Mano sobre mano

Una cadena humana une, aglutina, muestra unidad. Es una acción vistosa que genera interés en quien la observa y orgullo a quien participa, implicado en la causa con la que se asocia. La propia organización de la cadena es un desafío —por su complejidad— que actúa como poderoso estímulo y que suele ser un espejo del lema de la convocatoria. La incertidumbre sobre el éxito total (si se consigue cubrir todo el trazado planteado) suele ser un motor de movilización extraordinario. Es un reto difícil, ambicioso, nuevo… como el reto político que persigue. La metáfora es poderosísima: unir dos territorios, dos zonas, a través de las manos de su gente, por ejemplo. Una imagen que resulta tremendamente atractiva, muy estimulante para el eco y ampliación audiovisual de los medios a nivel internacional. Vivir las ideas, sintiéndose protagonista, como motor de la nueva acción y comunicación política.

La primera gran cadena humana que superó todas las previsiones se realizó en Estados Unidos. Hands Across America, en 1986, unió las costas atlántica y pacífica con 6,5 millones de manos entrelazadas, para apoyar la lucha contra el hambre.

En 1989, otra gran cadena, la cadena báltica, reunió a más de un millón y medio de personas que se cogieron de las manos para formar una fila de más de 600 kilómetros de longitud, cruzando las tres repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania). La cadena fue precursora de la independencia de las tres repúblicas.

En 1997, cerca de 400.000 personas formaron un anillo por la paz de 36 kilómetros de longitud que dio la vuelta a París. La ceremonia formó parte de las Jornadas Mundiales de la Juventud y tuvo muchísimo éxito, al sumarse a ella ciudadanos y turistas.

Otro ejemplo lo encontramos en Taiwán, en 2004, cuando sus ciudadanos formaron una cadena humana de 200 kilómetros que transcurrió desde Puerto Keelung (la ciudad más al norte) hasta Eluanbi (en el extremo sur) para luchar por la paz y pedir el fin del despliegue de misiles militares chinos que apuntaban hacia la costa taiwanesa.

En 2012, los Hermanos Musulmanes de Egipto organizaron una cadena humana de 760 kilómetros, desde El Cairo a Asuán, con sus partidarios en todo el país para apoyar al candidato presidencial, Mohamed Mursi, en una muestra de fuerza antes de la histórica votación de la semana posterior.

Y el 11 de septiembre de 2013 otras dos cadenas llamaron la atención de la prensa mundial, gracias a las imágenes y vídeos que se enviaron a las redes sociales. La más conocida fue la Vía Catalana, una cadena humana de 400 km promovida por la asociación Asamblea Nacional Catalana, con el objetivo de reivindicar la independencia de Cataluña. Siguió el trazado de la antigua Vía Augusta, desde la localidad francesa de Le Perthus hasta la localidad valenciana de Vinaroz (ambas incluidas), atravesando Cataluña de norte a sur.

Ese mismo día, en Santiago de Chile, se celebraba otra cadena humana, en este caso de gente tumbada en el suelo, para no olvidar, en el 40 aniversario del asesinato de Salvador Allende, a los 1.200 desaparecidos durante la dictadura de Pinochet. El grupo fue convocado por un grupo de artistas nacionales, encabezados por la actriz María José Contreras, en una iniciativa denominada #querer NOver.

La plasticidad en estas acciones está garantizada y a través de las redes sociales aumenta la difusión de los contenidos asociados. Una cadena humana tiene todos los elementos para ser recordada, vivida y sentida como un hecho memorable. Lo macro y lo micro se fusionan logrando una gran impacto y efectividad.

Publicado en: Reforma.com (México)(4_Tendencias Globales. 23.02.2014)(versión .PDF) ARTÍCULO PARA LA COLUMNA ‘TENDENCIAS GLOBALES’, COLABORACIÓN PERIÓDICA CON LA REVISTA REFORMA (MÉXICO)

Fotografía: McKenna Phillips para Unsplash

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