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Votar por la cara

En los últimos días, se ha intensificado el debate sobre el aspecto físico de Mariano Rajoy. En concreto, se ha hablado de su rostro, cuestionando si con su imagen actual le es posible competir electoralmente, con opciones ganadoras, en un entorno mediático y audiovisual extraordinariamente exigente. Algunos expertos y estilistas han sugerido que se afeite la barba, entre otras recomendaciones. El líder popular reaccionaba con una cierta resignación, diciendo que si «al final uno va a que le voten por la cara esto es imposible», al mismo tiempo que aseguraba -reivindicándose- que los electores no eligen por el aspecto sino por las propuestas. Cerró el debate rotundamente con esta afirmación: «Mi cara tiene difícil arreglo y no me afeitaré».

Habrá quien piense que la imagen (y los profesionales que la desarrollan) se han apoderado definitivamente de la política, sometiéndola a un dictado formal que trivializa las propuestas, hace artificial a los candidatos y reduce la confrontación ideológica a un concurso estético. Pero tras el recelo, la desconfianza y temor a la excesiva profesionalización (o banalización) de la comunicación política se esconde, también, un profundo desconocimiento de lo corporal y del papel que juega el rostro, en particular, en la eficacia comunicativa.Sólo con una carcajada se activan entre 300 y 400 músculos de los más de 600 que hay en todo el cuerpo. La capacidad de la cara para transmitir emociones es lo que le confiere el carácter decisivo en la comunicación, de la cual, más del 65% es no verbal. Nuestro cerebro es complejo pero hay algunos principios simples que no debemos ignorar. Las emociones de los demás, que intuimos en la abundante información que nos facilitan sus rostros, nos ofrecen tal caudal de conocimiento, consciente e inconsciente, que atribuimos valor y opinión a las ideas y, sobre todo, a las personas, a las que juzgamos, analizamos y clasificamos a «primera vista».

Rajoy, por ejemplo, y según distintos especialistas en psicología facial, tiene un rostro inexpresivo, neutro, que con frecuencia nos parece aburrido o triste. Ahí empiezan, seguramente, sus problemas para generar confianza o valoración positiva entre los electores. Quizá Rajoy no pueda cambiar la cara, pero a estas alturas ya debe saber que, casi siempre, los tristes no ganan elecciones, ni en plena crisis. A lo mejor, es por ello que Artur Mas ha tuneado el logo de CiU con una sonrisa heredera del popular smiley del diseñador gráfico Harvey Ball (quien creó el famoso rostro sonriente en 1963 por 45 dólares). Y José Montilla, que parece otra persona cuando sonríe, sabe bien que confundir lo serio con lo triste es un grave error si se pretende convencer o seducir.

Si el rostro es parte consustancial de la identidad personal, el pelo es fuente de preocupación constante en la política y en la vida pública, ya que configura elementos de personalidad y de arquetipos visuales, culturales y estéticos muy relevantes. Es el caso de la trenza de Yulia Timoshenko, que recuerda una espiga de trigo, simbolizando a las campesinas ucranianas.

La gestión del cambio capilar también forma parte de la comunicación moderna. Oriol Pujol, por ejemplo, se ha dejado una tupida barba, coincidiendo con su liderazgo en el grupo parlamentario de CiU, que integra sus estereotipadas y amplias patillas y le hace parecer más denso y profundo. Otros se afeitan, como el veterano diputado del PP Vicente Martínez Pujalte, quien acudió al Congreso, al inicio de esta legislatura, sin el bigote que ha lucido durante los últimos 30 años, como símbolo de la nueva etapa de cambio abierta en su partido. Por no hablar de la alopecia de Duran Lleida o del juez Javier Gómez Bermúdez, que les ayuda a transmitir una sutil sensación de firmeza y confianza.

Es difícil asumir que el cabello, los ojos y pequeños y desconocidos músculos como el canino, el cigomático mayor y menor, el risorio, el cuadrado y la borla del mentón sean tan trascendentes en nuestra capacidad de expresión, convicción y empatía. Ellos son los responsables de mover los tejidos blandos de la cara y transmitir, junto con la mirada, nuestras emociones: del miedo al asombro, de la alegría a la duda…Y, con ellas, tomamos la mayoría de nuestras decisiones. Sí, definitivamente, pensamos lo que hemos visto y deducimos lo que hemos sentido. La percepción es la realidad, decía Einstein, y lo sabemos bien desde Aristóteles, que teorizó sobre la íntima relación entre conocimiento y percepción.

