«Algún día la política será una canción», escribió el poeta León Felipe referenciando a otro poeta, Walt Whitman. Mientras llega ese momento, la música ha invadido las elecciones y la política en todo el mundo. Decía el político francés Roger-Gérard Schwartzenberg: «En otros tiempos, la política eran ideas. Hoy son personas». La personalidad de los políticos tiene que ver, cada vez más, con lo que pensamos y decimos sobre ellos y con lo que nos hacen sentir: confianza, credibilidad y, sobre todo, identificación. Una de las vías más rápidas para identificarnos con ese alguien o para generar determinados sentimientos es la música. De hecho, la utilización de la música en la política (sobre todo en campaña electoral) ayuda a la conexión emocional con el ciudadano, a la identificación de un partido, de un candidato/a… de manera muy efectiva. Además, la música consigue movilizar, también en política.
Y la música, hoy en día, tiene mucho que ver con Spotify. Esta plataforma, creada en 2008, es actualmente una referencia mundial, con 60 millones de suscriptores de pago el pasado mes de julio, y muchos millones más de modo gratuito. El 72 % de los usuarios son millennials, lo que permite una grandísima segmentación hacia este público.
Algunos políticos, candidatos, partidos e incluso entidades sociales han visto en esta herramienta una buena arma para llegar a la ciudadanía. Pero, ¿cómo lo hacen?
Publicidad. Es el modo más sencillo. O por medio de banners, o anuncios entre canciones, aunque también se puede segmentar ya por público, por tipo de música… o anunciar que una candidatura permite escuchar mucha música sin interrupciones. Un ejemplo, en 2009: el PSOE se anunciaba en banners. Otro, el mismo año, era el anuncio en audio del Partido Conservador Británico.
Lista de canciones de campaña. Suelen ser las canciones que sonarán en los mítines y a lo largo de las campañas, pero también quieren mostrar los gustos de los candidatos/as y políticos, y de sus votantes (ver ejemplo en Obama ‘12). Es interesante porque no solo se encuentran las canciones de cantantes afines, sino que también la gente se puede suscribir a esas listas, pudiendo segmentar y comunicarse con ellos. Son ejemplos conocidos la lista de Obama en 2012, la de Romney 2012, la de Hillary 2016, etc. En España, encontramos los ejemplos del PSOE o del PSC con Iceta en 2015.
Participación activista. Otra modalidad es pedir a la gente que diga qué canciones deberían estar en el Spotify de campaña. Un ejemplo reciente lo vimos en Argentina, usado por Cristina Fernández de Kirchner en agosto de 2017. Es un buen modo de que las personas se sientan protagonistas, que participen, que se movilicen a través de la música. Para el partido, además, es una forma de conocer los gustos de sus simpatizantes.
Mensajes. Hoy, la relación entre la música y la política es muy intensa: los himnos, las sintonías electorales, la canción protesta o de denuncia, los intérpretes comprometidos… También lo son las letras de las canciones escogidas por los políticos en sus listas. Las letras y a quien se dirigen son también un mensaje en sí mismo. Por ejemplo, en la lista de canciones de Spotify de Obama en 2012, como he citado anteriormente, es difícil de creer que él escuchara a Ricky Martin, aunque había una canción suya en la lista (obviamente buscando contentar al electorado latino). Lo mismo en la lista de Hillary Clinton de 2016, donde entró la canción Vivir la vida de Marc Anthony o Juntos, de Juanes. En ambos ejemplos, es importante también observar la diversidad de géneros escogida, y que muchos temas tuvieran que ver con el futuro, con la felicidad, con la alegría, con el patriotismo.
Gustos personales. Las listas de canciones pueden ejercer de catalizador cultural, y para mostrar la cultura musical del político, sus propios gustos, que comparte con el público. Sirven para que les conozcamos mejor, para que nos identifiquemos más con ellos/as, o para descubrir más sobre sus vidas y preferencias. Un buen ejemplo es la lista creada por Obama en 2016, escogida personalmente y, por tanto, coherente con sus afinidades musicales. Es tal la importancia de estas listas, si tienen éxito —como fue el caso—, que llegó a ser la lista más escuchada del mundo durante unos días, y una de las canciones que contenía, de Low Cut Connie, incrementó sus audiciones un 2.900 %, lo que, por supuesto, encantó a la banda.
Política social. Desde Spotify también se puede hacer activismo político. Dos ejemplos: el Instituto Vasco de la Mujer, Emakunde, elaboraba una lista de 200 canciones contra el machismo. Temas feministas por la igualdad de género, puestos a disposición en Spotify para que sonaran en las fiestas de verano de las diferentes localidades vascas. El objetivo era que los bares y locales que quisieran acogerse a la campaña utilizaran esa lista de Spotify, que entre todas las canciones suma 24 horas al día. 24 horas de letras no sexistas.
En este sentido, Spotify sirve como canal y recurso necesario para que esas acciones puedan llevarse a cabo. Otro ejemplo lo tuvimos hace dos años, cuando desde Spotify se pusieron a disposición de los usuarios algunos discursos de Martin Luther King, para rememorar su obra, tales como I Have a Dream, We Shall Overcome, y su último discurso, I’ve Been to the Mountaintop, pronunciado el 3 de abril de 1968 en Memphis, la noche antes de su asesinato. Además, se incluían canciones inspiradas o que citaban al orador, como When the Ship Comes In de Bob Dylan, o Blackbird de Paul McCartney.
Campañas propias de Spotify. La compañía sueca usa la política para darse a conocer o para dar a conocer sus servicios. Por ejemplo, en las últimas elecciones estadounidenses lanzó una lista de cantantes canadienses para aquellos que estaban pensando en abandonar el país después de la victoria de Trump. En política, todo comunica, y esta iniciativa, a parte de dar a conocer a cantantes canadienses —que era la excusa— aprovechó la actualidad para lanzar mensajes.
La música, decía Magdalena Martínez, es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón. Algunos políticos lo saben, y usan Spotify para lograr emocionalidad, visibilidad y presencia, especialmente entre los millennials. Otros, sencillamente, solo escuchan música.
Publicado en: El País (blog Micropolítica, 25.11.2017)
Fotografía: C D-X para Unsplash
Enlaces de interés:
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