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La dimisión del cerebro de Bush

Publicado en: El Periódico (16.08.2007) (versión pdf en castellano)

(versió pdf en català)

Karl Rove, asesor político especial del presidente George Bush desde enero de 2001, ha anunciado que dimitirá a finales de mes. La dimisión de Rove es, seguramente, el indicador más claro del largo final agónico del segundo mandato presidencial. Porque Karl Rove ha sido considerado el «cerebro» de las victorias republicanas, tal y como ha reconocido públicamente el presidente. La noche electoral de 2004, cuando las urnas habían revalidado el éxito electoral de Bush, sólo citó a dos personas: a su esposa, Laura; y al «arquitecto», Karl.

La relación entre el presidente electo y su cerebro electoral comenzó como colaboración hace 34 años en el clan de la familia Bush y después se convirtió en una sociedad inseparable y de éxitos prolongados. Rove  le ayudó a ganar las elecciones de senador de Texas, después las primarias para la denominación republicana y, finalmente, las dos elecciones presidenciales frente a Al Gore y John Kerry. En todas estas citas electorales no partía como el favorito, ni parecía mejor candidato que sus rivales, pero ganó. Durante todo este tiempo, Rove ha desarrollado unas técnicas muy precisas para el marketing y la comunicación política, sorprendiendo siempre a los estrategas demócratas que, atrapados por su pedantería intelectual y su orgullo herido, han sido incapaces de contrarrestar.

Rove no es simplemente un ideólogo neocon. Es peor: es un ejecutor despiadado y brillante. Desprecia las ideas, incluso las que le gustan. Prefiere la acción táctica que la reflexión conservadora. Su éxito político se ha basado en cuatro principios básicos que asustan por su eficacia. Veamos.

1. Simplicidad. Rove está convencido que los electores no retienen los detalles políticos. Y que es poco rentable, electoralmente, el discurso de la complejidad (tan necesario para entender la realidad de nuestras sociedades). Por ello, hay que centrarse en mensajes extraordinariamente simples, sin matices, sin desarrollo argumental. Sin análisis y sin datos, la idea resulta más convincente y seductora porque se desliza hacia el terreno de la creencia en lugar de la razón.

2. Emoción. En consecuencia, es el discurso de los valores (la patria, la fe,…) el que mejor se adapta a esta convicción. Renunciando a las propuestas y a los programas, Rove intuye que cuando los valores hablan, la razón enmudece. Sólo así se comprende que los norteamericanos suspendan a Bush cuando «piensan» (en las encuestas, por ejemplo). Pero cuando se ha tratado de «elegir», le han votado. Está convencido que elegir es una emoción, no una decisión razonada.

3. Agresividad. Si tienes ideas simples (que se pueden retener y repetir) y te diriges al corazón y al estómago de tus electores, hazlo sin vacilar. La determinación es la clave. Ataca sin escrúpulos, destruye a tu adversario con cualquier medio y ocupa la atención mediática con un ruido ensordecedor. No importa hacer trampas… mientras no te pillen. La audacia tiene recompensa. Los electores no quieren pusilánimes ni hipocondríacos. No hay que tener pudor, ni rubor. Si dudas, pierdes. El rumor, la media verdad (tan letal como la mentira entera), la insinuación, el bulo, la crispación, todo vale y no importan los «daños colaterales». En tiempos de incertezas sólo los fuertes pueden presentarse como «la respuesta». Detesta el «centro político» convencido de que se puede ganar la agenda pública desde la radicalidad.

4. Técnica. Rove ha sido el mejor en la utilización de las técnicas de segmentación y de posición conceptual. Ha manejado muy bien las bases de datos y las redes religiosas haciendo llegar sólo los mensajes que quieren ser «escuchados». Así se garantiza su propagación. Conocedor a fondo de la estructura lingüística del pensamiento, ha utilizado los marcos conceptuales que actúan como inhibidor de la razón, generando apriorismos mentales, como bien ha estudiado George Lakoff en su libro «No pienses en un elefante». Tiene el lápiz muy afilado, para escribir eficazmente o para clavártelo en el corazón. Utilizar, por ejemplo, «alivio impositivo», en lugar de «reducción de impuestos», es una de sus muchísimas soluciones. Con una sola idea evita dar munición a los rivales políticos e identifica la carga impositiva como una  enfermedad. El alivio (la reducción) es la solución medicinal. Efectivo y muy psicológico.

Rove ha acumulado todos los sobrenombres posibles que reflejan su inmenso poder: «Cerebro», «Arquitecto», «Niño Genio»… y también  «Príncipe de las Tinieblas», «El hombre detrás de la cortina», o «Rey Karl». Pero ninguno es tan ilustrativo como «El hombre que tiene un plan», como le llama Bush, para comprender hasta que punto Rove ha sido el estratega decisivo, el auténtico «co-presidente» de los Estados Unidos.

Nadie le cree cuando dice que «ha llegado la hora» de estar más con su familia. Se va porque es listo y un superviviente nato, justo cuando el cerco judicial y las investigaciones del Congreso se estrechan sobre su persona. Bush le ha protegido en el «caso Palme» (la filtración del nombre de una espía, esposa de un opositor) y ha impedido su comparecencia en el Comité Judicial del Senado para declarar sobre su participación en la politización del Departamento de Justicia y en la destitución de nueve fiscales estadounidenses.

Es más, «ha llegado la hora» parece un epitafio para Bush, y no la despedida de Karl Rove. Seguro que volverá.

Documentos de interés:
Los trucos sucios de Rove
Fuente: Democracy Now! 14.08.2007 (versión pdf)

Maniqueo, radical y sin escrúpulos
Fuente: El Periódico 19.08.2007 (versión pdf)

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