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Nuevos actores políticos para una nueva política

«Cualquier poder tiende a ir hasta el límite de su poder. ¡Ha llegado la hora de la vigilancia!». Tucídides

1. Punto de partida. En buena parte de la opinión pública española, pero también de innumerables países, se ha consolidado la convicción de que los dirigentes políticos actuales y los partidos políticos a los que pertenecen no tienen la densidad moral y ética imprescindibles para el ejercicio de una política que sea capaz de sobreponerse a la resignación, al determinismo económico que imponen los mercados y al desgarro social generado por las consecuencias dramáticas de la crisis. Existe, quizá, la percepción de un fracaso generacional. Gobierna y decide la vieja generación, pero es la nueva la que sufre las consecuencias. Y la que, también, puede responder —y responde— con viejas y nuevas acciones, en la calle y en la Red, más conectados que nunca.

La organización tradicional de los partidos políticos está seriamente amenazada, no solo por la imparable necesidad de cambio y de regeneración política que una ciudadanía más crítica y autónoma reclama sino por la irrupción de una cultura política radicalmente diferente que se alimenta de una praxis comunitaria, colaborativa y participativa que las tecnologías sociales sustentan.

El modelo político tradicional fundamenta la autoridad en la jerarquía organizativa, desde el primer secretario al último militante o simpatizante. Y esta autoridad no se basa, fundamentalmente, en el mérito de sus ideas o en su liderazgo para cohesionar y movilizar recursos y equipos. Su autoridad es poder, no necesariamente conocimiento o capacidad. Una de las lacras de este modelo es la incapacidad para seleccionar a los mejores… o para atraerlos.

2. El activismo digital y la política en la red: una alternativa real. La política online favorece el activismo gradual, a la carta, espontáneo, organizado, solitario o en red. Esta movilización de energía para la acción, para el cambio, combina mal con un modelo de partido pensado fundamentalmente como maquinaria electoral y que ha ido abandonando poco a poco las referencias cívicas del activismo crítico. Participar, al mismo tiempo, en un campaña de movilización o sensibilización contra la dictadura de Birmania, colaborar con Barack Obama desde otro país, o compartir vídeos de las concentraciones por una vivienda digna con otras personas a más de 500 kilómetros de distancia proporciona el estímulo necesario para sentirse parte de redes plurales y diversas con las que sumar tu capital personal.

Las herramientas de uso masivo y vinculado a distintos dispositivos móviles permiten dibujar una participación abierta y dinámica: la política móvil. Cualquier ciudadano, a través de un simple, clic es capaz de compartir un mensaje con su red y crear un efecto de movilización en cadena. Algunos estudios, como DatAnalysis 15m, ya significan el valor de la red para la movilización social y política.

La sociedad decepcionada, crítica y muy informada, tiene en sus manos herramientas para monitorizar y fiscalizar las actividades políticas: la política vigilada. Ausentes la rendición de cuentas exhaustiva y la transparencia que un buen sistema democrático requiere, los ciudadanos han pasado a la acción. La tecnología se ha convertido en un instrumento para la movilización social que, de una manera extraordinariamente atractiva y potencialmente muy democrática, permite ejercer un control cívico del poder político.

3. Internet: un ecosistema fértil para la política. Internet se ha convertido en un ecosistema dinámico y fértil para la participación ciudadana. No únicamente porque aporta nuevas posibilidades a las metodologías tradicionales, sino porque genera dinámicas propias a través de sus participantes. La adopción y adaptación al medio, fruto de su naturaleza, es más relevante por parte de la acción política que se sitúa al margen de la oficialidad que por parte de esta. Si bien la transformación de los partidos políticos —organizaciones tradicionales en la mayoría de los casos— es lenta y, a menudo, tosca, los movimientos sociales y los «nuevos partidos» incorporan la lógica de la inteligencia de las multitudes en su acción. Recientemente hemos constatado, en el caso de la iniciativa legislativa popular impulsada por la PAH, la influencia que los movimientos sociales pueden tener en la acción política «oficial». Frente a un escenario desolador, la agenda política debe y, de hecho, articula ya nuevas respuestas a una sociedad más interconectada y autónoma.

Las dificultades sociales y políticas a las que debemos enfrentarnos, en lo local y global, exigen que el talento y la creatividad latentes en la Red penetren y revitalicen las estructuras de los partidos democráticos para actualizar su concepción básica: la de servicio público. La Red palpita mientras las estructuras partidarias languidecen.

Existen fórmulas más abiertas y puntuales para la colaboración; nuevos códigos relacionales y de socialización de intereses; reconocimiento a los liderazgos que crean valor; sensibilidad por los temas más cotidianos y personales; visión global de la realidad local y creatividad permanente como motor de la innovación. Hay esperanza de nuevos liderazgos. Pero en la Red solo se reconoce la autoridad, no la jerarquía. Mejor las causas que los dogmas.

4. Activismo y ARTivismo. De las plazas a las redes. Y viceversa. La actual crisis devastadora (de la política formal y de la economía oficial) genera respuestas contundentes. La irrupción, la interrupción y la provocación que boicotea y sabotea lo establecido son las armas de una nueva generación de activistas políticos y sociales. Todo ello se ha producido en un contexto de cambio de escala, de cambio de potencia. Podemos hablarle al mundo. La distancia entre pensar, decir y hacer ha sido solo de un clic en las redes. Pensar que no estoy de acuerdo, decirlo, hacerlo. Pasamos de un mensaje SMS, de un mensaje bidireccional privado, casi enclaustrado, a un mensaje abierto y global. Este es el cambio.

