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e-Participación: de cómo las nuevas tecnologías están transformando la participación ciudadana

Junto con David Casacuberta he publicado un artículo titulado: e-Participación: de cómo las nuevas tecnologías están transformando la participación ciudadana en la prestigiosa revista Razón y palabra.

¿Por qué nos aferramos a soluciones antiguas, que claramente son obsoletas?
Si los lapsus linguae individuales nos ofrecen indicaciones sobre las preocupaciones, deseos y obsesiones de una persona, cuando es una sociedad la que usa de forma peculiar un término, estamos abriendo una ventana a su inconsciente colectivo. Hay uno que llama mucho la atención y que me resulta especialmente significativo: el uso erróneo, pero cada vez más sistematizado del término paradigma. La prensa está obsesionada en establecer cómo la crisis económica actual está generando un nuevo «paradigma». De la misma forma, el calientamiento global ha generado «un nuevo paradigma». Con este término sin duda quieren decir que la situación ha cambiado, pero eso no es lo que significa el término «paradigma». Cuando hablamos de un «paradigma» lo que queremos decir es, a grandes rasgos, un modelo teórico, una forma de comprender la realidad. Cuando se abandona el paradigma actual por uno nuevo ello significa que nuestra visión del mundo, nuestra forma de acercarnos a la realidad, ha cambiado. El ser humano es conservador en sus esfuerzos o, si prefieren, todos somos bastante perezosos, de manera que los cambios de paradigma no son algo común, y acostumbran a venir forzados por un cambio en la situación. De hecho, el origen del uso actual del término se debe al filósofo de la ciencia Thomas S. Kuhn que quería explicar cómo se daban revoluciones en ciencia, de qué forma, los científicos enfrentados a una desviación cada vez más radical de su modelo con el comportamiento de la realidad se veían finalmente obligados a tirar el paradigma original a la basura y buscar otro.

Nuestra sociedad actual ha decidido que un cambio de paradigma es un cambio de situación. No hace falta pues, pensar nuevos modelos para comprender la realidad. Se trata de seguir aplicando las mismas soluciones tecnocráticas de siempre, corridas un poquito en el espectro hacia la izquierda o hacia la derecha, pero sin grandes aspavientos.

Sin embargo, el cambio de situación es bien real. Y está pidiendo a gritos un nuevo paradigma. Uno clave es, sin duda, la participación democrática. Cada vez más personas hacen ejercicio de una abstención crítica en relación a la política, tanto a nivel local, como autonómico como nacional -por no hablar de los terribles datos de participación en las últimas elecciones europeas. Los analistas siguen hablando del «efecto playa» o de cómo votar por internet solucionaría mágicamente todos los problemas. Pero el problema va mucho más allá y necesita que nos repensemos de forma global la participación ciudadana.¿A qué se debe esta falta de imaginación -o esta pereza- a la hora de reconsiderar posibles soluciones a los diferentes problemas que nos amenazan? Sin duda las causas son muchas y variadas, y analizarlas en detalle requeriría una enciclopedia. Nos gustaría por eso apuntar a dos cuestiones que nos parecen clave. Parte del problema es una cuestión general relacionada con la forma en que nos representamos a nosotros mismos como sociedad; la otra tiene mucho que ver con la forma de considerar las nuevas tecnologías.

Tradicionalmente, nos hemos representado nuestra sociedad desde el pasado. Nuestros antepasados se cohesionaban como grupo a partir de un mito colectivo que explicaba un origen común, que permitía a su vez entender una serie de características del grupo. A partir de la Ilustración, esta tendencia cambió, y lo que caracterizaba a una sociedad era qué quería llegar a ser en el futuro. El mundo en el que vivimos ahora es en buena parte resultado de esos sueños de cómo se viviría en el futuro. Aquellas predicciones de la ciencia-ficción de cómo sería nuestra vida, son en buena parte profecías autocumplidas, con científicos, ingenieros y pensadores inspirados por utopías -o repelidos por distopías- buscando su cumplimiento o su desaparición. Desde luego, buena parte de esas utopías, especialmente las tecnológicas, venían  con pasajeros inesperados. En la ciencia-ficción vimos los teléfonos móviles, pero en ninguna aparecía esa persona especialmente insoportable que se sienta a nuestro lado en el tren y se pasa todo un viaje gritándole al teléfono una conversación insubstancial. Tampoco aparecían los excluidos digitales, los spams nigerianos, o los vídeos virales de Youtube.

