Entre las torpezas y errores de esta otra segunda investidura fallida (en este caso la de José Manuel Soria), lo peor ha sido la justificación de legalidad, con la cual se defendía la normalidad de este desatino. Hay que despreciar mucho la estética y la ética políticas para creer que no había problema, que todo era correcto (conveniente, incluso), porque era legal. Realmente, ¿creían que era normal, que no había motivo para el escándalo, la crítica o la censura? ¿Cómo es posible que Mariano Rajoy, un político precavido y astuto, haya cometido tal error de percepción? ¿Qué se nos escapa? La osadía del exministro era preocupante, la complicidad de Luis de Guindos alarmante, pero la decisión del Presidente en funciones, ha sido incomprensible y preocupante. ¿Rajoy ha perdido algo más que una votación parlamentaria? ¿Está el candidato sin reflejos y perdiendo el sentido de la realidad?
La lista de despropósitos es larga. Los más relevantes se centran en la inoportunidad de la pretensión y en la irresponsable justificación. Todo ello ofrece una lectura negativa sobre las competencias y solvencias de Rajoy ante la complejidad actual. Justo en el momento más delicado, se ha autolesionado gravemente. En política, el momento oportuno es decisivo para la acción y, aún más, para la comunicación política. No comprenderlo es un síntoma de agotamiento de reflejos y habilidades que cuestionan —y comprometen— el futuro del indiscutible candidato del PP.
1. Momento inoportuno. Rajoy acababa de perder la segunda votación de su cita con el Congreso de los Diputados y casi simultáneamente (es difícil superar esta provocación), conocíamos la pretensión del Gobierno de nombrar a José Manuel Soria para un relevante cargo en el Banco Mundial. Sólo un profundo —y preocupante— desconocimiento de la estética política y de la emoción social del momento pudiera acercarnos a una inexplicable interpretación de lo ocurrido. ¿Pensaban que, por la hora, el día y la densidad informativa del momento, iba a pasar desapercibido?
2. Agenda comprometida. Mariano Rajoy, tras estar ausente en las últimas grandes citas internacionales, se trasladaba a la Cumbre del G20 en China. El impacto de la noticia, la reacción política y ciudadana, junto al desconcierto y desconocimiento de miembros relevantes del Gobierno y del PP, empezaban a generar un tsunami político que impactó de lleno en la rueda de prensa del Presidente en funciones. Sus explicaciones fueron impropias, de una puerilidad y temeridad extraordinarias, y que no se corresponden con la solvencia de un líder.
3. Socio quemado. El acuerdo PP-Ciudadanos ha tenido costes importantes para Albert Rivera. Durante meses, la reiterada y constante negativa a apoyar a Mariano Rajoy por su responsabilidad política en la corrupción de su partido, ha sido su principal activo regenerador. La rectificación —y aceptación del candidato— por la gobernabilidad de España es de alto riesgo. La propuesta de Soria dinamita la aportación de calidad de Ciudadanos a la regeneración del PP, es un insulto provocador y destroza la confianza entre los socios. Soria le puede costar la candidatura a Rajoy. Dentro y fuera del PP. “Rajoy no tiene remedio”, dijo Rivera.
4. Candidatos torpedeados. La coincidencia de la tropelía con las campañas electorales de Galicia y País Vasco es algo más que un daño colateral. Amenazaba la anhelada mayoría absoluta del PP de Alberto Nuñez Feijóo y desterraba al zarandeado PP del País Vasco llevándolo a la irrelevancia. Empezar una campaña teniendo que justificar las decisiones de Rajoy se había convertido en una hazaña de resultado imposible. La petición de Feijóo de explicaciones adicionales, por considerar insuficientes las conocidas hasta ese momento, era algo más que una queja. Era un pulso.
5. Unidad agrietada. Las reacciones de desaprobación de algunos líderes del PP rompieron la unidad interna del partido, introduciendo dudas sobre la unanimidad de la candidatura de Rajoy. En el peor momento. La escenificación de apoyo incondicional a un líder que comete graves errores es más difícil. La lealtad no puede exigir necedad. Rajoy acabó el viernes siendo cuestionado como candidato por su socio ocasional, derrotado por la mayoría del Congreso, y dividido —con más o menos ruido— entre sus compañeros. En este desafecto interno también hay la sensación de fin de ciclo de estilo político. El personalismo en política es la deformación negativa de la personalidad, siempre deseable. Así no se pueden tomar decisiones, ni justificarlas, pensarán sus correligionarios.
6. Liderazgo hundido. La reacción política (de las fuerzas políticas) ha sido, incluso, superada, por la irritación ciudadana. La respuesta en forma de peticiones, movilizaciones e iniciativas anunciaban una escalada imparable. Las peregrinas justificaciones iniciales, sobre la justicia del nombramiento, actuaron como gasolina adicional. El tema Soria podía ser el detonante para galvanizar el hastío por la repetición de elecciones, y por los fracasos negociadores. Esta provocación podía ser la chispa que faltaba para activar a una ciudadanía tan agotada como irritada. Rajoy corría el riesgo de concentrar en él toda la hostilidad y el desafecto que flota en el ambiente. Rajoy, con la imagen hundida, seguía cavando su foso.
7. España ridiculizada. La opinión pública no ha conocido, suficientemente, el alcance internacional de la polémica. Nos ha parecido tan de comedia nacional… que no hemos alcanzado a evaluar su dimensión reputacional como marca-país y como imagen en el mundo. El balance es horroroso. Nadie entiende la decisión, nadie la justifica, nadie la acepta. Tampoco la institución financiera que, supuestamente, iba a gozar de la profesionalidad e idoneidad del exministro. La imagen de España ha rozado el ridículo, en un marco de estupefacción por nuestra parálisis política actual. En definitiva, un cóctel explosivo.
Rajoy ha tenido un comportamiento inoportuno, irresponsable e impropio. Al que hay que añadir la valoración moral, inseparable siempre en la vida pública. En política, se pueden cometer errores, sí. Pero hay algunos que son un síntoma de una falla sistémica. Esto es lo que revela y desvela el caso Soria. Este es el verdadero problema de Rajoy.
Publicado en: El País (7.09.2016) (blog ‘Micropolítica’)
Artículos de interés:
— Lo que la investidura esconde (Antón Costas. La Vanguardia, 7.09.2016)
— ¿Ha dejado el PSOE de ser progresista? (José Luis Álvarez. El País, 7.09.2016)