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Debate digital: tecnología y política

Publicado en: Ciberpspv (del 27 de julio al 3 de agosto)
Panel de opinión en el que han participado: Juan Freire, Eduardo Madina, Jordi Sevilla, Esteban González Pons, Carlos González, Guillermo López, Richard Florida y Antoni Gutiérrez-Rubí

1) ¿Representa la tecnología a su modo de ver un nuevo impulso democrático? Sí, las tecnologías 2.0 favorecen una cultura relacional que supone una revitalización del impulso democrático. Conocer, compartir, debatir y comprometerse es un itinerario de fundamentos muy políticos, que permiten una recuperación de la conciencia y el compromiso político. Además, la Sociedad de la Información y la Comunicación, y la nueva economía, son ya, en buena medida, los escenarios sociales que configuran nuestras sociedades. La aparición de brechas, nuevas exclusiones, déficits democráticos o concentraciones excesivas de poder… son nuevos espacios para una política democrática de orientación progresista.

2) ¿Le parece que en estos momentos los partidos políticos hacen en España un uso de la tecnología proporcional a las auténticas posibilidades que ofrecen las herramientas disponibles?
No, lamentablemente. La cultura 2.0 tiene, para la política, tres grandes posibilidades: 1. La nueva comunicación (activismo digital, trabajo en redes…). 2. Otra organización (más horizontal, virtual, más orientada a la acción que al poder). 3. La creación del talento colectivo (nuevas ideas, programas, propuestas).
Los partidos han descubierto, en contextos fundamentalmente electorales, la primera de las posibilidades apuntadas. Lo han hecho con aciertos desiguales y, casi siempre, de manera muy instrumental, sin vocación de permanencia. Como un nuevo espacio de confrontación y pensando siempre en la proyección en los medios convencionales. Ha habido avances…, pero no hay el suficiente impulso renovador para consolidar una nueva cultura de comunicación.

En el terreno organizativo, los congresos del PP, PSOE, ERC, PSC y CDC han ofrecido resultados muy desiguales y, en su conjunto, poco esperanzadores para el conjunto de expectativas que se habían producido alrededor del encaje de la figura del «cibermilitante». Además, hay pendiente todavía, una reflexión de fondo sobre lo que queremos decir, exactamente, cuando hablamos de cibermilitantes y de ciberactivismo. Pero se ha avanzado, al menos, en visibilidad sobre el tema.
Y, finalmente, en relación al talento creativo, aquí, en este punto, estamos francamente mal.

3) ¿Cuáles cree que son los principales riesgos que se derivan de la progresiva implantación de nuevas herramientas tecnológicas en el funcionamiento de los partidos y en el desarrollo de su actividad política?
¿Riesgos? Este es uno de los puntos débiles. Hemos interiorizado el «riesgo» como valor de la política 2.0.
Es cierto que hay dificultades… pero los «beneficios» son mucho más significativos que los riesgos. Quizás hay que diseñar, conjuntamente, una estrategia para sumar más aliados internamente en los partidos. Detecto una cierta autosuficiencia, trufada de queja y melancolía de incomprensión, dirigida a los sectores no digitales dentro de los partidos. Los activistas y los renovadores deben de sumar esfuerzos. Hay una cierta actitud de distancia resignada. Deberíamos hacer más pedagogía, para ser más. Sin mayorías de cambio, los cambios 2.0 no avanzarán.

4) ¿Cree que los patrones organizativos en los que descansa la web 2.0 acabarán traspasándose a la estructura funcional de los partidos políticos?
Es un punto clave. La cultura 2.0 ofrece oportunidades para el liderazgo del talento creativo y seductor. El poder se reconoce de manera natural. Tienes lo que vales. Y, lamentablemente, en los partidos políticos, los espacios de poder no siempre se ganan en clave de liderazgo intelectual o político. Ni de capacidad relacional o propositiva. Y el eco social o profesional fuera de los muros de los partidos, no siempre es una garantía de acogida o aceptación por parte de las organizaciones políticas. Liderazgo social no siempre es reconocido como liderazgo «organizativo».
Es el gran tema pendiente que aleja a muchas «neuronas» disponibles e interesadas en el cambio social que, cuando se acercan a las estructuras de los partidos, salen «horrorizadas» (o, lo que es peor, se convierten en cinismo y decepción) al comprobar que no siempre «mandan los mejores».

5) ¿Qué cambios cree que va a producir en las actitudes de la clase política el uso masivo de la tecnología por parte de los ciudadanos?
Respeto, de entrada. Ya nadie asocia la política 2.0 a «jóvenes, geeks o frikis». Hemos ganado respeto y consideración. También interés… por colonizar los espacios digitales, encuadrarlos o convertirlos en nuevas trincheras partidarias.

Pero creo que hay dos corrientes de fondo que van a consoilidarse:
a) Transversalidad. La presencia en redes, los debates en la red, la relación «personal» de ciberactivistas de diferentes tendencias políticas y la unidad que se materializa en la actividad digital por «causas»…, favorecerá una cultura política más transversal, menos «partidaria» y menos rígida. Se intuyen, cada día más, espacios múltiples de identidades plurales. Es un gran cambio.

b) Receptividad. La política 1.0… puede no «comprender» lo nuevo y lo emergente, pero «intuye» su fortaleza, su capacidad de cambio, su vitalidad. La receptividad, mezclada de recelo y conservadurismo, empieza a ser evidente. Hay interés creciente y preocupación por cómo integrar la política 2.0. Deberíamos aprovechar este momento para hacer un link con la «Generación Einstein»… o se alejarán, definitivamente.

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