Para bien o para mal, esa capacidad de imaginar el futuro ha desaparecido. Y nuestro mito común del pasado tampoco nos resulta atractivo, de manera que nos hemos quedado estancados en un presente burocrático en el que la única solución que se nos muestra para enfrentarnos a estos nuevos problemas es volver a lo de siempre.

Esta falta de imaginación es especialmente exasperante cuando hablamos de nuevas tecnologías digitales. Espero que no les importe un pequeño ad einstein para explicarlo. Cuentan que en su época de profesor en Princeton, el profesor asistente fue a visitar a Einstein para que le entregara los enunciados de los exámenes que tenía que poner a los alumnos. Einstein le entregó un papel y el estudiante le respondió preocupado:
– Profesor Einstein: Este examen es el mismo del trimestre pasado.
– ¿Y cuál es el problema? Respondió Einstein en tono divertido.
– Bueno… -indicó el profesor algo sorprendido- ¡Son las mismas preguntas!
– Efectivamente, son las mismas preguntas, pero las respuestas son diferentes.

Nuestros políticos, cuando se meten en el mundo de las nuevas tecnologías, se parecen mucho a este profesor asistente, oscilando  históricamente entre una de estas dos posiciones:

1) Las nuevas tecnologías son una cosa nueva, y por lo tanto sólo sirven para cosas nuevas: fascinantes innovaciones científicas, grandes proyectos industriales; nada que puede resultar interesante o en el que podamos implicar al ciudadano común.

2) Sólo hay una forma de tratar los problemas y es de la forma tradicional. Las nuevas tecnologías nos permiten seguir utilizando esas mismas soluciones sólo que de una forma más eficaz y rápida.

Los autores de este texto hemos manifestado varias veces, tanto en tándem como en separado que la introducción de las tecnologías de la información y la comunicación (o TICs) en los procesos de participación (eParticipación) no significan crear un nuevo tipo de participación, sino simplemente más participación. En ese sentido, rechazamos el planteamiento que arriba hemos marcado como 1). No se trata de crear complejos proyectos tecnológicos como el famoso -y nada funcional- concepto de e-plebiscito, en el que los ciudadanos de un país del futuro se levantarían cada día y -después de desayunar y antes de irse al trabajo- se mirarían brevemente un terminal en el que votarían sobre diversos temas de política local y nacional.

Ello no significa simplemente quedarnos con el acercamiento simplón de seguir haciendo las cosas como hasta ahora, sólo que más rápido y más eficiente, que parece ser que la única visión de TICs y participación que tienen los políticos ahora que el nuevo futuro tecnológico se ha hecho presente y los grandes megaproyectos digitales no parecen interesar a nadie.

Tenemos que cambiar así nuestro paradigma en relación a TICs y participación. No se trata solamente  de  ir a votar cada 4 años digitalmente en lugar de ir presencialmente, o de ver las sesiones de parlamento en streaming en lugar de que nos inviten a estar allí.

Con el acceso a las TIC empezamos a ver un cambio en la participación de la ciudadanía, que tienen multitud de nuevas herramientas para participar individualmente o en conjunto. Es un cambio de cultura y de hábitos cotidianos, un cambio en la manera de relacionarse y de observar el mundo que les rodea.

En primer lugar, disponemos de nuevas herramientas, todas las aplicaciones asociadas al concepto de web 2.0, esa web que permite la colaboración colectiva de una forma descentralizada, han sido usados por los ciudadanos para potenciar y mejorar sus posibilidades de participación Así, blogs, redes sociales, nanoblogs como Twitter, vídeos, comunidades para compartir contenidos como Flickr o YouTube… que han permitido que la ciudadanía no sea solo receptora de información sino también emisora. Los ciudadanos se han acostumbrado a esta forma de vida y a esta manera de comunicarse, a generar sus propios contenidos y a compartirlos y dialogar. Es por eso mismo que quieren  ser escuchados por las administraciones, porque entienden que debe ser así.

