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Fotografiar y votar

En el año 2015, prácticamente la totalidad de los móviles del mundo serán smartphones y la paridad entre habitantes y dispositivos será una realidad global que romperá los apriorismos conceptuales sobre brechas digitales y diferencias sociales con los que hemos analizado, mayoritariamente, estos cambios.

Una de las manifestaciones más profundas que estos incorporan es la pasión por las imágenes compartidas. Pasión que dichos dispositivos permiten vivir intensamente por la extraordinaria calidad de la captura de imagen, su facilidad y usabilidad, y su potencial relacional gracias a las redes sociales. Se calcula que al día se suben en Internet 500 millones de fotografías, dato disruptivo potenciado por la popularidad de redes sociales globales como Facebook, y la creación de poderosas comunidades de usuarios que se construyen alrededor de aplicaciones como Instagram, o su nueva y creativa competidora, Hipstamatic Oggl, entre otras.

La reconocida fotógrafa, Annie Leibovitz, en su discurso del Premio Príncipe de Asturias de 2013 afirmó: «La fotografía representa la vida misma. Es comunicación y permite el intercambio de experiencias». Y todavía más: «La verdad es que la fotografía se inventó para que cualquier persona pudiera crear una imagen. Para que cualquier persona, de cualquier clase o posición social, pudiera tener una imagen de ella misma, de sus familiares y amigos, o de los paisajes y las vistas y las cosas que fueran importantes para ella. El poder de la fotografía es el poder de compartir nuestras experiencias con otras personas, al margen de las diferencias temporales, geográficas, de educación y de creencias. El poder de mostrar lo que, de otra manera, no podría creerse. El poder de detener y retener esos momentos que acaecen fugazmente a nuestro alrededor».

Este poder instantáneo, compartido, que crea comunidad y que permite descubrir talentos, potenciarlos o experimentarlos, puede y debe ser una gran oportunidad para la renovación de la política. Necesitamos nuevas miradas, nuevos planos, nuevos enfoques. Esta capacidad para democratizar la mirada a nuestro entorno, gracias a la eclosión disruptiva de las imágenes en red, debe ser un potencial de naturaleza política. Muchas personas opinando, hablando, creando (con sus fotografías), sobre temas de la vida cotidiana y con una dimensión social, gracias a la posibilidad de generar comunidades, es un ecosistema fértil para la política. Este potencial es una oportunidad.

Lo intuye muy bien otra mujer fotógrafa, Elzbieta Jablonska, cuando dice que todo el mundo merece tener una voz y que la fotografía tiene una capacidad movilizadora única: «A veces, las fotografías pueden gritar tan fuerte que hacen que todo el mundo deje de tomar nota y levante la cabeza de su cubículo». Y precisa: «Cada fotografía es como una frase sin terminar y en la que siempre debe haber una espacio para reflexionar». Y es aquí donde debe empezar la política. Votamos cada cuatro años… pero podemos fotografiar cada día.

Las nuevas expresiones de lo político que, entre las resistencias, las alternativas y las reformas, van emergiendo en nuestra sociedad intuyen este potencial de la fotografía digital como conciencia social. Las experiencias de safaris fotográficos urbanos (o los safaris graffiti) cuentan ya con predicamento y reputación en muchos lugares, y son un buen punto de partida. Pero hay un tránsito posible que va de los habituales concursos (un buen estímulo) a fotomanifestaciones, a la vigilancia política (como la contundente iniciativa de Quién Manda), o a los talleres de acción política con la fotografía como materia prima.

Uno de los talleres más innovadores que conozco es la que promueven los ARTivistas de TAF! Taller de Acción Fotográfica del colectivo Enmedio, que se presentan así: «Somos un grupo de profesionales de la imagen (diseñadores, cineastas, artistas) que, insatisfechos por la falta de conexiones entre el arte y la acción política, hemos decidido abandonar nuestro terreno habitual de trabajo y situarnos enmedio, en ningún lugar determinado y en todos a la vez. Desde allí exploramos la potencia transformadora de las imágenes y los relatos. Lo hacemos mediante espectaculares intervenciones, usando todo aquello que tenemos a nuestra disposición: fotografía, medios de comunicación, diseño…; así es como creamos interferencias en el relato dominante; en la explicación oficial del mundo».

Hay también una gran oportunidad para relacionar nuevas miradas con nuevas ideas. Volver a mirar lo que creemos conocer. Y hacerlo con un volumen de imágenes, encuadres, relaciones y puntos de vista que deben ofrecer soluciones innovadoras basadas en el data político que las fotografías digitales ofrecen. Analizarlas y comprenderlas es una minería de datos para la renovación política. Muchas veces me piden consejo y asesoramiento para reconectar a personas, organizaciones e instituciones con sus entornos, a los que dicen representar y servir. Y les contesto: miren las fotografías. Vuelvan a mirar la realidad. Ahí está la clave, o una de ellas.

El deseo y la necesidad de más política, de mejor política, de neopolítica (¿?) precisa, para verificarse y realizarse, de una condición previa que afecta a nuestra necesidad de dar sentido al mundo y a nuestra percepción de la realidad, a nuestra capacidad de modificar nuestros puntos de vista y, por consiguiente, a nuestra capacidad de aprender y, sobre todo, de desaprender. Mirar, hacer, compartir fotografías es parte de la nueva política, la que nacerá de las nuevas miradas.

Foto: Una de las imágenes de la campaña «Señor alcalde, ¿deportaría usted también a los Beatles?»(Hamburgo, 2013) TAF! Taller de Acción Fotográfica

Publicado en: El País (8.12.2013)(blog Micropolítica)
Fotografía: Sara Kurfeß para Unsplash

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