Publicado en: El País (31.05.2012) (blog ‘Micropolítica‘) (versión pdf en inglés)
La actividad parlamentaria va a ser sometida a una constante vigilancia democrática por parte de la ciudadanía. La fiscalización y la monitorización del trabajo y la práctica representativa de nuestros diputados y senadores, así como su estatus y retribuciones, forma parte de una corriente imparable de observación. Una dinámica exigente, que oscila entre la desconfianza estereotipada y la crítica severa, articula una poderosa corriente de naturaleza política, aunque también pueda derivar en germen antipolítico o apolítico.
Hay un transfondo de turbulencias que, en el marco de esta crisis financiera, económica y finalmente institucional en la que estamos inmersos, cuestiona además la calidad humana de nuestros representantes. Circulan correos incendiarios, por ejemplo, sobre la talla moral y ética de los europarlamentarios. Textos e informaciones que ponen en evidencia la falta de coherencia personal entre lo que hacen y dicen, y que deslegitiman a muchos de ellos. Movimientos de fondo, anclados en la indignación y el hastío, que son utilizados –sin escrúpulos- por todo tipo de radicalismos maximalistas para cuestionar desde la utilidad y necesidad del Senado a los “costes” de nuestra democracia.
El retraso en la presentación de las auditorías de los partidos políticos con representación parlamentaria, por parte del Tribunal de Cuentas (que el propio Tribunal ha justificado), y el incumplimiento en materia de donaciones anónimas, prohibidas en julio de 2007 con la Ley de Financiación de Partidos Políticos, no contribuye -en absoluto- a generar un clima de confianza. Tres formaciones políticas suman más del 90% de las donaciones anónimas.
Quizás por este tipo de prácticas florecen iniciativas como Sueldos Públicos cuyo objetivo es convertirse en un servicio ciudadano de transparencia y libertad en la red. “Ya que nuestros políticos no son capaces de publicar sus sueldos, nos proponemos tener conocimiento de lo que ganan y lo que gastan”, afirman. Motivaciones que comparten también, en parte, con Qué hacen los diputados, un blog que se presenta como “un parlamento de personas que sigue de cerca el trabajo de los gobernantes, especialmente en el Congreso” con un gran actividad en las redes sociales.
En Estados Unidos, Citizen Cosponsor Project permite conocer qué ciudadanos (con nombre y apellidos) dan apoyo a determinadas leyes o iniciativas parlamentarias, gracias a un profundo e irreversible proceso de open data legislativa. Estas dinámicas vinculan mucho más, haciendo más transparente y comprensible la actividad parlamentaria a los electores a los que debe rendir cuentas y a la ciudadanía en general. También podemos conocer, a través de aplicaciones abiertas, en qué gastan el dinero que tienen asignado a la secretaría parlamentaria, a qué consultores contratan, o de dónde vienen sus donaciones.
Los retos y los desafíos que la democracia parlamentaria debe atender y resolver son inaplazables. Hoy mismo, las Cortes Generales albergan en Madrid el encuentro anual del ECPRD (European Centre for Parliamentary Research and Documentation), que desde 1996 promueve una serie de seminarios bajo el título general de “Parliaments on the Net”, con el propósito de servir al intercambio de experiencias y buenas prácticas a la hora de difundir en la red contenidos relativos a la actividad parlamentaria. El seminario de este año tiene como tema central la “Movilidad, transparencia y parlamento abierto: buenas prácticas en los sitios web de los parlamentos”.
El objetivo, contribuir a enriquecer el debate y conocer, de la mano de los responsables de TIC’s en los parlamentos, ejemplos específicos de buenas prácticas relativas al uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación que se están llevando a cabo en cada uno de ellos. Pero la transparencia que se necesita no la da sólo la tecnología, sino que depende de la voluntad política.
Es interesante conocer, por ejemplo, si los diputados y diputadas tienen exceso de sobrepeso, si esto suscita buena cobertura mediática y genera un debate alrededor de un tema tan importante para la salud pública. En este sentido, la jornada de sensibilización, organizada por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), en el Parlament de Catalunya, nos ha permitido ver que la condición física de nuestros electos deja mucho que desear y que el sedentarismo, una dieta poco cuidada y el estrés político no contribuyen a llevar una vida saludable. Pero además de saber su índice de masa corporal, los ciudadanos quieren saber más cosas. Queremos saber, seguir y participar de nuestros destinos.
La actividad parlamentaria interesa. Una pista en este sentido es una sencilla aplicación ciudadana, el widget del Congreso y del Senado, que desde su aparición (a mediados de diciembre de 2011) ha conseguido más de 100.000 visitas… sólo para saber algo tan fácil como el Twitter, el correo electrónico o el perfil de Facebook de nuestros diputados y diputadas, para contactar o conocer su actividad pública y política. El Parlamento Abierto no sólo es un derecho sino que debería ser una obligación por parte de nuestros representantes.
Tenemos tecnología amable y potente para transparentar la actividad parlamentaria, liberar datos de interés público, generar espacios de cocreación legislativa, consultar permanentemente a la opinión pública e incorporar una nueva cultura de la representación. Sólo nos falta la voluntad política. De entrada, sería conveniente que la Ley de Transparencia, en trámite parlamentario, incluyera desde la Casa Real a los poderes judicial y legislativo en su articulado. Empecemos por ahí. Y sigamos con el Parlamento Abierto. No hay tiempo que perder.
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