Entrevista con David Martínez para Nobbot que reproduzco a continuación.
La nueva política y las tendencias en el ámbito social y empresarial, así todos aquellos aspectos que tienen que ver con la transformación de los modelos de comunicación, liderazgo y relación en la Sociedad en Red, son las cuestiones que ocupan los afanes y los días de Antoni Gutiérrez-Rubí. Impulsor de apps4citizens y fundador de Ideograma, compañía especializada en comunicación política, en los últimos tiempos insiste en la necesidad de crear la figura de una Vicepresidencia Digital desde las distintas tribunas en las que participa, como El Periódico de Catalunya, El País o Cinco Días.
Para nobbot es un orgullo entrevistar a quien consideramos uno de los grandes impulsores de eso que se ha dado en llamar Sociedad de la Información y el Conocimiento. Un intelectual que se lanza sin miedo al torbellino de incertidumbres que distingue el tsunami digital, aferrado a múltiples preguntas que quizás sean hoy, en su conjunto, la única respuesta posible.
Para el Banco Interamericano de Desarrollo, una ciudad inteligente es aquella que pone al ser humano al centro de la planificación. En tu opinión, ¿esta idea está presente en el discurso más extendido sobre Smart cities?
Existe un gran debate alrededor del concepto de ciudades inteligentes. Es curioso porque hace más de 20 años que se inventó el término y aún hoy no estamos seguros de a qué nos estamos refiriendo. Es cierto que la descripción del BID nos indica hasta qué punto este debate se ha trasladado desde una concepción puramente tecnológica a una más centrada en resolver los desafíos que tienen hoy las ciudades.
Unos desafíos que están relacionados con la reducción de las desigualdades dentro de las propias urbes, la mejora de la calidad de vida en aspectos como la movilidad o la recuperación del espacio público para los peatones, o incluso con la capacidad de estas ciudades para ser sostenibles y adaptarse a su entorno. Obviamente, para ello es indispensable implicar a la ciudadanía para diseñar conjuntamente una respuesta a estos retos.
Hasta ahora, parece que empresas y administraciones públicas son los protagonistas en el desarrollo de ciudades inteligentes pero tú reclamas una mayor participación de los ciudadanos en el diseño de las ciudades. ¿Crees que hay un verdadero interés de la ciudadanía por participar en esta labor? ¿Se está educando a los ciudadanos más jóvenes para que asuman esta corresponsabilidad? ¿Cómo hacerlo? El interés por implicarse en los asuntos que nos afectan directamente, es decir, que sentimos como cercanos, existe. El problema es cómo se presenta el debate a la ciudadanía y cómo se canaliza la participación. Quizá un vecino o una vecina no se sientan interpelados por hacer que su ciudad sea “inteligente” pero sí por cómo se puede reducir el tráfico en su barrio o por las medidas necesarias para recuperar espacio en sus calles o plazas.
¿Alguna experiencia de éxito de participación ciudadana en la gestión de una ciudad? A nivel urbano se están poniendo en marcha experiencias realmente ambiciosas de participación ciudadana. Estamos viendo como una segunda fase en el desarrollo de la participación ciudadana, que ha pasado a ocupar un espacio central en la agenda de los ayuntamientos. Ciudades como Madrid o Barcelona han llevado a cabo procesos que a través de herramientas online y de actos presenciales han conseguido involucrar a un buen número de ciudadanos sobre temas tan importantes como el Plan de Actuación Municipal, que incluye proyectos clave para el futuro de las ciudades.
¿Cuál ha sido tu experiencia con la iniciativa apps4citizens? ¿Nos puedes poner algún ejemplo de app que te parezca especialmente interesante en el objetivo de mejora de la calidad democrática y empoderamiento ciudadano?
La experiencia del equipo que hemos trabajado en el proyecto apps4citizens nos ha aportado varios aprendizajes. Hay dos que, interrelacionados, son fundamentales:
- Por un lado, a pesar que las aplicaciones son instrumentos tecnológicos que por su propia conceptualización se adentran en la usabilidad y la movilidad, dos aspectos que consideramos clave, hay otras herramientas con usabilidad vía web, muy relevantes para el activismo social y político que, con un marco de difusión más amplio, podrían tener un mayor impacto en la ciudadanía. Es decir, hay que salir del espectro reduccionista de la tienda de aplicaciones y adentrase también en aquellas soluciones que tienen una voluntad transformadora.