Por primera vez pueden participar democráticamente en lo que los rodea, sin tener que esperar a las elecciones. Los ciudadanos, si así lo desean, tienen a su disposición herramientas que les permiten publicitar sus propios pensamientos y darlos a conocer, interactuando con otros muchos ciudadanos conectados de manera horizontal, de tú a tú. Es una cultura de diálogo y de buscar el diálogo, de compartir ideas y conocimientos. Lo que hacen diariamente a través de la red con sus amigos y familiares es lo que quieren seguir haciendo en la vida ciudadana: participar, opinar, ser escuchados y valorados.

Así pues, son los ciudadanos, con casi ningún reconocimiento o interés por la clase política, los que están generando este nuevo paradigma de comprensión de la participación democrática, basado en la web 2.0, mientras la comunicación política sigue siendo en buena parte un modelo 1.0, un sistema vertical de comunicación en el que el ciudadano es básicamente usuario, consumidor y receptor de información, y la interacción está muy limitada a mínimos momentos muy concretos.

Afortunadamente, la necesidad de cambio es cada vez más fuerte en la administración, y son cada vez más voces internas las que apuntan a la necesidad de crear una cultura mucho más horizontal de colaboración y comunicación entre los ciudadanos y sus representantes. Existe una nueva cultura de cambio social que impulsará a las administraciones (de todos los niveles) y a las organizaciones (profesionales, económicas, políticas, culturales académicas…) a ofrecer una respuesta organizada, fiable y solvente ante las expectativas de cambio y demanda de mayor transparencia y participación por parte de la ciudadanía.

Este nuevo paradigma implica también un cambio de perspectiva en la forma de entender la participación política. La participación política que ofrecen las TIC ya no está dirigida desde una perspectiva ideológica. La forma de entender los procesos de colaboración y creación colectivas son mucho más plurales, implican múltiples perspectivas, se trata de una socialización mucho más cultural y emocional que no meramente ideológica, en el que se pueden compartir una serie de objetivos con un militante clásico de izquierdas aunque la persona en cuestión se sienta más cómoda con un modelo económico literal. Igualmente, un firme creyente en la redistribución de la riqueza pueda colaborar con personas de derecha clásica en un proyecto social de inspiración religiosa. Cada día en la red suceden fenómenos similares, sin que a nadie se le caigan los anillos.

En paralelo, nos encontramos ante un hecho muy significativo y a la vez preocupante. La creciente abstención entre los activistas online. Actualmente hay miles de ciudadanos que se expresan en la nueva cultura de la web 2.0, utilizándola para fines activistas y, sin embargo los partidos políticos progresistas no son capaces de incorporar y motivar electoralmente a esos sectores sociales más dinámicos de la revolución digital. El desinterés que siente este colectivo por la política oficial —manifestado en una abstención y voto en blanco creciente— es  otro síntoma más de la distancia creciente entre lo emergente y lo renovador y su supuesta representación política.

Son muy jóvenes (entre los 16 y los 24 años) y representan el 70% de los usuarios de Internet. El 90% se conecta diariamente a la Red. Les gusta lo inmediato y viven en comunidades y redes activas. El 80% de los blogueros son menores de 35 años. Y todo ello en un contexto socio-tecnológico con una cuota de penetración de Internet de casi el 50% de la sociedad, situándonos en la sexta posición en el conjunto de Europa.