«La cara es el espejo del alma y los ojos son sus delatores» dijo hace 2.000 años Marco Tulio Cicerón. El pensamiento clásico se hizo sabiduría popular y conocimiento profundo. Lo sabe también la ciencia y la universidad, como la de Princeton, en EEUU, que ha estudiado cómo el rostro influye en el resultado de las elecciones presidenciales. Lo sabe el FBI, que aplica desde hace algunos años, por ejemplo, técnicas de relación entre rasgos físicos y faciales y los comportamientos de las personas. Nunca una sabiduría popular, tan intuitiva, había sido tan científica y tan política. Por sus rostros les conoceréis y… les votaréis.

Publicado en: El Periódico de Catalunya (12.03.2010)(versión .PDF)(versió .PDF)

Enlaces de interés:
El lenguaje facial
Presidente por su cara bonita (e-Campanya, Albert Medrán)
El lenguaje de los gestos (manual práctico basado en las investigaciones de Flora Davis)
Sistema de Codificación Facial de Acciones (Paul Ekman)
Los políticos calvos, al alza en tiempos difíciles (31.12.2011)
Los mensajes de nuestros gestos (Ferran Ramón-Cortés. El País, 23.03.2011)

Vídeos:
VOTAR POR LA CARA
Expresión facial de las emociones

Presentaciones PPT:
Los tristes no ganan elecciones
Gestualidad y política
La moda política del 2009
Vestuario político

Estudios:
“Buscando la pieza: La televisión lleva a los ciudadanos menos informados para votar basados ​​en la apariencia de los candidatos ” (Looking the Part: Television Leads Less Informed Citizens to Vote Based on Candidates’ Appearance) , publicado en julio de 2011 en la revista American Journal of Political Science. (Chappell Lawson y Gabriel Lenz). Leer artículo en MIT News

Los menos informados votan a los políticos por su cara
Fuente: Cuarto Poder (5.08.2011)

Artículos:
– 9 facial traits that make someone more attractive, according to science (Lindsay Dodgson. Business Insider, 21.05.2018)

¿Qué tiene de especial el pelo de Aznar?
Fuente: GQ.com (1.03.2012). Artículo en el que se recogen distintas opiniones sobre el cabello y la imagen de Aznar, a partir de las declaraciones de la directora de Inteligencia Geopolítica de Stratfor que se recogen en los documentos de Wikileaks que Público.es sacaba a la luz recientemente)

La apariencia física de los candidatos políticos condiciona la decisión de voto
Fuente: Tendencias 21 (20.07.2011)

Sonrisas que carga el diablo
Fuente: La Vanguardia (26.09.2010)

La gente cordial alcanza antes la meta
Fuente: La Vanguardia (14.03.2010)

El rostro del poder. Qué dice la fisonomía de los mandatarios mundiales (reportaje)
Fuente: El País (versión .PDF) (28.03.2010)

When the Party Decides: The Effects of Facial Competence and Dominance on Internal Nominations of Political Candidates (Lasse Laustsen, Michael Bang Petersen. June 2018)

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36 COMENTARIOS

  1. Participé en la pasada edición del MAICOP, y si no mal recuerdo uno de nuestros catedráticos, asesor de Rajoy, nos comentó que éste no se afeita la barba debido a unas cicatrices que tiene en su rostro causadas por un accidente ocurrido en su juventud, y creo que éste percance también le afectó un poco la capacidad de gesticulación de su rostro.

  2. Hemos desarrollado un cerebro especialmente capacitado para las relaciones sociales y la comunicación. Seguimos siendo esos homo sapiens que aparecieron hace 100.000 años en la sabana africana, que dependemos de nuestra capacidad de simplificar un montón de señales de todo tipo, en especial señales sociales y codificarlas de forma rápida para saber si confiar o no en otro individuo o poder conocer su estado de ánimo.
    Esa capacidad biológica es imposible que la podamos eludir y queramos creer que comunicamos con «las ideas» y no con las personas, con nuestras expresiones, con nuestro rostro, y nuestro estado de ánimo que se traslada a una expresión, un gesto.
    Si los políticos profesionales fueran un poco más conscientes de que somos lo que somos biológicamente y estuvieran un poco más instruidos en paleoantropología ni se cuestionarían estos temas.

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