- Por otro lado, el cómo se crea la tecnología no es una cuestión menor. A nuestro entender, las herramientas que apps4citizens debe destacar son aquellas que promueven el código reutilizable, datos abiertos, licencias de contenido libres, etc. En resumen, la tecnopolítica debe favorecer estructuras de creación más justas e igualitarias socialmente.
El cruce de estos aspectos, nos lleva a observar que, a menudo, aquella tecnología más próxima a la esencia del proyecto, no es la que mejor difusión tiene. Por este motivo, apps4citizens, ha configurado totalmente su plataforma en WordPress, destacando un uso de licencia Creative Commons de reconocimiento de autor que permite cualquier explotación de los contenidos. Con ello, hemos empezado a dar a entrada a soluciones tecnológicas más allá de las aplicaciones móviles pero muy próximas a los fundamentos del proyecto.
En definitiva, buscamos —con mejor perspectiva— que apps4citizens tenga esta capacidad de investigar y promover la creación de tecnología que permita el punto de encuentro entre activismo y organizaciones tradicionales para que la tecnología tenga un carácter más transformador social y políticamente.
La recopilación de grandes volúmenes de datos parece fundamental para el desarrollo de ciudades inteligentes y esos datos tienen que ver con el comportamiento de sus habitantes. ¿Hace falta un debate público y abierto para definir los límites de la transparencia –individual, empresarial e institucional- así como las fronteras entre los conceptos de vigilancia y monitorización? Sin duda que este es uno de los grandes debates pendientes. Como dices, está el tema de la privacidad y de cuáles son los límites que los ciudadanos queremos poner. Hasta qué punto estamos dispuestos a ceder por el bien común o, dicho de otra forma, por la mejora de lo colectivo que puede suponer la agregación de los datos personales. Pero éste no es el único debate. En un momento en el que la transparencia y la apertura de datos está, o debería estar, en la agenda de los Gobiernos, quizá también cabría preguntarse qué ocurre con aquellos datos que generan los ciudadanos y que son propiedad de empresas que operan a través de infraestructura pública. ¿Debemos tener acceso a esos datos? Cómo mínimo hay que planteárselo.
Resultan llamativas las protestas de la ciudadanía cuando los Estados plantean una monitorización de las comunicaciones con el objetivo de, por ejemplo, mejorar la eficacia de la lucha antiterrorista al mismo tiempo que se proporcionan de forma voluntaria los datos más íntimos a grandes corporaciones de internet. ¿A qué crees que se debe esta distinta sensibilidad frente a la pérdida de privacidad?
Creo que, a nivel general, no hay plena conciencia sobre la cuestión de la privacidad. Por ejemplo, un estudio del Instituto Americano de Prensa sobre la Generación Millennial encontró que sólo el 20 % de los encuestados dijo ser cuidadoso todo o casi todo el tiempo con la información que comparte en Internet, mientras que el 46 % dijo serlo sólo en algunas ocasiones y el 34 % restante admitió que nunca presta atención. El Manifiesto Cypherpunk ya decía: «Tenemos que defender nuestra privacidad, si es que queremos tenerla».
¿Cómo te imaginas la ciudad del futuro y, quizás más importante, cómo te imaginas a la ciudadanía del futuro?
Creo que el futuro de la ciudad no es solamente hacerlas inteligentes sino hacerlas sostenibles y humanas. No se trata de una dimensión estrictamente tecnológica, sino de una que se centra en la recuperación del espacio público. Obviamente, esto no depende sólo de los Gobiernos y los líderes, sino también de las actitudes de los ciudadanos, de su voluntad de participar en cuestiones públicas que les afectan por proximidad o por sus intereses. En el fondo, se trata de la recuperación de la soberanía. Un paso imprescindible para la democratización de las ciudades y para una vida en ellas que tenga un alcance más humano.
Los que en nobbot hemos llamado reyes de la copla del apocalipsis digital alertan de que al socaire de la digitalización se está produciendo un proceso de involución democrática o, incluso, que se está acentuando el desequilibro clásico en las relaciones de poder entre capital y trabajo. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Evgeny Morozov —entiendo que uno de los reyes de la copla del apocalipsis digital— es muy crítico con el poder que están asumiendo las compañías tecnológicas al punto que pone en duda el carácter descentralizado y no jerárquico de la Red. Al respecto, la semana pasada se reabrió el debate sobre si Facebook es una empresa tecnológica o si también es un medio de comunicación (por el papel intermediador de su algoritmo y de su Instant Articles). En cualquier caso, prefiero evitar las etiquetas “tecnófobos” o “tecnoutópicos”, y pensar en una sociedad en plena transformación digital, con múltiples consecuencias sociales y políticas, algunas positivas, otras no tanto.
