InicioComunicaciónEl insoportable coste de la corrupción

El insoportable coste de la corrupción

1. El Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO) es una iniciativa, en el marco del Consejo de Europa, creada para estimular e impulsar la lucha contra esta lacra. El pasado 11 de julio, GRECO publicaba el Segundo Informe de Cumplimiento en España. De las quince recomendaciones del último Informe todavía existían nueve que no se habían aplicado o solo muy parcialmente. No es la única Institución que nos alerta de las graves deficiencias de nuestro sistema y de las insuficientes medidas adoptadas para combatir la corrupción. Las alertas y recomendaciones de GRECO coinciden, también, con el Barómetro Global sobre la Corrupción (2013) realizado por la ONG Transparencia Internacional.

2. España es el primer país de Europa en blanqueo de dinero. Un informe (ver página 188) de la Secretaría de Estado norteamericana, del pasado mes de abril, denuncia que España es el principal país de Europa en blanqueo de capitales procedentes del narcotráfico y el crimen organizado. Es uno de los 64 países del mundo, contando los paraísos fiscales, que Estados Unidos incluye en la lista de destino de blanqueo de capitales, aunque reconoce que se han hecho avances significativos en los últimos años. Pero queda mucho por hacer. Y aunque el dato es demoledor, no hay ninguna pregunta parlamentaria en el Congreso sobre el tema, aunque algunos medios se hicieron eco del mismo. Curiosamente el Gibraltar Chronicle destacó la noticia de manera relevante.

3. Un estudio reciente de la Universidad de Las Palmas (ULPGC) se atreve incluso a cifrar en 40.000 millones de euros el coste social de la corrupción en España, fenómeno que según ese estudio tiene una dimensión «mucho mayor» que la que reflejan las estadísticas oficiales. Con un método centrado en el análisis de su impacto sobre la calidad de vida de los ciudadanos, afirman, rotundamente, que «la corrupción nacional es mucho mayor que la reflejada por las estadísticas oficiales». Algunos expertos consideran, incluso, demasiado baja esta estimación.

Los tres Informes, de procedencia y naturaleza muy diversa (aunque de solvencia contrastada) tienen en común la contundencia de la alerta, la reiteración continuada de la misma, y la constatación del daño económico, además del moral y político, que causa la letal combinación de corrupción con otros delitos asociados como el blanqueo de capitales.

El Gobierno, y el presidente Mariano Rajoy en cabeza, no pueden postergar más el combate frontal y sin cuartel contra la corrupción, aunque el frame (el marco mental) le asocie con el caso Bárcenas y las desgarradoras consecuencias políticas y electorales que tiene para el PP. Rajoy aprobó, en el pasado Debate del Estado de la Nación, una batería de medidas con el apoyo casi total de la cámara y la abstención de la izquierda como medida de denuncia por no referirse, en aquella ocasión, al innombrable. Pero meses después, la comisión que debía impulsar y supervisar estas medidas sólo se ha reunido una vez desde el anuncio de su creación.

La sociedad española muestra signos de agotamiento total frente a la corrupción. Los datos demoscópicos son tenaces y crecientes, y certifican la paciencia desbordada de la opinión pública y su grave preocupación. El CIS la sitúa como el segundo problema del país. Una mezcla peligrosa de abatimiento («siempre igual…»), indignación («basta ya…»), rabia general («todos son igual…») y desesperanza («no hay nada que hacer…») crean un clima hostil contra la confianza política en nuestra economía, en nuestras instituciones, y en la democracia. Nueve de cada diez españoles siguen viendo mal la situación económica y un tercio cree que empeorará en un año.

El presidente Rajoy proclama siempre que nada le distraerá de afrontar los problemas del país y que nada le impedirá primar el interés general por encima de cualquier otro. Pues la corrupción no es solo ya el segundo problema sino que subyace la convicción, cada vez más extendida, que no saldremos de la crisis sino vencemos a la corrupción y los delitos asociados a ella. En particular la corrupción política, pero no solo la que afecta a nuestros representantes sino al conjunto de las élites sociales y económicas del país.

Rajoy no podrá eximir ignorancia. Informes y datos confirman las sospechas, las dimensionan, las relacionan y muestran sus efectos e insinúan sus causas. Tampoco podrá eximir desconocimiento: aprobó él mismo las medidas que se necesitan y no se desarrollan. Y tampoco podrá pedir paciencia o calma, ni sugerir que no se exagere el problema.

Rajoy lo confía todo a la reactivación económica. La suerte de España, la del PP y la suya personal. Pero ahí está su confusión, su error y su equívoca justificación. Un riguroso estudio de las elecciones desde 1945 en Europa, con más de 1.100 observaciones y análisis, desmontan la simplicidad teórica que atribuye rédito electoral a un Gobierno (sea cual sea u orientación) cuando la situación económica mejora. Pues no es cierto, o no se puede asegurar ni sustentar empíricamente con los datos o las series estadísticas. Este estudio, recogido en el libro Las promesas políticas de José María Maravall, es la base de un preciso y meticuloso trabajo de análisis que desmonta tópicos y falsas creencias.

«La gente vota a un partido en particular porque piensa que ese partido le representa mejor que otro» (Przeworski, 2010). Esa es la clave decisiva que Rajoy parece ignorar. Mientras Rajoy tienda a considerar a los electores como ciudadanos vulnerables, desmemoriados, dóciles e interesados seguirá creyendo en su particular cuento de la lechera (el que le cuenta su asesor para asegurarle que todo vendaval amaina y que cuando escampe, él estará ahí para recoger los frutos de su paciencia y determinación). Pero no hay suficientes datos consistentes y comparables que le aseguren que resistir es vencer. Mejor será entonces que se ocupe, y a fondo, de combatir la corrupción y no esperar que sea solo la Justicia quien haga el trabajo que también le tocaría hacer a la política. O será imposible que una nueva mayoría se sienta «representada» por un partido que ignora las preocupaciones de la ciudadanía.

Publicado en: El País (20.08.2013)(blog Micropolítica)

Referencias y enlaces asociados:
La corrupción alimenta la crisis, alerta Transparency International (Ricardo Martínez de Rituerto, El País, 06.06.2012)
“La corrupción es el ataque más devastador contra la democracia”(Mónica Ceberio Belaza, El País, 15.04.2013)
España, octavo país del mundo con los partidos políticos más corruptos, según Transparencia Internacional (Bolsamanía, 1.11.2014)

Otros contenidos

De Rocafort a Nueva York

El municipio de Rocafort se ­encuentra a muy pocos kilómetros del epicentro de la DANA. Curiosamente, desde allí, en plena Guerra Civil, el poeta...

Portavoz de la cordura ante la crisis

Algunas ideas sobre cómo está comunicando Óscar Puente y el porqué de su éxito: 1. La construcción de autoridad. El desconcierto es la antesala del...

Gana nuestro otro yo

La victoria de Donald Trump es algo más profundo que la victoria electoral de un candidato, de una opción política o de una propuesta programática. Gana...

28 COMENTARIOS

  1. […] 3. La soberanía ‘propietaria’. La representación política, durante un mandato electoral, se ve sometida a la auditoría pública última en el momento del siguiente ciclo político y en la consiguiente rendición de cuentas. Este proceso aleja y difiere en el tiempo la oportunidad de contrastar permanentemente, o en ocasiones relevantes, con los electores las decisiones más importantes o aquellas que merecen una suerte de mayoría reforzada. Confundir la soberanía delegada con soberanía propietaria ha sido uno de los principales errores y costes que hemos pagado en este largo y progresivo deterioro democrático. […]

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.