«Salir de la burbuja, dejar de vivir en la negación y hacer frente a la verdad» recomendaba Michael Moore hace dos años cuando vaticinó —con cinco demoledoras razones— que Donald Trump iba a ser el próximo Presidente de los Estados Unidos de América.
El controvertido cineasta advertía: «Nunca en mi vida he deseado tanto estar errado como lo hago ahora». Pero, contra su íntima voluntad, acertó. No fue el único, claro, aunque su pronóstico, dada su oposición radical a Trump, tuvo una especial relevancia.
Ahora, dos años después, y en las decisivas elecciones de noviembre de mitad de mandato, veremos el primer gran test electoral para medir la fuerza de la posición de Trump y también la de las alternativas (y resistencias) de los demócratas y otros movimientos cívico-políticos. Mediremos si las alternativas políticas a Trump son capaces de desmontar su retórica en clave electoral (movilizando a nuevos votantes opositores y debilitando el apoyo electoral de Trump).
Mientras, Trump lo ha vuelto a hacer y ha llevado la precampaña a su terreno favorito: el conflicto. Su beligerancia hacia los medios de comunicación, al etiquetarlos de «enemigos del pueblo», ha provocado una reacción inédita y excepcional.
El pasado 16 de agosto, y por iniciativa del The Boston Globle, centenares de medios (de todo tipo, ámbito y formato) secundaron su convocatoria y publicaron editoriales propios y pronunciamientos contra Trump con la etiqueta #NotTheEnemy.
Pero no todo ha sido unánime, ni mucho menos, a pesar del éxito masivo de la respuesta conjunta. The Washington Post, por ejemplo, no participó activamente en la convocatoria de The Boston Globe al dudar de si quizás tendría el efecto contrario al deseado.
En este sentido, resulta muy interesante la lección de #framing de George Lakoff, publicada en 2017, que propone que en lugar de decir #NotTheEnemy, los periodistas y los medios deberían liderar el marco #ProtectTheTruth frente a los ataques desmedidos del Presidente.
Afirma Lakoff: «La lección clave es que cuando negamos un marco, evocamos el marco. Hay un principio estratégico del encuadre: evitar el lenguaje del atacante porque evoca su marco y ayuda a presentar su caso». Es decir, alimenta sus posibilidades al jugar en su campo (mental), sus reglas (de confrontación) y su pelota (el frame). Y perder. ¿Han caído algunos periodistas (y algunos opositores), otra vez, en la trampa de Trump? Repetir un error es grave.
Trump está en campaña permanente. Y se dirige, impúdicamente, al núcleo duro de sus electores, despreciando al conjunto de la nación y desentendiéndose de su responsabilidad de gobernar para todos (y con todos, si es posible). El resultado es, probablemente, muy favorable para sus intereses electorales: sus votantes piensan, cada vez más, que «la prensa es, realmente, el enemigo del pueblo». Lo piensan ya el 51 % de los republicanos y el 5% de demócratas, según una encuesta de la Quinnipiac University de Connecticut.
«El debate público es un deber político», decía el Tribunal Supremo en 1964. El debate puede incluir «ataques vehementes y a veces desagradablemente duros contra el Gobierno y los cargos públicos», garantizaba el Tribunal. Pero estamos en 2018.
El editor ejecutivo de The Washington Post, Martin Baron, afirmó recientemente que los informes del periódico sobre el Presidente no son resultado de la hostilidad (es decir, del prejuicio o del posicionamiento). Baron dijo, en febrero, en la conferencia de Code Media en California lo siguiente: «La forma en que lo veo es que no estamos en guerra con la Administración; estamos en el trabajo. Estamos haciendo nuestro trabajo».
Este es el enfoque ganador, creo. No es una guerra (política), es un trabajo (periodístico). Esto es lo que protege, realmente, la democracia: el trabajo.
Publicado en: Univision Noticias (23.08.2018)
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La libertad se protege con libertad, un marco incorrecto nos lleva a pensar que la libertad se protege con represión. El marco no es el cuadro, pero son los límites de la obra, por tanto, muy importantes.