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Sánchez no es provisional

El Presidente ha protagonizado, como ya era habitual con anteriores líderes, la tradicional rueda de prensa del último Consejo de Ministros del curso. Sánchez ha insistido con su relato político (“la moción de censura fue un cambio de época”) y ha desplegado un discurso estructurado (“la agenda del cambio”) y con una sola idea en la cabeza: seguir marcando el paso, seguir gobernando, seguir liderando la agenda. A cada idea política le acompañaba una serie de medidas: un reto, una solución. Pedagogía política. Sánchez disipa cualquier tentación táctica o provisional sobre su mandato. Va a gobernar como si tuviera una mayoría y un control parlamentario del que, aritméticamente, carece. “Se trata de una hoja de ruta clara hasta el final de la legislatura. En la consecución de estos objetivos está el bienestar de la ciudadanía”, afirma el Presidente.

Esta seguridad de Sánchez viene avalada por la publicación del CIS de este mismo jueves que consolida el vuelco electoral del mapa político español. Los datos son apabullantes, y el PSOE – en menos de 60 días- recupera apoyos en todas direcciones. De antiguos votantes socialistas, de abstencionistas, de votantes que daban su apoyo a Podemos y Ciudadanos, e incluso de ciudadanos que votaron al PP en 2016. Y lo más importante, muchos de estos apoyos provienen de los mayores de 65 años (bastión electoral del PP) y del ámbito de las grandes ciudades, el espacio dónde había cedido más terreno. La modernidad ya no es patrimonio de los líderes de la nueva política. El PSOE no es un partido en recesión, al contrario. Vuelve un PSOE reconocible y renovado. Viento de cola para la marca socialista.

Sánchez parece decidido a seguir gobernando. En La Moncloa, hay quien tiene la tentación de convocar elecciones ante las dificultades de gobernabilidad, como se ha visto en hace unos días cuando el Congreso rechazó el techo de gasto del Gobierno, apoyado sólo por el PNV y el PSOE. Los defensores de esta opción argumentan que ahora es el momento electoral más favorable, con los líderes opositores con problemas internos (Pablo Casado), de posicionamiento y ubicación (Albert Rivera), o de proyección (Pablo Iglesias). Pero Sánchez sobreestima su fuerza y su suerte: arriesga el extraordinario éxito conseguido en tan poco tiempo, y quiere más, quiere hacer más y profunda política. Sea con el tema catalán, la política inmigratoria, o los falsos autónomos. Se siente seguro y fuerte.

Esta seguridad parece firme sin ser pétrea, sólida sin renunciar a la flexibilidad, decidida sin renunciar al diálogo y al acuerdo. Pedro Sánchez ha madurado mucho, se ha liberado y transmite una determinación que despierta confianza. Momento dulce y viento de cola. Setiembre -y sus nubarrones- espera al acecho, sin duda. Pero la resiliencia de Sánchez es proverbial y extraordinaria, y le permite pensar en la rentrée con una llave maestra: hacerse fuerte en la sociedad, aunque esté débil en el Congreso y el Senado. Cada derrota parlamentaria que le inflijan sus adversarios será más crédito para su relato y liderazgo. Le harán la campaña. Sánchez arriesga y, casi siempre, gana.

Publicado en: El Periódico (03.08.2018)

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