La victoria incontestable de Emmanuel Macron en la elección presidencial francesa se ha visto realzada por el simbolismo elegido para escenificar el tránsito del candidato al presidente electo. En la noche del 7 de mayo hemos asistido a la transmutación del joven político talentoso, audaz y afortunado en el nuevo presidente de la República francesa. La liturgia y escenografía elegidas estaban al servicio de esta transformación democrática. De ciudadano, a ciudadano presidente. Cuatro elementos destacaron.
Primero, el marco elegido: el Carrusel del Louvre, con toda su carga histórica, y, dentro de ella, el encuadre en la pirámide erigida por François Mitterrand. Un lugar que también es símbolo de la posmodernidad y de ‘marca país’: desde la de instagram del turismo internacional, a la de ‘El código Da Vinci’, la gran novela de Dan Brown. En ese contexto recordó que el Louvre «recorre nuestra historia, del Antiguo Régimen a la liberación de París» de la ocupación nazi, y dijo que «esta noche Europa y el mundo nos mira» porque «esperan que defendamos en todas partes el espíritu de la Ilustración (…) Esperan que seamos nosotros mismos».
Segundo, la larga y solemne caminata en solitario para llegar a la tribuna como símbolo del máximo atributo del poder: la soledad y el silencio. Un silencio roto por el Himno de la alegría —el himno de la Unión Europea— como declaración inequívoca de su europeísmo. Una soledad responsable que deviene comunión festiva con su llegada al punto de encuentro con sus simpatizantes. Ese paseo sereno que muta en camino e itinerario, en tránsito y destino.
Tercero, la luz. En la ciudad de las luces, las sombras mostraron todo su esplendor. La iluminación del camino, del escenario y de los edificios creó una mística cívica donde las sombras y el color tuvieron un protagonismo extraordinario. La alegórica iluminación, con los colores de la bandera francesa, generaba un efecto simple y poderoso. Unos antiguos edificios revestidos de color democrático, recordándonos —entre otras— las últimas acciones globales de apoyo y reivindicación republicanas frente a los atentados terroristas. Una técnica, el ‘mapping’ de luz, imágenes y sonido proyectados sobre fachadas, cada vez más relevante en la vida cultural de las ciudades.
Y cuarto, un poderoso mensaje. En un discurso puntuado por un ‘ritornello’ exigente, «’la tâche qui nous attend est immense …’» (la tarea que nos aguarda es inmensa…), Macron eligió la sobriedad y el rigor de la tarea pendiente, enlazando con la tradición más noble de la política francesa de las últimas décadas, la tradición del ‘parler vrai’ de Pierre Mendès-France y Michel Rocard. Macron, que aspira a superar las coordenadas de la vieja política, reúne en su carta de presentación solemne la ‘grandeur’ presidencial de De Gaulle y Mitterrand, el europeísmo de este último, de Giscard d’Estaing y de Jacques Delors, el reformismo y la exigencia ética de Mendès-France y de Rocard. Toda una aspiración exigente a la mejor Francia. El ecléctico discurso del presidente electo fue heredero de tradiciones, líderes y momentos muy diversos con un punto en común: la verdera ‘grandeur’ son las ideas.
La realización televisiva estuvo milimetrada. En una plaza en la que cada ángulo es una geometría simbólica especial, el encuadre del atril y de la figura de Macron con la punta de la pirámide al fondo tuvo un efecto embriagador. La imagen de triángulos visuales ha animado a los conspiranoicos asociándola a la francmasonería. Pero lo cierto es que nuestro cerebro relaciona simetría con veracidad, lógica y orden. La estudiada perfección de la disposición de todos los elementos mostró gran determinación escénica como parte de la construcción del poder. Macron explora una liturgia republicana renovada, entre lo regio y lo religioso, con fuerte componente cultural.
Sabe Macron que sus retos necesitan símbolos para que la política sea pedagógica y movilizadora, es decir, transformadora. En esta reconstrucción del poder a través de la luturgia, Macron mostró —en la noche de la victoria— muchos detalles que quizá nos anticipan una presidencia en la que la cultura y sus lenguajes artítiscos y escénicos tengan un nuevo protagonismo. Cabe preguntarse si la ambición de estar a la altura de gigantes como Charles de Gaulle o François Mitterrand irá acompañada de una cierta visión cultural de la política. En el caso de De Gaulle, representada por André Malraux, y en el de Mitterrand, por Jack Lang. ¿Cuáles serán los referentes de Macron?
Publicado en: El Periódico (11.05.2017)
Enlaces asociados:
– Macron y el apocalipsis de los partidos (o cómo Napster destruyó al PSOE). (Pedro Vallín. La Vanguardia, 14.05.2017)
– Eric-Emmanuel Schmitt: «M. Macron, soyez un président littéraire» (Le Monde, 14.05.2017)
– Macron: el gato de Schrödinger (Luis Casado. Politika, 16.05.2017)
– Emmanuel Macron y la retórica trascendental (Luis Espino. Letras Libres, 17.05.2017)
– El gusto por la escena del presidente más teatral (Álex Vicente. El País, 28.02.2018)
– ¿Adiós líder ‘atrapalotodo’, bienvenidos ‘gladiadores’? (Alexis Rodríguez. La Vanguardia, 12.03.2018)
– La dialectique de la communication du Président Macron: contre, à distance ou avec les journalistes (The Conversation, 6.05.2018)
Es indiscutible de que el nuevo presidente es consciente del poder de la imagen y la cuida meticulosamente. La prueba: su uso especializado de fotógrafos del Fígaro, la contratación, desde los primeros días de la campaña, de un equipo para preparar un documental que refleja su capacidad de trabajo, amabilidad y dedicación. Documental difundido justo el lunes siguiente a las elecciones.
La liturgia influye, los hechos decidirán. El tiempo que duran los símbolos en nuestro tiempo es directamente proporcional a la coherencia entre palabras y hechos. Veamos.