La nueva y creativa plasticidad de las recientes protestas sociales reclama más reflexión y atención. Hemos visto la renovada emergencia de la poesía política, la irrupción de los coros para la denuncia, el uso inteligente de datos y visualizaciones, o el simple uso del silbato o del grito como nuevas armas democráticas para la respuesta cívica y neopolítica. Nuevos registros visuales y presenciales a los que hay que añadir la ebullición del activismo en la Red. Si las calles hierven, las redes queman. En Turquía, una nueva forma de protesta, quedarse inmóvil, de pie, durante horas, ha encontrado rápidamente ejemplos en otras partes del mundo. No es algo nuevo, en realidad, pero la Red, a través de su difusión exponencial, y de las imágenes e iconografías compartidas millones de veces, hace que esa acción sea hoy repetida como forma visual de protesta.

La presión a los gobiernos y a los políticos no se hace «solo» en los Parlamentos, por parte de la oposición, sino a través de acciones de pequeños grupos e individuos en solitario, uno a uno, que consiguen presionar al Gobierno a través de la fuerza de la opinión pública. El ejemplo de Change.org es significativo, pero también existen cada vez más webs de peticiones para fiscalizar a los gobernantes. Vivimos un cambio muy profundo en las relaciones entre representantes y representados. La política vigilada ha llegado para quedarse.

5. Los partidos políticos están perdiendo el privilegio de la acción política. Los partidos han perdido el privilegio de la acción política, en un contexto en el que están naciendo «los movimientos ciudadanos de presión», una categoría social nueva, igual que se crearon en su momento los partidos políticos o los sindicatos. El nuevo formato organizativo debe ser capaz de abrirse a injertos sociales, a alianzas críticas, a nuevas hibridaciones ideológicas y de cultura política para actualizar un pensamiento que no se renueva sin simbiosis. Las consignas, la publicidad, la propaganda… tienen poco predicamento en un entorno exigente con las ideas. Los nuevos activistas son, fundamentalmente, constructores de relatos y de interpretaciones.

Ahora, muchos líderes políticos de diferentes niveles de representación y de posición se preguntan: ¿Qué representan? ¿Qué quieren? ¿Quiénes son? ¿Con quién se debe hablar? Preguntas equivocadas. No es relevante quiénes son. Son mucha gente y muy diversa. Quieren  muchas cosas y pocas, pero lo importante es saber escucharles, hablar, dialogar, ser transparentes. Representan a mucha más gente de la que ha salido a la calle y a mucha más gente de la que nuestros gobernantes pueden imaginar o percibir.

A estas preguntas equivocadas (en su concepción), ahora les siguen afirmaciones, igualmente miopes y torpes: ¿Qué han conseguido?, se preguntan. La respuesta más clara nos viene de Manuel Castells (1): «… ¿qué ha logrado este movimiento, la mayor movilización independiente en España en muchos años? La respuesta más inmediata es que la transformación real se estaba produciendo en las mentes. Cuando la gente piensa de otra forma, si les une la indignación y albergan la esperanza  de cambio, la sociedad cambiará en última instancia de acuerdo con sus deseos. Pero, ¿sabemos si se está produciendo realmente ese cambio cultural? Una valoración aproximada puede derivarse de las encuestas sobre la actitud de los españoles sobre el movimiento… el 75 % de los españoles expresaba su simpatía por el movimiento y compartía sus principales ideas sobre la crítica del sistema político, la responsabilidad de los bancos en la crisis y otra serie de temas. Un 75 % consideraba el movimiento como una fuente de regeneración de la democracia. No obstante, un 53,2 % de los encuestados no creía que el movimiento ayudara a cambiar la situación: la crisis continuaba y nada podía cambiar la misma política de siempre. Efectivamente, era una valoración justa de la situación.

Por lo tanto, el movimiento expresa claramente el sentimiento y la opinión de la mayoría de la gente. No es una protesta marginal, y se niega a enmarcarse en un gueto ideológico radical. Sus ideas se difunden y la mayoría de la gente las acepta porque conectan con las frustraciones del movimiento. Pero las formas de conectar estos sentimientos con acciones que lleven a un cambio material en la vida y en las instituciones sociales están por explorar. Porque eso es precisamente la nueva política. Esta búsqueda sincera que realiza la mayoría del movimiento es un trabajo en curso».

(1) Manuel CASTELLS.  Redes de indignación y esperanza. Los movimientos sociales en la era de Internet. Alianza Editorial. Madrid, 2012

Publicado en: Revista Más Poder Local nº17. Comunicación política en procesos de cambio (Julio 2013) (version .PDF del artículo)

Enlaces de interés:
10 casos de activismo social en la que el internet tuvo un papel clave (PCWorld. 25 de Enero de 2012)
El kit de la lucha en Internet (Margarita Padilla) (Espabila o Muere, 4.01.2013)
‘Internet puede inspirar una nueva política a la altura de la complejidad de nuestro mundo’. Margarita Padilla (eldiario.es, 10.01.2013)
Apuntes de nueva política (Joan Subirats. El País, 9.03.2013)

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