Les interesa la política y lo social. Pero sobre todo la otra política, la que se ha movilizado, por ejemplo, en las manifestaciones por la vivienda. El uso de Internet significa para la mayoría un mayor activismo social (casi el 45% de los usuarios afirman que participan en actividades de acción social),  con implicación en acciones online, según el estudio Digital Future Report 2007. Consumen mucha información digital: webs, wikis, diarios o ediciones digitales, blogs, feavys y todo tipo de agregadores de noticias. Les gusta escribir e intercambiar opiniones, fuentes y referencias; y los liderazgos se ganan y se pierden con facilidad por el mérito intelectual (acreditado por una gran diversidad de elementos cuantitativos (rankings, seguidores…) y cualitativos. Es la meritocracia lo que los convierte en prescriptores, y no por ninguna posición jerárquica.

Que en este colectivo precisamente esté creciendo el desinterés por la política precisamente es una muestra clara de que el análisis que justifica el status quo no se sostiene. Ya no podemos meter a todos los abstencionistas en la playa el día de las elecciones, y venderlos como personas egoístas y desinteresadas. En personas tan activas en la red, y con preocupaciones activistas, la diagnosis debería ser una frustración y decepción por la política real. Son ciudadanos exigentes, interesados por propuestas cotidianas y no grandes esquemas teóricos, no se reconocen en  los lenguaje crípticos y alejados de la política formal.

Hay tsunami en medio del océano…, aunque no haya llegado con toda su fuerza a la costa.
La Sociedad Red, con el incremento de las posibilidades tecnológicas de consulta, participación, debate y decisión, se enfrenta con esta creciente desafección por la política que acabamos de comentar, y choca con esos modelos de participación vinculados estrictamente a procesos electorales políticos. Con este nuevo paradigma llegará una ciudadanía que va  ser mucho más exigente en la demanda de mecanismos de participación y decisión en los diversos ámbitos de la vida cotidiana. Los procesos electorales, strictu senso, serán una parte (muy importante) de una dinámica de cambio social que aspira a mayor protagonismo de los ciudadanos-electores sobre los asuntos públicos.

Desde las administraciones lo saben y poco a poco se van creando nuevas herramientas creadas en Internet para dar apoyo a este cambio de perspectiva. Se realiza de dos maneras, a) las administraciones difunden el mensaje (youtube, blogs, webs, nanoblogs…) creando transparencia y b) se intenta aprovechar estos conocimientos y estas opiniones de la población generando herramientas participativas, por ejemplo e-politics o Whitehouse.gov que permitan a los ciudadanos dar su opinión sobre lo que ocurre o las propuestas de la administración. En España tenemos menos ejemplos, pero podemos mencionar también el proceso consultivo del proyecto Diagonal en Barcelona o el buzón de sugerencias del Ayuntamiento de Vitoria.

Observemos que la parte más importante de estos proyectos no es ni mucho menos ofrecer una plataforma digital, sino ser capaz de moderarla y responder en un tiempo razonable. La generación Facebook está acostumbrada a obtener respuestas rápidas, y tienen menos paciencia que las precedentes. Por otro lado, crear falsas expectativas de respuesta por parte de la administración para luego recibir simplemente un breve mensaje genérico «agradeciéndonos nuestra participación» no facilita la participación sino más bien lo contrario, ampliando la frustración.

Por otro lado, hay una tercera manera de participar, y es la que realizan los ciudadanos per se, creando ellos mismos sus campañas y dando a conocer su mensaje, el cual, si se ha difundido lo suficiente, será escuchado por la administración. Un ejemplo muy significativo y reciente es Altres Barcelones un proyecto en forma de blog pensado para que los ciudadanos de esta ciudad compartan otras visiones de la ciudad que no son las típicas que se ofrecen al turista. Está pensado desde una perspectiva horizontal, colectiva, de compartir el conocimiento, y aprovechar ese conocimiento de una forma activista, mostrando problemas y ofreciendo soluciones. De esta forma, Altres Barcelones ha creado un movimiento ciudadano activo para salvar una pintada de la guerra civil española que indicaba el antiguo nomenclátor de la calle Sant Miquel: Miquel Pedrola, un importante activista del POUM. El autor del blog vio como esa pintada iba a ser suprimida y organizó una campaña virtual que desembocó en una fuerte participación e implicación ciudadana para mantener y restaurar esa pintada. Finalmente, a través del activismo ciudadano, el Ayuntamiento de Barcelona ha respetado los deseos ciudadanos y se ha conseguido investigar sobre quién fue Miquel Pedrola.

