Algunos análisis políticos, sustentados en experiencias demoscópicas anteriores y en datos recientes, afirman que la distancia actual entre el PP y el PSOE puede reducirse, hasta hacerse altamente competitiva, si este último acierta con su proceso de primarias. Es decir, que hay un efecto candidato o candidata que siempre prima al partido que ha impulsado una renovación de liderazgos y propuestas. El próximo combate electoral entre el PP y el PSOE será entre lo conocido y, quizá, lo nuevo. Este marco permitiría situar, entre otras, estas variables: pasado/futuro, conservar/renovar, continuar/cambiar. Por eso es importante este proceso; también, por los marcos mentales que se van a consolidar, posiblemente, muy diferentes a los de las primarias invisibles del PP.
Sorprende que muchas de estas reflexiones apunten al factor «ilusión y entusiasmo» como determinante. Un factor que es el antídoto a la pereza y la resignación. ¿Es la ilusión un valor político? ¿Es la ilusión, en un momento tan crítico para la vida cotidiana de las personas, un elemento decisivo para votar? Pedro Calderón de la Barca, maestro literario del Barroco y cuyo tema central era la libertad frente al destino, así lo creía: «¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».
Incluso hay un Índice de la Ilusión en España (con su fórmula matemática, por supuesto). Las empresas Gfk y Cofidis presentaron este pasado mes de diciembre los resultados del segundo Índice. La conclusión es que en España tenemos problemas… pero también ilusiones: 60 sobre 100, un punto superior al del año pasado. Para llegar a esta conclusión, Gfk ha desarrollado una fórmula matemática que pondera tres factores: el número de proyectos que inspiran ilusión, el grado de importancia que les damos y las expectativas que tenemos de conseguirlos. Esta es la fórmula: Ilusión = 0,55 x N proyectos + 0,20 x Índice de Importancia + 0,25 x Índice de probabilidad.
La ilusión política, cuando es colectiva, puede tener un gran efecto movilizador. Pero, especialmente, genera una energía de esperanza, basada en las expectativas. Un candidato/a que proyecte expectativas podrá despertar esperanza y generar ilusión. Esta se mueve en el terreno de las emociones y las vivencias. Es una poderosa fuerza que te hace creer y soñar, cuando razonar y argumentar no permiten imaginar nuevos escenarios, ni pensarlos, ni trabajar por ellos. La ilusión es un combate contra el fatalismo, el determinismo y la parálisis. La ilusión te mueve, te levanta, te une. Y, cuando es compartida, es un coro de motivaciones políticas muy estimulante. Imprescindible, si tu agenda de renovación va más allá del recambio y te exige innovación total.
Creo que los desafíos y retos de la política democrática y su renovación de prácticas, formas y valores reclaman de una vivencia más emocional e intensa del hecho político. Vivir las ideas. Sería la propuesta. ¿Qué tipo de actos, de encuentros, de activismo, de redes, de palabras, de experiencias y de vivencias (y de partido) hay que promover para generar ilusión? Aquí puede estar la clave del nuevo liderazgo. De ilusiones no se vive, pero por ellas se combate.
Publicado en: El País (6.01.2014)(blog Micropolítica)
Fotografía: Armand Khoury para Unsplash