El resultado electoral deja a Pedro Sánchez frente a una gran responsabilidad. No ha ganado las elecciones, pero podría formar gobierno.
Sánchez se enfrenta a tres ecuaciones: Primero, hay ganas de cambio en España. Sólo uno de cada cuatro electores ha votado a Mariano Rajoy. Defraudar estas expectativas sería imperdonable para una parte muy significativa de sus electores, y de los progresistas en general. Segundo, las izquierdas plurales crecen, y sus electores quieren acuerdos, aunque sus dirigentes rivalizan, compiten y creen que no hay espacio sin la eliminación (o superación) política de los adversarios. Nos enfrentamos a una situación inédita: la posible contradicción y la discrepancia real de intereses entre los electores y los dirigentes de las fuerzas progresistas. Y tercero, los reformadores (desde C’s a Podemos, pasando por el PSOE) pueden llegar a acuerdos importantes. Aunque el PP parece que conserva su minoría de bloqueo al superar los 117 escaños (un tercio de los diputados, lo que impediría que se sumaran dos tercios para grandes reformas constitucionales sin su concurso). Y también conserva la mayoría en el Senado aunque pierde más de 20 escaños.
El PSOE deberá pensar en varias claves: lo que le conviene a esta formación y lo que le conviene a su líder; así como pensar –muy a fondo– lo que le conviene a España. Y también lo que desea el votante progresista que hoy le ha dado la espalda… pero que podría recuperar. Hay muchas opciones y no todas son compatibles, parece. Pero la política es el arte de hacer posible lo necesario.
Sánchez se la juega. Si pacta con el PP, traiciona su propuesta, aunque obtuviera la cabeza de Mariano Rajoy. Después del debate (en el que cuestionó su honorabilidad, no hay pacto sin coste… y si sacrificios) Y si pacta con Podemos, se le rompen las costuras internas, y se complica –y mucho- su imagen de centralidad. Pero lo que les une (su oposición al PP) debería ser más fuerte que lo que les separa… o muchos electores no entenderían nada. Esta derrota es complicada, reclamará líderes con coraje y determinación. Ni es suficientemente grande para despejar dudas, ni suficientemente pequeña para simplificar las alianzas. Hay varias maneras de ganar… y varias de perder.
El bipartidismo resiste. Y puede tener la tentación de ayudarse, mutuamente. Pero ha llegado la hora de la humildad política. Para el PP y el PSOE, pero para los emergentes, también. Su irrupción es histórica, pero no adanista. No todo empieza con ellos, aunque sin ellos cada vez será más difícil sumar y gobernar. No hay que olvidar que Podemos ha ganado en Catalunya y el País Vasco. Nadie que quiera gobernar España podrá ignorar esta realidad. Y sus consecuencias en forma de condiciones.
Las elecciones han dado un resultado complicado. Pero no se trata de aritmética, sino de política. Se trata de no ceder a la tentación del cálculo partidario y aprovechar las oportunidades históricas. Nadie que especule con nuevas e inminentes elecciones podrá obtener la confianza política en el futuro. Todos deben liberarse de sus miedos y recelos. Hay espacio para la POLÍTICA en mayúsculas. No es tiempo de cicateros, especuladores, conspiradores ni arrogantes.
Los electores han hablado. Quieren otra política. Tan nueva como sea posible. Otro gobierno, tan diferente como sea posible. Otra Constitución, actualizada, tanto como sea posible. Y otra izquierda, tan renovada como sea posible. Hacer posible lo necesario. Ese es el reto.
Publicado en: El País (20.12.2015)(blog ‘Micropolítica’)
Fotografía: Roman Mager para Unsplash