Te hemos leído afirmar que entre los miembros del gobierno se debería incluir un vicepresidente digital. ¿Cuáles te imaginas que deberían ser sus funciones?
La Comisión de Industria del Congreso reclamó en abril, por unanimidad, una nueva Estrategia Integral para la Transformación Digital de España. Hay, por tanto, algo de conciencia de que la economía digital (el sector que más empleo genera en toda Europa) es una grave y persistente asignatura pendiente en España. No habrá, no obstante, una agenda digital sin un liderazgo que pueda llevarla adelante; una Autoridad Digital capaz de diseñar, coordinar, ejecutar y dar seguimiento.
Dentro de sus funciones estaría liderar todo lo respectivo a la infraestructura digital y al reconocimiento del acceso a Internet como un derecho universal, acelerar las prácticas de open data y la modernización de la Administración pública, impulsar alianzas público-privadas para fomentar la economía digital…
La creación de una vicepresidencia digital no es algo utópico, más bien es algo que están ensayando otros países. Obama, por ejemplo, nombró a Megan Smith, exvicepresidenta de Google, CTO (Jefa de Tecnología) de Gobierno de Estados Unidos.
¿Existe la “política 2.0” o se trata sólo de un discurso impostado en el que conceptos como participación y transparencia apenas son el maquillaje bajo el que se ocultan usos políticos añejos? ¿La tecnopolítica y el poder de las multitudes conectadas nos precipita a la banalización del discurso político, convertido en memes, tuits y piezas virales? ¿Cómo evitarlo?
Creo que la tecnopolítica —entendida como el uso táctico y estratégico de las herramientas digitales en la organización, comunicación y acción colectivas— es, efectivamente, un factor de renovación política, capaz de cambiar las reglas del juego. Probablemente, como observa Ignacio Escolar en el prólogo de mi libro Tecnopolítica (2014): «los cambios que la tecnología está provocando en la política se notan más en la sociedad que en las instituciones: en las movilizaciones que en los gobiernos». Agrego: más en el activismo que en el discurso. Pero, de cualquier modo, poco a poco se están desarrollando tecnologías cívicas, sociales y políticas que, usadas de una forma responsable, serán capaces de aumentar la calidad de nuestras democracias.
La simplificación del discurso es consecuencia de la sobrecarga informativa a la que estamos sometidos, del paradigma de la economía de la atención y del imperio de lo audiovisual. Todo mensaje se simplifica, no únicamente el político. El desafío es buscar espacios alternativos en los que puedan exponerse y compartirse argumentos más elaborados.
Ventajas y limitaciones de las redes sociales como herramienta de participación de la ciudadanía en las decisiones (empresariales, políticas…) que afectan al interés colectivo. ¿El sueño de la desintermediación en internet produce monstruos? ¿A tu juicio, cuáles serían estos monstruos? En ese bestiario imaginario, ¿cuál sería el papel de los medios de información llamados tradicionales?
Una limitación sigue siendo la brecha digital y generacional. Según la última oleada del EGM de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación, la penetración de Internet en España es del 68 %; y la cifra baja considerablemente en los segmentos mayores de 45 años. Esto hace que la participación en Internet no sea, por el momento, inclusiva y universal; y que, por tanto, difícilmente pueda representar un interés verdaderamente colectivo. Un riesgo evidente es la endogamia ideológica que se crea en las redes sociales y la polarización de las opiniones, fundamentalmente, de carácter político.
La lógica de inmediatez y la anonimización —aunque parcial— de las redes sociales disminuye la deliberación y da lugar a posturas maniqueas. Por otro lado, la posibilidad de participación directa, desintermediada, aumenta el interés por intervenir en la discusión pública, potencia la percepción personal del peso de la voz y voto individual. Hay experiencias con aplicaciones de participación ciudadana que son interesantes —mucho más completas y efectivas que las redes sociales—, como Votapp, la cual intenta acercar la opinión de los ciudadanos a sus dirigentes a través de preguntas sobre temas de competencia municipal, provincial o nacional.
Los medios tradicionales debieran, probablemente, evitar entrar en el espiral de violencia que muchas veces es propuesto en redes sociales. Como dice el popular meme: «Don’t feed the troll».
Publicado en: Nobbot (18.09.2016)
Enlaces asociados:
– Por una vicepresidencia digital (Cinco Días, 21.07.2016)
– apps4citizens, apps para el compromiso social y político colectivo