el silencio argumental el contexto con el que podamos comprender su decisión. Silencio sobre los hechos y silencio sobre su silencio. Esta deriva le hunde, definitivamente. Incapaz de justificar sus decisiones, por muy equivocadas que estén o así lo parezcan para una sólida mayoría, la especulación sustituye a la argumentación.

Necesitamos explicaciones. Y justificaciones si no se van a dar. No hay otro camino. Sin ambas, el deterioro de la política es irreversible. La teoría de la justificación es la parte de la teoría del conocimiento que se ocupa del apoyo o respaldo que tienen las creencias informales (los puntos de vista) o las formales (las proposiciones lógicas o las teorías científicas, por ejemplo). Desde Platón ya sabemos que una justificación es requisito indispensable para que tales «creencias» constituyan conocimiento legítimo, es decir, sean consideradas válidas por una comunidad o grupo social.

Rajoy se juega la legitimación democrática de su poder político. Disociar, de facto, legitimación y poder es un despeñar por el acantilado toda nuestra arquitectura institucional. Rajoy puede aguantar hasta 2015, tiene el poder y la posibilidad. Pero cuando esta realidad se impone sin justificar (sin pedagogía) se abre el suelo bajo nuestros pies. Tiene el poder, pero cada día lo deslegitima más. Esta es la auténtica tragedia: el silencio no es autonomía, ni independencia, ni derecho democrático. Es justo lo contrario, o así se percibe.

«Cuando lo estime oportuno» es una explicación propia de otro tipo de régimen. No hay que justificar, se puede hacer, y punto. Los que la pronuncian, o la estrategia que subyace en ella, no son conscientes del inmenso daño que se hacen y que nos hacen. Y si lo son, es gravísimo.

Publicado en: El País (21.07.2013)(blog Micropolítica)
Fotografía: Ernie para Pixabay

Enlaces de interés:
¿Tiene Rajoy derecho a mentir? (David González. La Vanguardia, 16.07.32013)
La sonrisa presidencial (Jordi Balló. La Vanguardia, 16.07.2013)
La descomunal indecencia del silencio (José María Izquierdo. El País, 16.07.2013)
Comparezco ante ustedes (Lucía Méndez. El Mundo, 16.07.2013)
Recorte de libertades (El País, 18.07.2013)

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