ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ / SANTIAGO CASTELO
Recientemente, en México, se desató una polémica por la aparición de unos panfletos que difaman a la Virgen de Guadalupe, ícono de los católicos mexicanos, y acusan a la Iglesia de ser parte de la «mafia del poder».
Los volantes, que van firmados por la coalición que impulsa a Andrés Manuel López Obrador, ocasionaron un importante revuelo, incluso un comunicado del Episcopado Mexicano. AMLO y su equipo de campaña salieron, rápidamente, a manifestar que desconocían los materiales y acusaron a sus rivales de hacer campaña sucia. «En nuestro movimiento hay católicos, evangélicos y librepensadores», explicó el candidato. La religión se ha colado, definitivamente, en la campaña mexicana. Ya había dado un primer paso en diciembre, cuando el Partido Encuentro Social (PES) —el partido evangélico más importante del país— se sumó a la coalición de AMLO y puso a la religión en el centro del debate público.
Sucede que, en México, la población evangélica ha crecido mucho en los últimos años y ya son más de 10 millones de personas las que se identifican con alguna iglesia protestante. México no es la excepción, sino la regla. En Latinoamérica, según un estudio del Pew Research, la identificación con el catolicismo disminuyó durante las últimas cuatro décadas, pasando del 92% al 69%, mientras que el porcentaje de evangélicos aumentó del 4% al 19%. Se estima que uno de cada cinco latinoamericanos es evangelista.
Otro informe, en este caso de Latinobarómetro, mostraba que la diferencia entre unos y otros se redujo un 22% en poco más de 15 años.
La influencia política del evangelismo se ha puesto en evidencia en el último tiempo: Fabricio Alvarado en Costa Rica, Jimmy Morales en Guatemala, Marcelo Crivella y el creciente poder de la bancada evangélica en Brasil, Gerardo Amarilla en Uruguay o el papel del voto evangélico en el plebiscito colombiano, entre otros tantos ejemplos.
Veamos, a continuación, algunos de sus rasgos característicos y ventajas comparativas:
1. Una agenda conservadora. Los evangélicos, por lo general, defienden el statu quo y se amparan en valores conservadores y en modelos tradicionales de familia. Por ello,suelen oponerse al matrimonio igualitario, a la legalización del aborto, a las leyes de identidad de género, entre otras reformas progresistas. Su incidencia —directa o indirecta— en la política pone a sus causas (o contra causas) en el centro del debate. Por ejemplo, durante la campaña costarricense, Fabricio Alvarado, el predicador que sorprendió a todos al ganar la primera vuelta y poner en jaque al candidato oficialista, no dudó en expresar su absolutorechazo al dictamen de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que exigía a sus miembros reconocer y garantizar el matrimonio igualitario. En Colombia, los movimientos evangélicos levantaron la bandera de la «ideología de género» para oponerse a la distribución de unos manuales sobre diversidad sexual y, después, rechazar el proceso de paz por considerar innecesario y excesivo su enfoque de género.
2. Pragmatismo. No se guían por el eje ideológico tradicional izquierda-derecha, sino que son más bien pragmáticos: votan, apoyan y acompañan a quienes siguen o, al menos, no ponen en peligro su agenda. Así, en Colombia, su voto fue clave en la victoria del «no» en el plebiscito y ahora apoyarán a Iván Duque, el candidato de Uribe; pero en México, como vimos, impulsan a AMLO. En Brasil, solían apoyar a Lula, pero, luego, la bancada evangelista fue decisiva en el impeachment a Dilma Rousseff y hoy están más cerca de Jair Bolsonaro, el candidato de extrema derecha que está segundo en las encuestas.
3. El rol de la familia en campaña. Para reafirmarse en la defensa de estos valores tradicionales, los candidatos evangelistas suelen recurrir a su familia. Por ejemplo, la hija de Alvarado, con tan solo 6 años, se convirtió en un personaje clave de la última campaña costarricense. El vídeo de su canción «Papito» ya ha superado los 24 millones de reproducciones en YouTube (esto es, cuatro veces la población del país). «Mi papi es fuerte, para mí un héroe, me da sin reservas todo su amor. Él es mi maestro, mi más grande ejemplo, me ha enseñado a amar a mi Dios», dice la letra. La música es un elemento esencial en las experiencias espirituales evangélicas.
4. Infuencers pre-Instagram Los pastores son verdaderos influencers en sus comunidades. Son líderes de opinión reconocidos, creíbles, carismáticos y con una notable capacidad de persuasión. Por ello, cada vez más, los políticos —cualquiera sea su religión— se reúnen con ellos para pedirles su apoyo. En Chile, por ejemplo, Sebastián Piñera y Alejandro Guillierdirectamente sumaron pastores a sus comandos de campaña. Años atrás, los candidatos llegaban al público evangélico a través de otro tipo de influencers: estrellas de fútbol, como Bebeto y João Leite, que luego se transformaron en políticos.
5. Competencias mediáticas. La figura del telepredicador nace en Estados Unidos en la década de los años cincuenta y llega a Latinoamérica algunas décadas después de la mano de Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD). Macedo, en menos de veinte años, construyó un verdadero imperio mediático, con dos periódicos, treinta emisoras de radio y la cadena TV Récord, la segunda red de televisión más importante de Brasil. Los programas de la IURD, pese a su contenido religioso, siguen la receta —estética, dinámica, código— de cualquier show de entretenimiento y se hacen con una audiencia nada despreciable. La consigna «Pare de Sufrir» —que es el título que lleva su programa de televisión más popular— ya está instalada en el imaginario colectivo latinoamericano.
6. Liderazgo carismático. Las iglesias evangélicas son, de alguna manera, escuelas de liderazgo para sus pastores y predicadores, quienes siempre han destacado por su capacidad de oratoria, por sus cualidades carismáticas y por un singular talento para atraer y conectar emocionalmente con sus fieles y discípulos. El movimiento evangélico ha desarrollado, a lo largo de los años, nuevas estrategias proselitistas y una especial capacidad de adaptación y aculturación.
7. Conexión con sectores populares. Las iglesias evangélicas tienen una fuerte presencia en los barrios y sectores populares. Ocupan espacios (físicos y simbólicos) que están desatendidos por los Gobiernos y tejen redes de solidaridad entre la comunidad. Ofrecen un amplio abanico de servicios, desde acceso a la salud y a la educación hasta bolsas de trabajo. Esta llegada a los sectores populares es una de sus grandes ventajas comparativas. Javier Corrales, profesor de Ciencia Política en el Amherst College y columnista en The New York Times, destaca que los evangélicos «están consiguiendo votantes entre gente de todas las clases sociales, pero principalmente entre los menos favorecidos» y así «están logrando convertir a los partidos de derecha en partidos del pueblo».
La influencia de las iglesias evangélicas en la política latinoamericana actual es innegable. También es lógica y justa. Uno de cada cinco latinoamericanos se identifica como evangélico. Sus representantes tienen aptitudes, experiencia y contactos. Un currículum nada despreciable para una política carente de líderes e inmersa en una profunda crisis de confianza y representación. Seguramente, en un futuro no muy lejano, veremos más pastores políticos.
(Este es el segundo texto de una serie de artículos que se irán publicando periódicamente sobre Outsiders en política). Publicado en: Aristegui Noticias (28.05.2018)
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