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El timbrazo digital

Nuevamente, tanto el presidente de la Nación, Mauricio Macri (y algunos de sus ministros), como la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, salieron a recorrer los barrios para tocarle el timbre a los vecinos y vecinas y conocer sus preocupaciones. «Timbrazo», le llaman. Quinto Tulio Cicerón señalaba, ya hace más de dos mil años, que la mejor manera de ganar votos es «saludando al elector, viéndole a los ojos y llamándole por su nombre». El timbreo llega tras algunos reveses judiciales y políticos como el fallo adverso en la Corte Suprema que anuló el tarifazo impulsado por el Gobierno. La iniciativa busca recuperar el pulso de la calle, aproximarse a los ciudadanos y reconectar con una base electoral que muestra signos de fatiga y debilitamiento.

El timbreo es una acción clásica, analógica, presencial, aunque los equipos digitales de sus protagonistas conviertan cada contacto en un efectivo contenido digital que busque la viralidad. Paradójicamente, este timbreo físico ha tenido, como era de esperar, una irónica reacción digital. El link click contra el ring. Macri, el Presidente más digital del mundo se enfrenta a una oposición digital significativa que ocupa la trazabilidad y visibilidad de los buscadores. Esta oposición difusa, no tiene —todavía— un referente político capaz de interpretarla o representarla en exclusiva, pero refleja un latente y creciente estado de opinión pública. Hoy, la opinión pública es la opinión compartida.

El meme (la parodia, la mofa, la burla) se ha convertido en la expresión más eficaz de la crítica política. ¿Puede el humor bufo ser la peor oposición? El humor irreverente, sarcástico e irónico emerge como una alternativa poderosa. Reírse del poder es movilizador, y ha sido un recurso a lo largo de la historia para detener los excesos autocráticos del poder desmedido. Los líderes excesivos, siempre, toleran muy mal el humor o los cómicos. No tienen sentido del humor, y su irritabilidad es una muestra de su autoritarismo. El humor es una poderosa arma, tan efectiva como la información veraz y rigurosa, o la acción vigilante de la sociedad movilizada. Lo estamos viendo, por ejemplo, con Donald Trump.

Quizá por todo ello, el Partido Demócrata en los Estados Unidos a pesar de que sigue grogui (traumatizados por la derrota) y tambaleándose, superados y desbordados por el torbellino de decisiones de Donald Trump, empieza a diseñar su estrategia anti-Trump. Los demócratas son conscientes que el tsunami Trump es profundo, más allá de la epidermis que representa el mismo Donald Trump. Su populismo alt-right es una peligrosa combinación explosiva de reaccionarismo visceral y neoconservacionismo. Los estrategas demócratas ya saben, también, que desde dentro de las compuertas del partido ya no hay suficiente energía movilizadora para combatir a los activistas pospolíticos de la posverdad.

Por ello, una organización cercana al Partido Demócrata —financiada por una Súper PAC con donantes multimillonarios— ha puesto en marcha una campaña digital que apunta a medio y largo plazo, y que se estructura en cinco acciones:

  1. Focalización. Mensajes diarios a dos grupos de votantes muy concretos: demócratas de 2012 que no votaron en 2016 y los votantes de Obama que hicieron el paso y votaron a Trump.
  2. Segmentación. Construir una poderosa base de datos de votantes: con ella deben conseguir segmentar y difundir mensajes en el mundo online de forma más eficaz.
  3. Activistas. Convertir protestantes anti-Trump en votantes registrados. Conseguir un desarrollo tecnológico capaz de saber si una persona que está en una manifestación, una reunión con el gobierno, o en cualquier movilización ciudadana, recibe los anuncios necesarios para animarla a registrarse como votante.
  4. Recuperación. Ir a buscar el votante desencantado con Trump. Identificarlos y mandarles contenido segmentado sobre los fracasos del Presidente.
  5. ARTivistas. Contratar creativos y reclutar artivistas capaces de crear mensajes potentes (memes, por ejemplo) para conectar con colectivos concretos como millennials o los votantes demócratas de base.

Volvamos al timbrazo argentino. La reacción al Gobierno todavía no es oposición alternativa en términos convencionales. Pero no se recoge sino se siembra. Y la siembra digital, voluntaria, autónoma o dirigida, puede empezar a germinar. Las lecciones del pasado inmediato no deberían ser ignoradas. Los demócratas norteamericanos empiezan a reaccionar.

Publicado en: Infobae (19.03.2017)
Fotografía: James Sutton en Unsplash

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