Este artículo forma parte de la serie de contenidos del espacio ELECCIONES USA 2020, donde irán escribiendo distintas firmas invitadas.
«Hablemos de quién puede ganar». Ese parece que fue el mantra usado por Joe Biden en el último debate demócrata realizado, el tercero entre los candidatos a batir a Trump, pero el primero donde por fin se enfrentaban los grandes favoritos: Biden, Sanders y Warren. El exvicepresidente se presentaba como alguien a quien podrían votar todos los demócratas (los más izquierdistas o los más de centro) e incluso los independientes. Por contra, dibujaba a sus adversarios como radicales de izquierda con ideas que no son aceptadas por muchos votantes. A Biden le funcionó. De hecho, sigue líder en la mayoría de encuestas y por bastante distancia. Lo que sucedió con Kamala Harris en el primer debate no ha vuelto a ocurrir, y Biden se ha mostrado firme y presidenciable. Además, sigue siendo el máximo favorito demócrata en la mayoría de estados.
Pero desde ese debate han sucedido muchas cosas. Lo más importante, el impeachment contra Trump por su abuso de poder, al intentar que el presidente de Ucrania ayude a investigar al propio Biden por ayudar a su hijo, y así conseguir impactar en la campaña electoral. Y esa es otra muestra de que Trump también veía a Biden como máximo favorito y capaz de hacerle sombra.
La noticia, que ha servido para atacar al presidente por su mala praxis y por aprovechar su posición para beneficiarse electoralmente, puede destruir a Trump, pero está teniendo un segundo efecto, no buscado por los demócratas, y mucho menos por Joe Biden.
Se trata del efecto boomerang. En este caso, cada vez que se ataca a Trump, se recuerda el escándalo de Biden con su hijo. No importa si es o no real, ni si Biden hizo algo o no. Solo importa que en la mente de los electores aparece, junto al abuso de Trump, el posible abuso de Biden.
Y no es solo esa percepción, sino que los republicanos lo saben y aprovechan para atacar a Biden con su abuso, sabiendo que el «y tú más » puede ayudarles con sus votantes. El último caso lo tuvimos ayer, cuando Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York y abogado personal de Trump, apareció en prime time en el programa Esta semana con George Stephanopoulos. Allí, mostró la copia de una declaración jurada del testigo del fiscal ucraniano Viktor Shokin, donde este afirma que fue forzado a dejar el cargo como principal fiscal de Ucrania porque lideraba una «amplia investigación de corrupción » en una compañía de energía que le pagaba al hijo de Joe Biden, Hunter Biden, $ 50,000 por mes para formar parte de su junta directiva. Shokin alegaba que el entonces presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, le ordenó renunciar debido a la presión de Joe Biden, que amenazaba con retener $ 1 mil millones en subsidios a Ucrania si no lo hacía.
Por supuesto, desde la campaña de Trump pidieron que se dejara de dar voz a Giuliani, a través de una carta a las cadenas de televisión, incluidas ABC, CBS, NBC, CNN y Fox News, pero Giuliani ya había salido. Su comunicación sigue siendo a la defensiva para no hacer más ruido.
Pero es ruido precisamente lo que quiere hacer Trump. Su contraataque es poderoso, y lo es porque en una ciudadanía cada vez más polarizada es más sencillo dar a entender que es inocente y que hay un complot contra él; pero, y más importante, porque si ambos actuaron mal, para los independientes Biden deja de ser la persona en la que confiar. Y que piensen eso va muy bien para el futuro electoral de Trump, y muy mal para el de Biden, justo porque esa era su baza ganadora y lo que le diferenciaba del resto de candidaturas demócratas.
(Más recursos e información en ELECCIONES USA 2020)
Fotografía: Madalyn Cox para Unsplash