En septiembre, y tras el resultado electoral en Holanda, se produjo un consenso político entre liberales y socialdemócratas, las dos principales fuerzas políticas. Fue una negociación rápida, pero con medidas pensadas y arriesgadas, sobre todo en lo que se refiere a la banca. Borrón y cuenta nueva. Nuevas normas. Nuevos códigos. Más regularización. Esta coalición pretende relanzar a Holanda en términos económicos firmando —precisamente— un código deontológico, un acuerdo al que han llamado «Tendiendo puentes». Este código afecta directamente a los banqueros, actuando allí donde la falta de regulación ha hecho posible la alimentación de la crisis económica y la especulación. Incluye la regulación de la integridad y la forma de trabajo de la banca. La vulneración será sancionada.
Para mantenerse por debajo del 3% de la eurozona, han decidido ajustar en 16.000 millones de euros y, además, las rentas más altas serán las que se encarguen de los recortes sanitarios. Parece justo. Y todavía hay más: atar en corto a los banqueros. Además de vigilar su integridad y forma de trabajo, se vigilarán los movimientos de los ejecutivos que tienen por encargo velar y actuar en grandes transacciones. Un dato importante, y que parece obvio, es que tampoco podrán venderse hipotecas o créditos a aquellas personas que no puedan garantizar responsablemente su retorno. La avaricia no puede alimentarse de la buena fe, el deseo o la tentación calculada de un sistema financiero capaz de vender créditos sin importarle el crédito del que lo suscribe. Otras medidas del recién estrenado gobierno holandés en este código son que las bonificaciones de los directivos no superarán el 20% y que las organizaciones financiadas por el Estado tendrán prohibido especular.
El caso islandés
En agosto de 2012, la primera ministra islandesa Johanna Sigurðardóttir presentó una moción al Parlamento para evitar que los bancos con fondos del Estado pudiesen financiar inversiones arriesgadas. Una medida que tienen clara es la de apostar por la separación forzada: creen que la mejor forma de impedir que los bancos creen burbujas es la aprobación de una ley que separe la banca comercial de la banca de inversión. Una apuesta que consideran necesaria y compatible. Quieren romper con los conglomerados financieros para no dar demasiado poder a la banca y evitar que puedan invertir con fondos del Estado. Con ello, el Fondo Monetario Internacional prevé que Islandia crezca superando la zona euro este año y también el que viene.
La Regla Volcker
La Regla Volcker fue la propuesta de Ley de reforma del sistema bancario estadounidense que lanzó el gobierno de Obama en el año 2010. Recibe su nombre en honor a Paul Volcker, expresidente de la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos. Quienes están detrás de esta regla tenían por objetivo reformar el sistema bancario tras la gran caída de 2008 y hacerlo más democrático y transparente. Son Occupy the SEC (Securities and Exchanges Commission, la Comisión de Valores de Estados Unidos), formada por estudiantes de economía, activistas, abogados, profesionales financieros, empleados de asociaciones de cooperativas y ciudadanos con ganas de impulsar una reforma.
¿Qué pretendía la Ley? Ni más ni menos que limitar el tamaño de los bancos y restringir actividades para evitar los riesgos. «Prohibir operaciones que buscan ganancias rápidas, pero ofrecer exenciones para suscribir y construir mercados de valores, además de cubrir riesgos. También incluía un programa para garantizar que los bancos no hagan operaciones propias haciéndolas pasar como cobertura¦. Se acabó el too big to fail (demasiado grande para caer). Si un banco incumple sus obligaciones, los organismos reguladores ordenarán su cierre y su liquidación sin que suponga un rescate a costa de los impuestos. Además, se pretendía impedir que cualquier banco captase depósitos garantizados por el Estado, inversiones en hedge funds o instrumentos de private quality.
Rato y la verdad
Mientras, en España, el debate sobre la legitimidad moral y política del rescate financiero sobre Bankia, ha puesto en el centro de la diana el comportamiento responsable —o irresponsable— de sus gestores y las limitaciones, imperfecciones o grietas de nuestro sistema de regulación y vigilancia. Hoy, Rodrigo Rato, quien fuera poderoso director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), se enfrenta a la justicia para dar cuentas de lo que sabía, ignoraba u omitió en la causa judicial en la que se investiga la fusión y salida a Bolsa de la entidad. La imagen tiene una gran fuerza simbólica.
La Audiencia Nacional empezó a investigar en el mes de julio el agujero de Bankia-BFA a raíz de una querella de UPyD (a la que siguieron otras del 15M y otras organizaciones), que acusa a los exconsejeros del grupo de estafa, falsificación de cuentas, administración desleal, apropiación indebida y maquinación para alterar el precio de las cosas. El ex vicepresidente del Gobierno será el último de los 33 directivos que declararán como imputados en la Audiencia Nacional.
Rodrigo Rato se enfrenta a tres retos: el judicial, el profesional y el reputacional. La justicia determinará su grado de responsabilidad penal en la gestión de Bankia. La profesional ha quedado seriamente dañada por la propia actuación de quien, muy pocos días antes de la intervención, acreditaba con su puño y letra la solvencia de Bankia. Y la reputacional le arrastra a él y a sus valedores: su crédito como exministro o máximo responsable del FMI no es suficiente como garantía ética. La aristocracia (técnica, política o económica) ya no es garantía de meritocracia. La ética y la estética se divorciaron.
Este es el auténtico choque. La percepción generalizada de que los zorros cuidaban las gallinas. El descrédito de nuestros líderes (políticos, sociales y económicos) es extraordinario. Las instituciones democráticas y reguladoras se ven sometidas a la desconfianza ciudadana. Los referentes (desde la monarquía a las instituciones representativas) caen en picado en valoración y credibilidad.
Rodrigo Rato puede hacer, todavía, un servicio a la España que, quizás, si no se hubiera negado a los designios de José María Aznar, habría podido gobernar. Hoy debe responder ante el juez y ante centenares de personas afectadas por las preferentes que le han recibido con gritos de chorizo, ladrón… Esperamos más que explicaciones circunstanciales, queremos respuestas de verdad. Y, si no las tiene, que asuma sus responsabilidades. Mientras, la red hierve (como sensor social y ciudadano) y #CárcelPaRato lleva todo el día liderando las audiencias en Twitter.
Publicado en: El País (20.12.2012) (blog Micropolítica)
Fotografía: Tingey Injury Law Firm para Unsplash
Enlace de interés:
– Espagne: Rato, ex-patron du FMI et de Bankia, devant la justice (Le Parisien, 20.12.2012)
Rato: código penal y código ético: Publicado en: El País (20.12.2012) (blog ‘Micropolítica‘)
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