También se generan nuevas herramientas online fuera de la administración para aprovechar a toda la ciudadanía activa que quiere participar en mejorar sus comunidades: fixmystreet, arreglamicalle, patient opinion… que generan mucha participación y mucha difusión. Esa participación hace que las ideas y los problemas sean mucho más visibles, y que consigan que las administraciones se pongan en marcha para mejorar, a través de esas propuestas o quejas que se generan desde fuera, sus actuaciones. La acumulación de comentarios o de propuestas/quejas hace que aumente para la administración el «coste» de no responder rápida y adecuadamente.

Detrás de cada tecnología hay siempre una ideología desde la que se plasma. La web 2.0 no es simplemente un sistema para hacer nuestras compras más sencillas o facilitar la votación en unas elecciones. La web 2.0 tiene como base teórica de funcionamientos principios como la sabiduría de las multitudes de Surowiecki, que afirma que en el grupo hay más inteligencia que en la que encontramos en los miembros más inteligentes del grupo. La web 2.0 también se organiza desde criterios de funcionalidad, con el bazar como metáfora para una creación colectiva horizontal. Es la red donde reina el principio hacker de que la información quiere ser libre. Es un espacio organizado desde la cultura del remix, en el que la información fluye de forma horizontal y es reutilizada por los diferentes usuarios, estableciendo feedbacks positivos de colaboración.  La web 2.0 no es solo tecnología. Es también una propuesta lúdica, organizativa, estética y, sobre todo, ética. Su potencial para transformar la participación política es muy alto, si sabemos realmente aprovechar todo lo que nos ofrece.

Publicado en el número 73 (agosto-octubre) de la revista Razón y Palabra

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20 COMENTARIOS

  1. Creo que hay una errata con el caso de Einstein: unas veces se habla de su interlocutor como de un profesor asociado y en otras de estudiante.
    Respecto a lo que se menciona del proceso consultivo al proyecto Diagonal, tengo que disentir. Creo precisamente que es un modelo de lo que NO debe ser un proceso consultivo 2.0. Este proceso, que además no estaba en el programa electoral de nadie, no se preocupó de conocer qué quería la ciudadanía; de hecho la ciudadanía manifestó otras prioridades a las de la reforma de la Diagonal y se pasaron por alto tales opiniones. La reforma de la Diagonal se valoró mayoritariamente en el proceso consultivo con los vecinos como un gasto suntuoso que iba a generar más problemas de movilidad que otra cosa. Y para terminar de liarla, finalizaron el proceso ofreciendo al ciudadano dos opciones muy similares en cuyo diseño no se les implicó para nada. Eran dos propuestas de técnicos municipales. A la ciudadanía solo se le ofreció la opción de adherirse o rechazarlo. Que se pudiera votar electronicamente (aunque tuviera esta herramienta muchos porblemas) no cambia el fondo. Es decir, hubo una interacción muy escasa, unidireccionalidad 1.0.
    Se está todavía en el paradigma, espero usar bien el término, de una cultura de la adhesión y no de la participación. No hubo red distribuida.
    Desconozco el caso de Vitoria, pero el solo nombre de la iniciativa: «buzón de sugerencias» ya pone de relieve que nos hallamos de nuevo con el mismo problema: si estamos sugiriendo implica que el proceso no es suficientemente abierto o distribuido. Salvando las distancias es como el Derecho de Petición que tenían los subditos de un rey durante el Antiguo Régimen.

  2. Pufff complicado el tema, pero de verdad. Hay un movimiento en la red, fuerte, pero no lo suficiente para «asaltar» el poder tradicional. Es como si no traspasase lo que ocurre online con la suficiente fuerza al mundo offline. Quiero creer, pues además es mi deseo, que la imagen que ofreces en tu último párrafo de la web 2.0 sea acertada. Pues de lo contrario, estamos muy lejos de la posibilidad de ese cambio de paradigma. Estaríamos en un escenario del mismo pero con distinto collar.

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