Publicado en: Diario Siglo21 (08.11.2007) (versión pdf)
Hillary Clinton ha evitado presentarse como la candidata de las «mujeres» (solamente). Está convencida que una estrategia centrada en el género puede arruinar sus posibilidades. Cree que puede ganar, si es capaz de convencer al conjunto de la sociedad norteamericana -sean hombres o mujeres- de que será la mejor futura Comandante en Jefe. Pero el ataque coordinado de todos los demás precandidatos, incluidos algunos de los entrevistadores, en el reciente debate televisivo de la semana pasada en Filadelfia, puede alterar esta estrategia de manera involuntaria. Una inesperada oleada de simpatía de muchas mujeres hacia Hillary se ha despertado como respuesta solidaria a la agresividad de sus oponentes. El excesivo «todos contra ella» se percibe, por parte de un amplio sector femenino, como un «todos contra ellas» que puede alterar el curso de las primarias como un revulsivo.
A principios de 2007, Hillary Clinton anunciaba su candidatura a las elecciones primarias del Partido Demócrata para la presidencia de Estados Unidos. Y lo hacía en primicia, a través de un vídeo colgado en su página web donde decía: «Estoy aquí para ganar». Su determinación es fruto de su preparación y de su confianza. Sus adversarios han querido identificar esos atributos como los de una persona ambiciosa y obstinada, peligrosamente militarista (antes con Irak y ahora con Irán), atrapada por un pasado plagado de errores, complicidades y mentiras con las peores decisiones de la administración Bush. Pero lo cierto es que buena parte de la opinión pública demócrata han reconocido que es, sencillamente, la «mejor» preparada. Por eso, la reacción coral de «todos contra ella» ha despertado la sospecha entre muchas mujeres, sobre si tal unanimidad de los candidatos hombres es un reflejo descaradamente machista, propio de los que no aceptan que «ellas» pueden ser las mejores. El hecho de que, además, ella sola se defienda ante seis hombres que la atacan sin piedad despierta mecanismos inconscientes de solidaridad y simpatía hacia quien nunca antes había generado estos sentimientos en un gran número de mujeres y activistas. También entre muchas minorías que se sienten identificadas con quien recibe todos los ataques por el hecho de ser diferente.
Pero el reconocimiento creciente de las cualidades de Hillary Clinton parece ir en proporción a la capacidad que genera para movilizar a sus detractores, que sienten verdadera animadversión hacia ella y la consideran una seria amenaza. Sus adversarios políticos, demócratas y republicanos, pueden ser una pinza que movilice todo el caudal de rechazo hacia la más fuerte. Una encuesta realizada el pasado 13 de septiembre por la cadena NBC y The Wall Street Journal señalaba como favorita a Hillary Clinton en la carrera para lograr la candidatura presidencial del Partido Demócrata de cara a las elecciones del próximo año. «Todo vale contra Hillary», parece la consigna. Ya en 2004, se acuñó el término «swiftboating» (en relación a las embarcaciones utilizadas en la Guerra de Vietnam para acciones contrainsurgentes) para explicar los ataques que recibió el entonces candidato demócrata, John Kerry, y ahora es ella quien tiene que «defenderse» incluso de su atractivo como mujer madura o de los rumores sobre su orientación sexual (la «acusan» de lesbiana), en una sociedad de doble moral y muy vulnerable, en términos de opinión pública, sobre las conductas privadas de los cargos públicos.
Un repaso a la blogosfera antiHillary puede dar una idea de la determinación de sus oponentes contra su candidatura. Los republicanos creen que pueden batir a cualquier demócrata… siempre que no sea Hillary Clinton. Por ello, están movilizando todos los recursos disponibles para estimular y aumentar los prejuicios sobre ella entre la opinión pública norteamericana. Según Rove, ex asesor político especial del presidente George Bush (2001-2007), «la gente tiene formada una opinión de ella. Y es muy difícil que se cambie la idea que se tiene sobre una persona tan relevante». Fría, maquiavélica, ambiciosa, soberbia, oportunista, oscura, bruja, diabólica, etc., parecen ser algunas de las palabras que sus adversarios republicanos repiten una y otra vez, a la menor ocasión, con el objetivo de activar los mecanismos inconscientes que la sitúen en el terreno de la duda y la opacidad ante los ojos de los ciudadanos.
Falta justo un año para las elecciones presidenciales de noviembre de 2008. Muchos hispanos saben lo que significa ser discriminado por su condición. Han visto como, de manera interesada y miserable, se ha asociado muchas veces, desde determinados sectores políticos y mediáticos, al inmigrante con adjetivos como: maleante, vago, peligroso, sucio, ruidoso o pendenciero. Y saben que sólo el voto puede convertir los prejuicios en oportunidades, si se obtiene el poder político que pueda garantizar, consolidar o promover los cambios necesarios. Con su voto pueden decidir la Historia de los Estados Unidos y, sobre todo, su historia personal. Sólo el voto puede ayudar a la comunidad latina frente a la ola antiinmigrante que sacude al país. Por ello, a pesar de los prejuicios o de las simpatías sobre una u otro candidato en un momento determinado, será interesante ver si la decisión del voto latino responde, finalmente, a sus necesidades reales como ciudadanos o a sus sentimientos como individuos.
Documentos de interés:
La fuente de noticias sobre Hillary (página web creada por la candidata para responder a los ataques de sus oponentes).