Publicado en: El Periódico (27.02.08) (versión pdf en castellano) (versió pdf en català)
El argumento central del debate no fue ni la economía, ni la inmigración… El recurso más utilizado por los dos candidatos fue el tiempo: el tiempo pasado, claro. De lo que hicieron unos y otros cuando ocupaban responsabilidades diferentes. El pretérito perfecto, imperfecto o pluscuamperfecto… Siempre pasado.
Pero en política, el «tiempo» presente y futuro es el que tiene más valor. «Ya que no vivimos tiempos revolucionarios, aprendamos, al menos, a vivir el tiempo de los rebeldes» afirmaba, por ejemplo, Albert Camus. Muchos líderes políticos han asociado su proyecto a este concepto: «Ahora», «Ha llegado el momento», «La hora del cambio»…son expresiones habituales en la retórica política sea conservadora o progresista.
No me sorprendió, por ello, que el único momento metafórico de todo el debate tuviera, precisamente, al reloj como protagonista: «Usted no le ha dado cuerda al reloj y el reloj se ha parado» le dijo Rajoy a Zapatero. La respuesta no se hizo esperar, sonó de manera inmediata, con buenos reflejos: «Quizá no se ha enterado que hoy los relojes van a pilas y nosotros hemos cargado las pilas de la economía».
El cronómetro estuvo obsesivamente presente en el debate aunque, inexplicablemente, no tuvo el protagonismo visual que ha tenido en otros debates televisivos. Recordemos los cronómetros digitales mientras intervenían los candidatos a ministros de Economía, Solbes y Pizarro, o la cuenta atrás entre los presidenciables franceses Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy.
Pero allí estaba. Tic-tac, tic-tac. Tanto, que parecía despistar a Rajoy, que desviaba la mirada, a veces, en busca del tiempo perdido.
Sus ojos se iban hacia el reloj del monitor con el que contaba cada candidato para controlar el tiempo restante. Un control por el que velaron dos miembros de la Federación Madrileña de Baloncesto, sabedores del valor de cada segundo en la cancha.
Por si no fuera suficiente, el moderador se transformó en un cronómetro viviente, a través del férreo marcaje con el que sometió a los dos candidatos en el uso del tiempo de sus intervenciones, anunciando la duración de cada uno de los bloques: tres, dos,… ¡un minuto! Tres minutos es también el tiempo habitual de cada asalto en los combates de boxeo profesional. Toda una alegoría pugilística de lo que sucedió en el estudio de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión (el ring contemporáneo de la videopolítica).
La puntualización sobre la hora a la que saltan de la cama los españoles más madrugadores (los currantes que se levantan a las siete, según Rajoy; o a las cinco de la mañana, según Zapatero) supuso también una curiosa polarización horaria en este debate político, contribuyendo, una vez más, a la presencia del «tiempo» durante las casi dos horas de confrontación televisada.
El reloj, esta vez como complemento, tuvo sus minutos de gloria. ¡Y de qué manera! El sorteo previo había situado a Rajoy a la derecha de la pantalla. Su muñeca izquierda lucía -vistosamente- un reloj que sí que funciona con pilas, como mínimo. Podría ser un ostensible Hamilton Navy Frogman Auto Chrono. Grande, voluminoso, seguramente excesivo para un debate como el de ayer, provocando todo tipo de especulación sobre la marca, el precio, la calidad y el gusto del propietario. La chaqueta y la camisa demasiado ajustadas hicieron el resto. Era imposible no mirar el reloj… pero al de Rajoy.
Las horas previas al debate parecían interminables. Tuvimos todo lujo de detalles sobre la preparación de los candidatos y de sus equipos. El proceso se vivió con gran intensidad y medida puntualidad, incluyendo la cuenta atrás de los últimos segundos que señalaban el inicio de la contienda. La igualdad que reflejan las encuestas y la reedición (con el largo proceso negociador) de un debate electoral, tan pautado (minutado) como esperado, han provocado una enorme expectación. Será difícil superarla en el segundo debate. El minuto de oro se vivió ayer.
El lunes por la noche transcurrieron en directo unas horas decisivas para las elecciones y para nuestros dos líderes. En la película «Las horas» del director Stephen Daldry, se recoge el momento en que la escritora Virginia Woolf escribe su libro «Mrs. Dalloway». La autora lleva a cabo una reflexión sobre la vida y la muerte, sobre la revisión nostálgica del pasado, de lo que pudo ser y no fue…todo ello en el transcurso de unas pocas horas. Unas horas que quizás alguno de los dos quisiera que no avanzaran, evocando la letra, escrita por el maestro Roberto Cantoral en 1956, del famoso bolero: «Reloj no marques las horas«/ «Detén el tiempo en tus manos / haz de esta noche perpetua / para que nunca se vaya de mí / para que nunca amanezca.»
Pero amanece y el tiempo se acaba. El 9M llegará inexorablemente con su día D y su hora H resolviendo el nudo electoral. Uno de los dos saldrá con las pilas puestas y el otro no funcionará ni dándole cuerda. Pongan en hora sus relojes y no lleguen tarde a la cita con las urnas. «Si malgastas tu tiempo, el tiempo te malgastará», decía William Shakespeare. Y no le faltaba razón. Votar es cuestión de un par de minutos pero se deciden, en cuatro largos años, 35.040 larguísimas horas de nuestro futuro.
Publico en El Periódico un artículo sobre el debate entre ZP-Rajoy, con un enfoque sobre el concepto del tiempo: http://tinyurl.com/32g5rz