ARTÍCULO PARA LA COLUMNA ‘TENDENCIAS GLOBALES’, COLABORACIÓN PERIÓDICA CON LA REVISTA REFORMA (MÉXICO)
Gritar o silbar es —en política— signo de indignación sonora. Y el grito, o el silbato, su arma democrática y pacífica. Actualmente, estamos viendo en todo el mundo cómo el grito se utiliza, nuevamente, como forma de protesta y denuncia. Cuando la autoridad pierde legitimidad, esos silbidos y gritos se convierten en instrumento de rebelión democrática; en desesperada y agónica respuesta. El grito es, a la vez, queja, desgarro, alarma y última voz. Puede ser un desafío moral, justo cuando las palabras no bastan, bien porque no quieren ser escuchadas, bien por insuficientes. Y el grito es, también, la constatación de un fracaso de la palabra o de su limitación. Lo reflejó muy bien el noruego Edvard Munch, al pintar el famoso —y varias veces robado— cuadro El grito, que simboliza a un hombre moderno en un momento de profunda angustia y desesperación existencial.
La acción de gritar fue también la escogida por la FAO para el proyecto Mil millones de hambrientos, en el año 2010. La iniciativa contó con la participación del actor Jeremy Irons, y muchos otros artistas, que aparecía gritando enfadado a causa de la injusticia en el mundo, como podíamos ver en un vídeo de YouTube. El objetivo era que los ciudadanos se rebelaran y demostraran su indignación por esta lacra a través de una recogida de firmas. No solo protestaban gritando, sino que, en la misma campaña, utilizaron como símbolo un silbato amarillo, que se animaba a hacer sonar contra el hambre.
En México, recientemente, también hemos visto la fuerza política del grito, su capacidad movilizadora. La madrugada del 12 de diciembre, y después de veinte horas de discusiones, el pleno de la Cámara de Diputados aprobó la reforma constitucional en materia energética, con 353 votos a favor (PRI, PAN, Nueva Alianza y PVEM) y 134 en contra (PRD, Movimiento Ciudadano y Partido del Trabajo). Los diputados votaron, uno a uno, de viva voz, gritando su voto. Respondiendo precisamente a esa característica manera de votar, tan solo unas horas después, el colectivo El Grito más Fuerte, configurado por actores e intelectuales, lanzaba una campaña para impulsar una consulta ciudadana. Su objetivo: decidir entre toda la ciudadanía, y no solo entre los diputados y diputadas, sobre si hay que cambiar algo tan importante como la Constitución mexicana para aprobar dicha reforma, en su caso, los Artículos 25, 27 y 28. La campaña se basaba en un vídeo —que ha tenido alrededor de 500.000 visitas— que finalizaba con los protagonistas gritando para llamar la atención de la sociedad mexicana.
Lo interesante de estas acciones de protesta es la manera de atraer el interés a través de una acción diferente y llamativa; visible y audible. A su simplicidad, se une la capacidad de generar una complicidad coral, un gran efecto mediático y de liberación personal y colectiva. Es el sonido hecho imagen. Se trata de nuevas formas y de nuevos lenguajes de protesta que, por su originalidad, imaginación, compromiso y visibilidad en las redes sociales, se difunden rápidamente. Muchas de estas protestas tienen una enorme viralidad, gracias al formato audiovisual, y son fuente de inspiración para la creatividad social.
Publicado en: Reforma.com (México)(2_Tendencias Globales. 22.12.2013)(versión .PDF)
Fotografía: Juliana Romão para Unsplash