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El talante de Rajoy

«Quien ríe el último, ríe mejor» dice el acertado refrán popular. No sabemos lo que gana el líder de la oposición, pero el jueves se ganó el sueldo. Quizás fuera la vanidad por estrenar un programa innovador y de previsible éxito, o el exceso de confianza en sus propias posibilidades, lo que llevó al Presidente a ser el primero. Pero visto en conjunto, es evidente que hablar el último ha tenido ciertas ventajas que Rajoy ha sabido aprovechar.

El líder del PP mostró sus garras dialécticas en los primeros quince minutos. Con una actitud pétrea, sin fisuras, incluso provocadora, dejó claro que no estaba dispuesto a dejarse intimidar ni a acomplejarse ante las preguntas más incómodas. Y con ello consiguió justo el efecto contrario. Los ciudadanos fueron desisitiendo, progresivamente, de su actitud de denuncia y crítica, para dejar paso a  la discrepancia o, simplemente, a la pregunta.

Rajoy sorprendió también con su lenguaje no verbal. Demostró que se puede parecer próximo, sin hablar de «tú». Se movió constantemente en el espacio delimitado para el entrevistado, con gran soltura, para escuchar y dirigirse a cada persona. Su atril y taburete resultaron, pues, prescindibles y el mismísimo Milà tuvo que salir de su guarida para poder dirigir con solvencia y visibilidad. Rajoy gesticuló bien, con la ayuda de un efectivo bolígrafo, y se olvidó de su dedo índice amenazador que tanto ha utilizado en el Congreso, recuperando un tono casi profesoral y didáctico.

Manejó el piropo con soltura. Especialmente cariñoso y atento con las personas que se mostraron o manifestaron nerviosas o con alguna dificultad de expresión. Y aguantó con «talante» las intervenciones más duras. Se sintió tan suelto que incluso se puso del lado de los ciudadanos, para defender su derecho a repreguntar tantas veces como quisieran.

A pesar de su buena actuación, no pudo evitar su delatadora mirada hacia el suelo y la evidente falta de credibilidad cuando habló de la guerra de Irak o cuando negó evidencias palmarias como el coqueteo intencionado del Gobierno del PP con las mentiras de marzo de 2004.

«Lo importante es estar vivo, y después ya veremos», dijo en una respuesta. Y Rajoy está muy vivo. Mostró una sutil novedad en su discurso. En vez de oponerse frontalmente a determinadas ideas, las menospreció, casi ridiculizándolas, para marcar y forzar una opción de primera… y otra de segunda. Fue el caso cuando contrapuso el catalán al inglés como idioma de futuro o cuando priorizó «los derechos, la vida, o la libertad» frente al problema de la vivienda.

Desveló algunos detalles interesantes de su vida privada, citó con acierto el máximo número de ciudades, pueblos y comunidades de España y el numerito final (una vez acabado el programa), con intercambio de teléfonos, para continuar en privado lo que prometió en directo, fue divertido y atractivo. Cuando ordene el ejército de pelos de su cara y de su cabeza, controle su bufido característico y suelte lastre ideológico, será un rival todavía más serio.

Publicado en: El Periódico 21.04.2007 (formato .PDF, versión en castellano) (formato .PDF, versión en catalán)

Fotografía: Marlon Aust en Unsplash

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