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El ‘efecto like’ en la política

Los partidos llenan de corazones de colores sus lemas y gráficas, al mismo tiempo que se lanzan dardos que hielan el alma hasta al ser menos sensible. La campaña electoral se mueve a golpe de emojis y likes. Pero, también, de desprecios y fakes.

Todavía es pronto para sacar conclusiones del efecto like en la política democrática. Aunque ya intuimos que gustar es un camino diferente al de convencer, gobernar o dirigir. La política hedonista (sobre)actúa bien en una sociedad conectada de atención limitada, acelerada y en competencia permanente corriendo hacia homologables significantes vacíos. Gustar desplaza el pensar. Y parte de nuestra política renuncia a decir la verdad de lo relevante para quedarse en la ocurrencia de lo superficial. La deriva narcisista de este proceso parece imparable. Y con ello, la devaluación de la palabra y del compromiso. El vínculo ideológico y político se diluye frente al vinculo emocional y estético.

Este desplazamiento tiene consecuencias en el lenguaje y en las relaciones. También en las propuestas y los métodos. Y una parte de los expertos sigue preguntándose cómo hemos llegado hasta aquí. ¿Es inevitable la banalización de la política a través de los profundos cambios en la comunicación política y digital? ¿Qué nos ha pasado para que el efecto like sea más relevante que la propuesta política? O, por el contrario, ¿no deberíamos preguntarnos qué pasa con las emociones y las expectativas como articuladoras de la conciencia colectiva?. Del humor social, a la opinión pública. «En los ‘talk shows’ gana el populista y pierde el experto» afirmaba Paul Johnson, director del Instituto de Estudios Fiscales de Londres, en una entrevista de Lluís Amiguet para este diario. Y advertía —para explicar el éxito del Brexit— a toda la intelectualidad europea: «no basta con saber los porqués; hay que saber explicarlos en el lenguaje de los medios a ciudadanos que han perdido salarios, empleos y calidad de vida».

El efecto like está ganando la batalla al efecto think. De alguna manera, una buena parte de los expertos y del pensamiento político más sólido y profundo no está entendiendo la epidermis social. O, si la entienden, no la representan bien. ¿Es parte de una mirada de superioridad moral? ¿Se trata de un alejamiento aburguesado de las élites? No lo sé, aunque albergo dudas y temores. Pero sí que comparto la opinión de Jean Pisani-Ferry cuando afirma que «es poco probable que los ciudadanos se sientan satisfechos si creen que los expertos están imponiendo su propia agenda, o se dejan llevar por intereses especiales. La desconfianza hacia los expertos alimenta la desconfianza hacia los Gobiernos elegidos democráticamente, si no hacia la democracia misma».

Volvamos a los corazones. La etimología al rescate para comprender y entender. La palabra «recordar» viene del latín «recordari», formada por re (de nuevo) y cordis (corazón). Recordar quiere decir mucho más que acordarse de algo o de alguien. Significa «volver a pasar por el corazón». Si yo le digo a alguien que le estoy recordando, le estoy diciendo que lo estoy volviendo a pasar por mi corazón. El que haga sentir más y mejor será recordado. Y, en tiempos evanescentes, efímeros y elusivos… el recuerdo es el nexo más importante para la confianza. El efecto like es, en definitiva, parte del afecto like. ¡No desprecien las emociones!

Publicado en: La Vanguardia (28.02.2019)

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2 COMENTARIOS

  1. El gran peligro de estas tendencias es que nos arrastren a una superficialidad absoluta y no quiero ser pesimista pero la sociedad actual es muy proclive a lo fácil y lo superficial es lo más fácil de ver.

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