Publicado en: El Periódico de Catalunya (23.03.2012) (versión pdf)
De informadores y consumidores a voyeurs. Esta es la constatación más evidente de la historia, y su desenlace, de la caza y captura del asesino de Toulouse. Estas son las claves que han hecho de este caso un salto en la voracidad de medios y usuarios.
La duración. La búsqueda contra reloj, el largo asedio y el asalto paciente a la casa de Mohamed Merah son ingredientes temporales que han generado mucha expectativa y una gran cobertura mediática. La narración temporal y secuencial de una persecución es muy atractiva como relato y articula personajes, emociones y tensión dramática. Ingredientes de una buena historia, aunque sea macabra y trágica.
La incógnita. La lógica ausencia de noticias sobre los detalles de la operación han disparado, paradójicamente, la proliferación de datos sobre el personaje. Sin desenlace inmediato, se han multiplicado las especulaciones e hipótesis. Todos tenemos un pasado con rastro digital. Las redes sociales ofrecen abundante y suculenta información en forma de fotografías, vídeos, comentarios y círculos de amistades que han sido la dosis que ha alimentado la obsesión voyeur. Gracias a ellas hemos estado informados en todo momento. Era algo más que un directo. Era la conexión global total.
El sadismo. La venganza excita y es muy atractiva. Las turbas que antes linchaban a los presuntos criminales no han podido cercar y ajusticiar con sus manos al terrorista. La frialdad asesina del autor de los ajusticiamientos de niños y personas indefensas ha estimulado las más bajas pasiones. Su sadismo es parte del nuestro. El suyo es enfermizo y criminal. El nuestro es latente, inconsente y dominado.
La campaña. Los crímenes y el despliegue policial han sucedido en plena campaña electoral de las presidenciales francesas. La tentación instrumentalizadora de los protagonistas ha sido superior al respeto a las víctimas y al trabajo profesional de las fuerzas de seguridad. La obscenidad ha sido impúdica. Y los errores de quienes deberían mostrar mayor talla moral y prudencia pública han sido escandalosos. Las declaraciones políticas han contribuido a generar un clima perverso de irracionalidad paranoica.
El asesino. Su soledad aparente y su frialdad letal, como en el caso del noruego Anders Behring Breivik, dibujan un tipo de amenaza que genera gran vulnerabilidad. Su capacidad para infligir daño a muchas personas indefensas en muy poco tiempo es una realidad que incrementa el magnetismo del horror.
La trama. Nuestras sociedades viven amenazadas por el terrorismo. El miedo es una constante en nuestras vidas. La fragilidad de los inocentes, presas de cualquier demente o iluminado, nos atenaza y nos interroga. El crimen no tiene justificación, pero el encaje interpretativo de los contextos de este tipo de asesinos que les relacionan con causas políticas o ideologías extremas, aumenta el morbo, la curiosidad y las preguntas.
Historias macabras con preguntas sin respuestas. Y así nos convertimos en voyeurs de lo que no comprendemos.
De informadores y consumidores a vouyeurs, de mi artículo hoy en @elperiodico_cas analizando lo ocurrido en Francia http://t.co/jhrZ0t5J
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Posiblemente tenemos una tendencia a la curiosidad (sana) y el morbo (menos sana) que ayuda a que interesen este tipo de situaciones. Pero además en la imaginería colectiva, tenemos el rastro de muchos psicópatas como Hannibal Lecter, como ejemplo paradigmático que excita nuestra curiosidad. Y las psicopatía es posiblemente uno de los trastornos mentales que más consternación nos causa, pues un ser humano sin empatía carece de aquello que más nos caracteriza como humanos.
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