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El plató de la política

La política —para muchas personas— es aburrida, pero nuestros políticos no lo parecen tanto. La presencia de candidatos en programas de máxima audiencia televisiva, donde lo que interesa no es tanto la propuesta política sino la personalidad de quien la propone, es un fenómeno extraordinario. Y de éxito. El ‘like’ (me gusta) de Facebook ha colonizado el debate político. Es la metáfora del momento. De la razón al espectáculo. Del confío en ti, al me gustas. El desplazamiento de las ideas a las emociones, de las propuestas a los gestos, del programa político a las intimidades personales está funcionando. Parece que conviene tanto a los líderes que se someten a la política reducida a un plató, como a los conductores y propietarios de las cadenas.  Las audiencias (su búsqueda, su conquista y su fidelización) son el reto competitivo de las televisiones. Y el político convertido en mero personaje es materia prima para la programación. De la competencia política a la audiencia televisiva. Dime tu ‘share’ y te diré tu crédito.

La atención es el bien escaso en nuestra sociedad. La política —con su liturgia pugilística— es abducida por los programadores televisivos que buscan el placer audiovisual del golpe verbal como poderoso atractivo magnético para retener a los públicos. Gritar sustituye a razonar. Interrumpir a dialogar. Simplificar a argumentar. Esta banalización, que convierte la información y el debate políticos en entretenimiento consumible, obliga inevitablemente al espectáculo. Las exigencias televisivas de brevedad, contundencia, simplicidad, rivalidad…, y la obsesión por dejar al adversario fuera de combate, permiten que los líderes que manejen bien esas habilidades tengan una gran oportunidad de notoriedad y singularidad. Se trata de tener ideas, pero, sobre todo, técnica televisiva para la contienda en la tertulia. La preparación, formación y entrenamiento de estas condiciones se convierte en un elemento competitivo imprescindible.

Ahora hemos descubierto el nuevo filón asociado a un cambio escénico revelador, en el que la postura es el indicador de referencia. Perdemos verticalidad. De las sillas de las entrevistas serias, a las butacas de las tertulias ruidosas. Ahora estamos en la fase sofá íntimo, cómplice y juguetón. Ya conocemos sus cocinas. Pronto tendremos al entrevistador o entrevistadora en la cama. Nada nos dará más morbo y placer. Al tiempo.

Las nuevas habilidades escénicas (bailar, cantar, hacer reír) se combinan con las deportivas (sea en formato comentarista radiofónico, como Mariano Rajoy), las actividades de riesgo o la conducción temeraria. Se trata de mostrar unas competencias nuevas, en donde el político queda a merced del conductor televisivo y este de su audiencia multipantalla. Esta, insaciable y ávida de espectáculo, quiere reírse de quien a casi siempre debe soportar o resignarse. El político, en este contexto, se ve sometido a una gincana de platós, ocurrencias y anécdotas que convierten lo accesorio en definitorio. Y lo escénico en esencial.

El fenómeno de la multipantalla (ver televisión con otros dispositivos e interactuar en las redes sociales con ellos) hace que los programadores trabajen con el concepto de audiencia social como un elemento clave a la hora de escoger temas, protagonistas y enfoques. La retroalimentación entre platós y redes es total. El público forma parte del espectáculo en forma de ‘trending topic’, ‘hashtags’, menciones, ‘me gusta’, ‘retuits’ o ‘replays’. En el libro reciente ‘Los medios después de Internet’, José Luis Orihuela hace una exploración de los múltiples caminos y desafíos que Internet ha planteado a los medios de comunicación de masas. El impacto de Twitter, el valor visual de la información, las nuevas relaciones con la audiencia en las redes sociales, la aparición de las empresas tecnológicas como nuevos jugadores, así como los desafíos en la formación de comunicadores son algunos de los retos nuevos que están cambiando nuestra manera de consumir contenidos. Ahora nosotros damos las noticias en conversaciones multilaterales que medimos en impactos y métricas.

El imparable y extraordinario éxito del contenido audiovisual, sea en su versión de uso (cada día se ven cientos de millones de horas de vídeos y se generan miles de millones de reproducciones vídeos en YouTube) o en su versión de consumo, no deja lugar a dudas: pensamos lo que vemos. Consumimos televisión en todas las pantallas disponibles: del salón al baño. Del plasma al móvil. El consumo se ha vuelto individual y en red. Autónomo y conectado. Con auriculares y pulgares para compartir en comunidades.

Este escenario complejo tiende a la banalización y sobreexposición de nuestros líderes y candidatos. El concurso (en directo o por entregas), y no el discurso, es el formato ganador. Pero también es una oportunidad para descubrir aspectos decisivos en la definición del voto, especialmente el del elector indeciso. El carácter y el temperamento de los políticos en estos platós… miden el valor de sus ideas. La vida personal y familiar refleja maneras de vivir que se perciben como anticipo de maneras de gobernar. Y las aficiones, intereses e intimidades muestran aspectos clave para los votantes. Queremos ser convencidos. Pero deseamos más ser seducidos.

En esta sociedad de corazones digitales, la política debe competir en emociones. Para los que las desprecian, desde la superioridad ideológica o la pulcritud política, una advertencia de fondo: pensamos lo que sentimos. Nuestro cerebro es así de vulnerable. Esta sobredosis de sonrisas seductoras muestra algo más profundo que la agresiva lucha por el voto de unos gladiadores a los que les exigimos más y más. Es un reflejo de cómo somos: nos hemos convertido en una sociedad de audiencias más que de conciencias. Las urnas se llenan de votos individuales. Pero los votos se llenan de emociones compartidas. Somos una persona, un voto; pero también somos una persona, una audiencia.

Publicado en: El Periódico ‘Las novedades de la campaña del 20-D. Locos por la tele’ (27.11.2015) (ver portada)
Fotografía: Josh Ekstein para Unsplash

Artículos dentro del especial ‘Las novedades de la campaña del 20-D. Locos por la tele’:
Posturitas en la tele (Ferran Monegal. El Periódico, 27.11.2015)
La política pop entra en campaña (Iolanda Mármol. El Periódico, 27.11.2015)

Entrevista asociada:
‘Aparecer demasiado en los medios puede provocar hartazgo’ (entrevista en el programa Boulevard de Radio Euskadi, donde hemos hablado del fenómeno de la aparición de los líderes políticos en programas de entretenimiento, 30.11.2015)

Otros enlaces de interés:
Pedro Sánchez, el político ‘breaker’ que casi convence a Bertín Osborne (Ana Pérez. prnoticias, 26.11.2015)
Los cinco detalles de Rajoy como comentarista deportivo en la COPE (prnoticias. 26.11.2015)
The Bubble’s Macri Dance Tutorial (video)
Singing Putin: ‘Blueberry Hill’ (video)
Los líderes cambian el mitin por el plató en busca de audiencias masivas (Fernando Garea. El País, 11.12.2015)

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