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Árbitro o guardián

«Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan en él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer». El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger.

El debate parlamentario sobre el Estatut de Catalunya que ayer se celebró en el Congreso de los Diputados, ha vuelto a visualizar —claramente— los fundamentos estéticos y culturales del combate político que libran el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero y el líder de la oposición, Mariano Rajoy. Un combate ideológico que se presenta como un duelo entre dos modelos de liderazgo y dos estilos de comunicación contrapuestos.

George Lakoff, catedrático de ciencia cognitiva en la Universidad de Berkeley (California) ha sido uno de los renovadores del pensamiento científico sobre la lingüística y la semántica y, recientemente, ha revolucionado la reflexión política en Estados Unidos al atribuir a los neoconservadores que lideran la Casa Blanca un mejor conocimiento y una más hábil gestión en la creación de «marcos mentales y metáforas». Marcos que, según la ciencia cognitiva, existen en nuestro cerebro y son capaces de bloquear la comprensión de hechos y datos de tal manera que actúan como un inhibidor racional. Esa sería, según su opinión, la razón por la cual, sin «razones objetivas», los ciudadanos norteamericanos siguen confiando en Bush «a pesar de la realidad», por dura que sea.

Los dos modelos de liderazgo político en España en liza también se polarizan –con mayor o menor estrategia y conciencia- entre dos grandes marcos conceptuales: el del vigilante y el del árbitro. Rajoy, como Holden, el protagonista de la novela de J.D. Salinger, piensa en nosotros como niños que hay que vigilar. El placer del trabajo no consiste en la tarea, sino en la misión: evitar que los niños caigan en el precipicio. Y Zapatero gusta de las maneras del árbitro: deja jugar y administra la autoridad desde la observancia de las reglas.

Su lenguaje corporal se ha adaptado consecuentemente al rol que quieren interpretar. Desde hace meses, Zapatero sitúa sus manos como una balanza. A veces tocándose suavemente todas las yemas de sus dedos, otras juntando las manos (una cobijando a la otra o cruzando los dedos) o bien moviéndolas levemente en paralelo con las palmas abiertas al ritmo de sus palabras. Lejos queda ya el gesto electoral que repetía hasta el cansancio y que acompasaba sus palabras con el movimiento de su mano derecha. Zapatero ha descubierto sus dos manos. Ha encontrado en su actual gesto equilibrado, paralelo y sereno una imagen buscada y deseada: la del que habla desde la centralidad para la mayoría social. A todo ello hay que añadir un timbre y tono de voz pausado y la notable reducción de palabras por minuto con las que últimamente nos habla, creando —en su conjunto— una imagen más firme pero sin estridencias. El árbitro Zapatero se siente cómodo con su posición. A veces parece que abandona la pelota, incluso el juego, pero se convierte en la referencia permanente en el debate político.

Frente a él, Rajoy interpreta su papel de guardián, con profundas e históricas raíces en el pensamiento, en la cultura, en la ideología y en la política conservadoras del siglo XX. Guardianes de la libertad, de la patria o de la Constitución, son los referentes del modelo que el líder de la oposición desarrolla con renovado afán. Trabaja deliberadamente su estilo y su modelo de liderazgo como el factor más atractivo de su oferta política. Sus gestos y su timbre de voz refuerzan su mensaje. Rajoy ha recuperado su índice derecho para acusar, para señalar, para recordar o para advertir. Es su gesto único. Un dedo largo y firme que sobresale de su mano con una energía desconocida. A veces lo matiza y su dedo es sustituido por un martillo de dedos que, juntos y en formación, dibujan un pico imaginario igualmente efectivo.

Todavía es pronto para saber si la sociedad española se decantará claramente por un modelo o por otro. El desenlace de la confrontación de los dos liderazgos será determinante para las opciones de los partidos mayoritarios. ¿Ganará el talante o lo contrario? Las dudas sobre el futuro que anidan en amplios sectores de la ciudadanía alimentan el autoritarismo latente en nuestras sociedades y hacen albergar esperanzas a los estrategas del PP. Creen que el orden es el valor supremo. Los vientos globales soplan en esa dirección. La fuerza atrae. La debilidad se rechaza. La claridad es magnética y, en cambio, se recela de los matices. El miedo —o los diversos miedos— se conjuran con vigilantes. Pero Zapatero opta por un estilo que —cree— será el estilo de la sociedad española del siglo XXI: confianza y autoestima.

El debate parlamentario del Estatuto de Catalunya de ayer ha sido un nuevo escenario de confrontación de modelos y una prueba de fuego, no sólo para el Estatuto y su tramitación, sino —sobre todo— para saber si los ciudadanos (electores mañana) votarán, como dice Lakoff, «según su identidad, sobre la base de quiénes son, de qué valores tienen y a quién y a qué admiran». Veremos si el árbitro tiene más autoridad que el guardián. O más crédito.

Publicado en: El Periódico de Catalunya 03.11.2005 (formato pdf)
Fotografía: Matt Walsh en Unsplash

Documentos de interés:
Entrevista a George Lakoff
Fuente: ABC.es (14.10.2007)

Padres estrictos, triunfos electorales
Fuente: La Vanguardia (17.06.2007)

Manual para asnos y elefantes
Fuente: ABC.es (23.09.2007)

Idees i elefants
Fuente: Bloc Raimon Obiols(18.12.2007)

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