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La política y la Generación Millennials

Nacidos entre 1981 y 1995, son los hijos del Baby Boom. Según diversos informes globales, en 2025 supondrán el 75 % de la fuerza laboral del mundo. Les llaman así debido a que se hicieron adultos con el cambio del milenio (en plena prosperidad económica, antes de la crisis). Algunos la llaman Generación Y, otros los Echo Boomers, aunque desde hace ya tiempo son etiquetados como los Millennials.

Algunas de las descripciones les retratan como personas malcriadas y mimadas, capaces de alargar la adolescencia hasta el ensimismamiento hedonista. Del «you» al «me». Impacientes y egocéntricas. Han tenido 110 % más poder de compra que sus padres pero ahora empiezan a sentir en sus vidas la dureza del desempleo, a pesar de su gran preparación académica. No les gustan los modelos tradicionales, tienen una alergia espasmódica a las jerarquías impuestas, y viven con una mentalidad abierta a «vivir la vida» más allá de ganar dinero, simplemente. Si tuvieran que elegir entres sus posesiones materiales y las digitales, no lo dudarían: escogerían las segundas. Las marcas no saben qué hacer. No compran coches, no se hipotecan… Porque no pueden y, en parte, porque no quieren. Su principal «consumo» es el de los contenidos.

Personas preocupadas por su imagen, su reputación y su proyección. No tienen miedo a los retos. Y la característica central: dominadoras de la tecnología como una prolongación de su propio cuerpo. Sus relaciones básicas han estado intermediadas por una pantalla, desde el principio. La ruptura del tiempo y del espacio como elementos inevitables para cualquier tipo de relación o experiencia es el pasado. La ubicuidad es la naturaleza del presente, sin coordenadas. Siempre con sus smartphones encima. Pueden llegar a tener tres o cuatro dispositivos móviles. Multiformato, multipantalla y multicultural, de serie. Sin concesiones. On y off integrados. No ven la diferencia. No la entienden. Tienen otro diccionario: el Urban Dictionary les representa mejor.

Esta generación va a establecer una relación muy diferente, también, con la política formal, mucho más contractual, promiscua, exigente y volátil. Pero decisiva en los próximos procesos electorales. Hay que releer a Henry Jenkins si se quiere comprender. Estos podrían ser algunos de los cambios que apuntan:

1. Primero móvil. La concepción de la relación con las organizaciones políticas y su participación debe ser digital y móvil. La tecnología ya no es una elección para la «nueva política», sino una obligación para interactuar con los ciudadanos. Se comunican, se organizan y actúan en red a través de sus dispositivos móviles. Son activistas, no militantes. Glocales.

2. Derecho a decidir. Quieren relacionarse, influir, decidir (e incluso enseñar) sobre los gobernantes. No se conformarán con ser meros receptores pasivos de decisiones, querrán participar de ellas. Se sienten preparados para afrontar retos: regeneración democrática. Ellos pueden y deben ser parte de los «nuevos actores», de la «nueva política». No aceptan ni privilegios, ni tutelas, ni dirigismos. ¿Quieren cambiar el mundo? Podrían, pero no lo han decidido, todavía. Aunque no les gusta el que tienen.

3. Mejor sin partidos. No creen en los partidos (en su actual configuración), que consideran parte del problema y no de la solución. Los partidos deberán articular nuevas fórmulas para promover el empoderamiento con esta generación. Relaciones más libres y más esporádicas, como parte de una nueva dinámica más humilde y más co-participada.  Prefieren las causas a las casas políticas. Es el triunfo de la petición online antes que de la revolución. Los memes sustituyen a los discursos. La videopolítica a los programas.

4. Sin deudas históricas. Ni con la Transición, ni con las instituciones. Ni casi con la historia. No quieren esperar, son impacientes a un cambio de modelo y de valores. Su constancia está en entredicho. La rapidez de sus vidas les predispone a lo viscoso, resbaladizo y líquido. Pero su creatividad apunta y denuncia.

