La belleza de Ségolène Royal (SR) incomoda tanto como su libertad. Con su indiscutible victoria en las primarias socialistas donde se escogía la candidatura del partido para las presidenciales de 2007, SR ha jubilado a todos los elefantes del partido y, también, ha enviado al baúl de los recuerdos propuestas programáticas enmohecidas y anticuados estilos políticos.
SR ha despertado el machismo latente y la envidia mal disimulada entre toda la clase política francesa que alimenta una misoginia de fondo, recelosa y cobarde. Quienes, desde su propia formación, la han combatido precisamente por ser mujer, guapa, alegre y joven se han equivocado de pleno. Es cierto que SR administra un pragmatismo acomodaticio a la opinión pública y que ha sustituido las antiguas convicciones ideológicas por renovadas y eclécticas intuiciones y principios que representan nuevos valores. Pero, ¿no es la política representativa —fundamentalmente— una propuesta de liderazgo y de empatía social? ¿Qué hay de malo en conectar con la sociedad a la que se quiere representar públicamente? ¿No se trata de eso, precisamente?
SR ofrece una política «líquida», dispuesta a infiltrarse por las rendijas de un poder demasiado centralista y alejado de la realidad, una política secuestrada por una generación esclerotizada, incapaz de comprender la nueva sociedad francesa y sus problemas. Ésta ha decidido, ausente hasta ahora de un liderazgo fuerte y renovado, responder de manera convulsiva e imprevisible: desde la sorpresa de la segunda vuelta de Le Pen en las presidenciales francesas de 2002 frente a Jacques Chirac, pasando por el «no» en el referéndum francés a la Constitución europea, o la violencia de las banlieues del año pasado.
Los envidiosos y adversarios de SR la acusan de superficial e inconsistente. Pronto seguirán con la frivolidad y el divismo. Les parece que este es un buen ataque a una mujer que hace política. Deberán de cambiar de táctica si quieren frenar o condicionar a la candidata. Pero el fenómeno SR debe hacernos reflexionar más allá de la política formal para preguntarnos sobre el modelo de liderazgo en la Sociedad de la Información y de la Comunicación.
Hoy nuestras sociedades son más exigentes y sensibles, y el liderazgo público se gana y se pierde, también, en el terreno de las percepciones. La belleza de SR representa también salud, optimismo y rebeldía frente al paso del tiempo y descaro frente a la gerontocracia instalada. Su elegancia responde también al respeto y y la responsabilidad por la función pública. Su sonrisa, amplia y franca, nos indica también confianza, seguridad y proximidad. Su juventud es exhibida también como un orgullo después de una maternidad fértil y de una larga trayectoria de servicio público con dos ministerios y una presidencia regional. La publicación de un oportuno reportaje de verano en el que se pudo ver la silueta de la candidata en biquini jugó, finalmente, a su favor. Con mejor resultado que la artificial y preparada fotografía de reconciliación entre Nicolas Sarkozy y su esposa, con paseo playero y besito incluidos.
Ségolène Royal ha sabido comprender que cuando se proclama el «deseo de futuro» (como anunciaba su lema de campaña), o se exige «corresponsabilidad» a los conciudadanos (como ha manifestado en sus primeras declaraciones como candidata elegida), hay que proponerlo desde un liderazgo contagioso, estimulante, desafiante y enérgico. Un liderazgo capaz de devolver la autoestima a la sociedad a la quiere servir y representar. Nadie duda que Francia será más escuchada y respetada en el mundo con una política sin complejos… y con más glamour. «Entre todos vamos a hacer algo extraordinario», ha afirmado.
Sí, señores. Las mujeres listas combaten en todos los frentes. Saben sacar partido de sus bellezas plurales y distintas sea en la política o en la empresa. Y tienen ambición en la vida pública y social, sin renegar de sus atractivos para ser más o menos creíbles o aceptadas. En Estados Unidos, por ejemplo, Hillary Clinton, Condoolezza Rice o la recién nombrada speaker del Congreso, Nancy Pelosi, representan un desafío político y estético frente a la política de hombres previsibles que parecen copias los unos de los otros. Frente a los trajes grises, una oferta de luz, de simpatía y de inteligencia les advierte que pueden competir y ganar en cualquier batalla.
Bienvenida Ségolène Royal. Bienvenidas Angela Merkel, Michelle Bachellet y las que puedan llegar… Una nueva esperanza para muchos demócratas y progresistas, hombres y mujeres. SR puede cambiar la política francesa y, al igual que otras muchas líderes mundiales, afrontar el reto de liderar y demostrar que otra política es posible.
Publicado en: Expansión 21.11.2006 (formato .PDF)
Fotografía: Ahmed L Elpahwee en Unsplash
Documentos de interés:
Los nuevos aires de Ségolène Royal (ABC. 12.10.2008)
El poder de las mujeres (Daniel Innerarity. El País, 08.03.07)
«Sarko» y «Ségo» se pasan a las viñetas (Javier Gómez. La Razón, 15.02.07)
Vídeo Ségolène Royal:
(mensaje a los Bloggers)
Enlaces sobre Ségolène Royal:
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