El Gobierno de Francia anunció una subida de impuestos al diésel. Por esa razón, miles de conductores salían a las calles para protestar contra este aumento, cortando decenas de autopistas y carreteras desde el pasado fin de semana.
La respuesta a esta iniciativa surgió de dos camioneros de la región parisina que, el pasado 10 de octubre, iniciaron la convocatoria para organizar una protesta colectiva. Se difundió rápidamente por las redes, especialmente en Facebook, sumando a colectivos diversos (descontentos con la política del Gobierno francés, vinculados a asociaciones de consumidores y/o a partidos de izquierdas, entre otros). Estas manifestaciones han puesto en evidencia una fractura entre las grandes ciudades, que creen en una política que penaliza y desalienta el uso del automóvil, y una Francia rural que depende de sus vehículos para desplazarse y trabajar y que se siente víctima de una élite urbana en el poder que vive desconectada de las realidades de las zonas rurales y periféricas.
No es la primera vez que el color amarillo es usado como símbolo de protesta. Sucedió en España, Egipto, República Dominicana… como explicaba en este artículo, y también es el color de protesta del independentismo en Cataluña.
El color y la política siempre van unidos.
Fotografía: Koshu Kunii para Unsplash
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