5. Conocimiento compartido. Su mundo empieza por «co». Son un valor para una nueva concepción de la política: participación y deliberación a través de las TIC. Crowdpolítica. Sin compartir no vale. Otra concepción de la autoridad. Su mundo es trans: transmedia, transcultural, transversal. Creen en la economía colaborativa. Compartir es lo natural. Competir no es sano, creen. Viajan de otra manera.

6. Exigentes y vigilantes. Serán muy exigentes e intransigentes con los valores de la «nueva política»: transparencia y rendimiento de cuentas sin negociación. Consideran la ejemplaridad personal y colectiva como la auténtica identidad: eres lo que haces, no lo que dices. De vuelta a Aristóteles.

Publicado en: El País (blog Micropolítica, 19.04.2017)
Fotografía: Austin Distel para Unsplash


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– La generación Millennials y la nueva política (artículo que escribí para el Nº108 de la Revista de Estudios de Juventud (Junio 2015) (INJUVE), con el título Jóvenes y generación 2020 , coordinada por Rafa Rubio y Adolfo Álvaro Martín)

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Millennials and Political News (Pew Research Center, 1.06.2015)
Cuatro generaciones, cuatro adversidades (ethic, 30.11.2015)

Otros enlaces de interés:
Global Millennial Survey 2014 (Resultados de la encuesta a la generación global del milenio de Telefónica)
Milenio: la generación que reconvirtió la calle en discurso político (Cristian Leporati. El Mostrador, 23.06.2015). Un fragmento:
(…) Se han desarrollado múltiples investigaciones para entender el pensamiento de los Milenio –jóvenes que van de los 18 a 34 años– y que repiten obsesivamente que son capaces de cambiar el mundo. La misma generación que le asigna el porcentaje de aprobación más bajo en la conducción del Gobierno a la Presidenta Bachelet, solo un 19% en la encuesta Plaza Pública Cadem (http://www.cadem.cl/encuestas/) […] Son los primeros nativos digitales. El 81% tiene perfil en Facebook. Un 83% duerme con el móvil al lado […] Pese a todo, no tienen miedo. Representan al grupo social más optimista frente a la economía. En Chile ocurre lo mismo, un 82% señala que lo mejor está por venir.  Algunos perfiles también los retratan como personas malcriadas y regalonas, al decir de Antoni Gutiérrez-Rubí, son capaces de alargar la adolescencia hasta el ensimismamiento hedonista. Del “nosotros al yo”. Al igual que las confundidas marcas, los Milenio están estableciendo una nueva forma de relacionarse con la política chilena, sin ideología y más contractual, volátil y promiscua. Algo incomprensible para los políticos criados al alero de las ideologías del siglo XX, la fronda aristocrática y el ideario autoritario de Diego Portales. Algunas claves:

  1. Serán mucho más exigentes con la «nueva política» que surja después del proceso que vive Chile, en términos de transparencia y rendición de cuentas. Lo digital es transparente y sin censuras, ese es el hábito.
  2. No les gusta en demasía el mundo que tienen y, por ahora, no están decididos a cambiarlo. Lo que sí tienen claro es su derecho a decidir por sobre los gobernantes; tampoco aceptan tutelas y dirigismos.
  3. Consideran a los partidos como parte del problema y no la solución. Mejor sin partidos. Prefieren las causas, la petición on line antes que la revolución.
  4. No tienen deudas históricas, ni con la dictadura ni con la Unidad Popular ni con el pasado. Son más bien propensos a la «liquidez» reflexiva, por la velocidad de sus vidas.
  5. Sin compartir no vale, ahí están las redes sociales para verificarlo. La política es participación y deliberación más que nunca.
  6. Los Milenio se organizan, comunican y actúan en red por medio de sus dispositivos móviles. Ergo, la relación y participación con las organizaciones políticas es móvil y digital. De ahí también que se sientan tan cómodos en las calles. (…)

Millennials se alejan de la política, pero existe solución (El Economista MX, 27.06.2015)
Millennials latinos no tolerarán a Donald Trump (El Economista MX, 11.07.2015)

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