La popularidad de los presidentes de clubes de fútbol es enorme, sea cual sea la categoría o la liga. Popularidad mediática y éxitos deportivos proyectan en la opinión pública liderazgos con fuerte contenido emocional. El fútbol es un deporte fuertemente pasional: las aficiones, los sentimientos, el azar, la rivalidad, las gestas y las derrotas configuran un ecosistema emocional que, en el extremo, provoca también excesos desaforados y, algunas veces, fanatismos de corte violento.
Los presidentes, a pesar de la necesaria contención que el cargo impone y de las normas de conducta y cortesía deportiva que muestran en los palcos, son personajes públicos que gestionan recursos (humanos, económicos, deportivos) pero que representan, sobre todo, emociones, sentimientos y pasiones. No es de extrañar, pues, que algunos de ellos sientan que pueden dar el salto a la política, aportando nuevos liderazgos que actuarían como revulsivos frente a supuestos tedios, bloqueos o parálisis políticas.
Ahora se habla mucho de Laporta, de su paso (aún no seguro) a ser candidato a President de la Generalitat. Pero Laporta no es el primer presidente de un club de fútbol, ni será el último, que aprovecha la popularidad de ser presidente de un gran club para acceder al poder político. El camino explorado hasta la fecha va en una dirección: del Palco al Palacio. La gestión y la representación deportiva parece mejor aval en la política que al contrario.
El ejemplo más paradigmático es el de Berlusconi, que después de hacer grande al Milán con una gran generación de futbolistas (Van Basten, Gullit, Rijkaard, Baressi, Costacurta, Maldini, Donadoni…), en 1993 dio el salto a la política y se presentó con un nuevo partido a las elecciones de marzo de 1994 con un lema claro «Haremos de Italia lo mismo que del Milán». Ese nuevo partido, Forza Italia (el grito que se cantaba en los campos de fútbol), junto con una coalición de partidos conservadores, logró la victoria y Berlusconi fue nombrado primer ministro italiano.
No es el único, Mauricio Macri, presidente de un exitoso Boca Juniors, se presentó en 2003 para jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. No ganó, pero anduvo muy cerca. Cuatro años después, Macri volvía a intentarlo, y esta vez lo consiguió con una holgada mayoría. En las futuras elecciones argentinas de 2011 se postula como candidato a presidente y nuevo inquilino de la Casa Rosada.
En España hay otros ejemplos, como Jesús Gil y Gil, presidente del atlético de Madrid desde 1987 hasta 2003, que fue alcalde de Marbella en 1991, aunque también su partido, el GIL, tuvo representación en Ceuta, Barbate, San Roque, Chipiona, La Línea de la Concepción, Tarifa, Estepona, Ronda y Manilva, e incluso consiguió 72.000 votos en las elecciones generales del año 2000.
No sabemos si Laporta se presentará finalmente a las elecciones catalanas, pero sí sabemos que la presidencia del Barça es una excelente rampa de lanzamiento para otros retos. Si lo hace, sea cual sea su éxito, reforzará una profunda convicción compartida: «El Barça es més que un club»; (i el seu President, també).
Publicado en El Mundo Deportivo (Blog «Votos y Goles«. Artículo 3, 15.02.2010)
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