Semana de cifras: 61.495, 192.400 y 8.455.
61.495 millones de euros ha sido la inyección de dinero público para el rescate de la banca desde que comenzaron las primeras intervenciones, en 2009, según el último balance del Banco de España, correspondiente al mes de junio. 192.400 son los nuevos empleos, según la Encuesta de Población Activa que ha publicado este jueves el INE, en el segundo trimestre con respecto al mismo periodo de 2013. Y finalmente: el Gobierno rebaja el déficit fiscal de Catalunya a 8.455 millones de euros. Tras ocho meses despistando y amagando con el calendario, el Gobierno, por fin, cumplió ayer su compromiso de publicar sus balanzas fiscales (o cuentas territorializadas, como se llamarán a partir de ahora).
El volumen de datos, comparativas y gráficos que se han generado esta semana con estas cifras es espectacular. Y, al mismo tiempo, la falta de comprensión real sobre lo que significan, las diferentes maneras de presentarlas (no hablo sólo de los enfoques o titulares, sino de los datos mismos que no coinciden según quien los publique), y la falta de cultura económica y estadística de nuestra sociedad, y en buena parte de nuestros políticos, es reveladora, no de estrategias, sino del más puro desconocimiento. No es de extrañar que España esté por debajo de la media de la OCDE en el último informe PISA, que analiza por primera vez las habilidades financieras de estudiantes de 15 años de 18 países, y que se ha presentado recientemente.
Por contra, el periodismo de datos está abriendo nuevas perspectivas para la comprensión de la complejidad. Y descubriendo relaciones y causalidades que nos muestran realidades ocultas por desconocidas o incomprendidas. Los datos en cascada, desbordados, acumulados o abocados… casi nunca significan más allá del mareo y del aturdimiento. Los gobiernos parece que rivalizan con el dato más sonoramente espectacular. Pero no se trata de ver quién tiene el dato más gordo…, sino en comprender los números con conceptos, realidades y cómo impactan en la vida de las personas. Precisamente, los datos contextualizados, comparados, proyectados y visualizados sí que permiten tener referencias que orientan el análisis técnico, la crítica o valoración política, y la difusión mediática. El resto es ruido.
Precisamente, Nate Silver, autor del reciente ensayo La señal y el ruido «propone una evaluación crítica, comprensible y sofisticada de nuestra capacidad predictiva en ámbitos como la economía, la meteorología o la política, en los que estamos arrojados a la incertidumbre y debemos confiar en herramientas probabilísticas». Reivindica la capacidad autocrítica cívica y política para evitar el determinismo político (y vital) de los datos, como nueva ciencia de lo inevitable. Y de la confusión. Su libro demuestra que los datos que no se comprenden, pero que deciden sobre la gestión de nuestros gobernantes y representantes, están seriamente cuestionados por su parcialidad e inexactitud, porque, con ellos, se fundamentan o se justifican decisiones profundamente equivocadas.
En 2020, habrá 50.000 millones de conexiones de personas, procesos, datos y objetos en Internet. La política democrática deberá sacar mejor rendimiento para la gestión, predicción y actuación al enorme potencial de conocimiento que tienen los datos cuando se analizan, no cuando se proclaman. Cuando pasan de la publicidad a la comprensión. Lo saben bien las empresas españolas que están utilizando las tecnologías Big Data adecuadamente, y a las que les ha reportado un 10% de crecimiento durante los últimos 4 años, casi el doble respecto a las empresas de su mismo sector que no aprovechan esta tecnología.
Necesitamos datos, sí. Pero mucho más cultura del dato y, todavía más, conocimiento estadístico. La política nos ensordece con cifras. Y lo que necesitan los ciudadanos es comprenderlas. La OCDE ya lo apuntaba en su primer informe PISA en 2005: «los ciudadanos necesitan una mayor comprensión sobre el funcionamiento del sistema financiero para poder gestionar mejor sus deudas hipotecarias o de consumo, ahorrar de forma efectiva para su jubilación, y los Gobiernos de la OCDE han reconocido que deben ayudar a las personas en esa tarea». Por favor, no nos abrumen con datos más allá de lo necesario. Lo que necesitamos es entenderlos. Sólo así podremos ejercer, debidamente, nuestra condición ciudadana.
Presentación estudio: Big Data. Participación y Colaboración política (de Diego Álvarez)
Fotografía: Uriel SC para Unsplash
Enlaces de interés:
– “El tener más datos no quiere decir que haya mejor información” (Entrevista a Roberto Rigobon. Thiago Ferrer. El País, 26.10.2014)
– ‘Big data’ a la velocidad de la luz (Thiago Ferrer, 26.10.2014)
– Cómo aprovechar el ‘big data’ donde apenas tienen para el ‘data’ (Javier Salas. El País, 11.04.2015)